La emoción hecha guitarra de Yerai Cortés conmueve en La Mar de Músicas

La emoción hecha guitarra de Yerai Cortés conmueve en La Mar de Músicas

La guitarra que quema como la primera lágrima y acaricia como la última. La guitarra como un cuerpo desnudo. Como una carta por abrir, como una última línea pendiente del hilo de un cierre. Como un ángel y un demonio. La guitarra como el más valioso de los tesoros. Un idioma, una forma de comunicación, una lengua de madera, unos huesos de cuerda, una espalda tersa y anaranjada. La guitarra como una excusa, un motivo, una razón, la más libre de las prisiones, la más hermosa de las condenas. La guitarra como una recompensa, un baño a la luz de mil lunas, un camino de nubes pintadas, un lienzo inmaculado. La guitarra como un aislamiento, una conversación, un abrazo, un viaje de carretera, un golpe de suerte, un destello, un alumbramiento. La guitarra como una extensión corporal, una metáfora hecha carne y piel y espina y rosa escondida. La guitarra como una serpiente esquiva, una piedra en la senda que danza y no incomoda, una ola que explota, una orilla cubierta. La guitarra como raíces, patios de recreo, brindis en familia, resacas a la salud de la amistad y vuelta a empezar. La guitarra como resolución de conflicto, paz abierta, terraza con vistas, maleta deshecha. La guitarra como fin y principio, como molinos blancos, campos verdes, montañas marrones, océanos imbatibles. La guitarra rabiosa, contenida, dispuesta, fanfarrona, rebelde, romántica, desvestida y arropada. La Guitarra. Una y otra vez, pero siempre distinta. La guitarra, así, todo, todas las cosas, cuando la toca Yerai Cortés, el gran protagonista de la tercera jornada de la trigésima edición de La Mar de Músicas.

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