Los relatos de Mansfield, desenmascarados

Los relatos de Mansfield, desenmascarados

Alberto Alcázar

Martes, 15 de julio 2025, 01:29

Katherine Mansfield (Nueva Zelanda, 1888-1923) escribió en una carta a su marido: «Lleva siempre una máscara y, si te la quitas, asegúrate de llevar una debajo». Lo revive Patricia Díaz Pereda (Madrid, 1961), la editora y traductora de ‘Cuentos y prosas breves’ (Páginas de Espuma, 2025). La obra remueve la máscara del idioma para sacar a la luz los relatos que aún no habían sido traducidos al español de la autora de títulos como ‘En una pensión alemana’ (1911), ‘Felicidad’ (1920) y ‘Fiesta en el jardín’ (1922). La colección de ochenta y cinco piezas ordenadas cronológicamente se compone «por un lado, de las que publicó en revistas literarias, normalmente en Inglaterra, y muchísimo material de sus cuadernos de notas», explica Patricia Díaz desde su biblioteca en Madrid, repleta de autores del modernismo británico, entre los que Mansfield tiene un lugar privilegiado.

Licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, este proyecto editorial extiende la pasión de la editora y traductora por las letras inglesas que ahora comparte leja con sus traducciones de Charles Dickens, Edith Wharton y Violet Hunt, además de otras escritoras inglesas recuperadas por la crítica feminista, con los que creó un vinculo a través de la traducción. «En mi caso, tengo mucho más esa conexión con Virginia Woolf porque Katherine Mansfield, en su vida, era una persona muy difícil de conocer. Woolf dice que era inescrutable», reconoce tras haber realizado la misma labor con las epístolas de la neozelandesa en 2024, reunidas bajo el título ‘Poco tiempo en cualquier parte’ (Páginas de Espuma).


Portada del libro.

Imagen - Portada del libro.

Entre estos autores, a «la pionera del cuento inglés moderno» (como se refiere a ella la editora) la lleva leyendo desde los quince años: «La autora nos enseña, aunque murió hace más de cien años, que su sensibilidad conecta directamente con la nuestra: la noción del tiempo, que la identidad es algo en perpetua construcción y no regalado, la sutileza de las relaciones humanas». Mansfield se recrea en sus cuentos con anécdotas de hermanas que tienen un examen del colegio, una chica a la que un amor no correspondido la hunde entre la dependencia a su familia y la libertad bohemia a su alcance, unos niños cuya imaginación los hace vivir el mejor día de sus vidas… En ellas «la acción externa es lo menos importante». A la vez, la editora advierte de que «Mansfield pide la colaboración del lector, deja huecos para que su imaginación llene la historia; por eso se muestra muchas veces enigmática».

La editora y traductora celebra que la figura de Mansfield se esté revalorizando cada vez más, aunque fue su marido, John Middleton Murry (1889-1957), quien inició la labor de promoción de su mujer publicando «todo un material para mantener su memoria y para sacar beneficios», puntualiza. En total, Mansfield legó a su Middleton cincuenta y siete cuadernos repletos de poemas, recetas, listas, prosas, dibujos, citas, reflexiones, relatos inconclusos… El tiempo, los lectores y los editores y traductores de colecciones como la de ‘Cuentos y prosas’ han logrado elevar a una autora relegada primero como «una escritora menor, de un género al que también se le consideraba menor», hasta el «canon de la literatura como cuentista y pionera del cuento moderno en inglés».

Virginia Woolf decía de Mansfield que era una persona «inescrutable» y que escribía «todo el día»

Katherine Mansfield solía retomar la escritura en cuadernos anteriores que ya había abandonado si aún le quedaban hojas en blanco, lo que dificultaba la organización de su obra. La edición más completa y ordenada es la inglesa de cuatro tomos ‘The Edinburgh Edition of the Collected Works of Katherine Mansfield’ (Edimburgh University Press, 2013). A partir de dos de ellos, Patricia Díaz tradujo los inéditos en español con otro reto: «Mansfield tenía un sistema de puntuación curioso. Virginia Woolf decía de ella que escribía todo el día, y es que lo hacía compulsivamente. Yo he intentado corregir lo mínimo en aras de la claridad para el lector».

Una de las máscaras con las que Mansfield no contó fue la de escritora póstuma, porque «era una persona muy reservada que no quería que llegaran al público cosas no tan pulidas como ella hubiera hecho de haber seguido viviendo», explica. Por este motivo, una de sus últimas voluntades fue que su marido quemara todos los manuscritos que pudiera. No solo no lo hizo, sino que la editora advierte en el prólogo que Middleton «corrigió, suprimió y manipuló de forma notable la prosa de su mujer». Además, extendió por la Europa continental una imagen de la escritora modernista como un «ángel con una espada», le confesó en una carta a su mujer, cuando ella ya atravesaba sus últimos momentos, en una institución teosófica de Fontainebleau: «Un ángel etéreo, como fuera del mundo y de sensibilidad exquisita (que la tenía). Pero sí que estaba en el mundo». Tanto que el relato destacado por Patricia Díaz es ‘Batalla perdida’: «En este cuento se dan los micromachismos a una mujer que viaja sola y una serie de cosas entre la realidad del deseo de alguien que cree que va a estar bien en un lugar y luego siente un vacío emocional», concluye la traductora.

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