
Con el señor Miller pasa como con ciertos perfumes caros. Es el imitado, el inspirador, el sumo sacerdote de un sonido que lleva su nombre … y ha creado escuela, pero una vez que le escuchas percutiendo las cuerdas y pellizcándolas para lanzar al éter sus burbujas expansivas, ya no quieres imitaciones, y todos los sucedáneos hacen que se te aparezca el genio de Brooklyn en tu cabeza. Se hizo carne y huesos por cuarta vez en el auditorio Parque Almansa para despedir el Jazz San Javier, y sorprendió con su concierto más memorable. El jazz nunca es igual y, aunque él no ha cambiado de registro, se trajo artillería pesada para revalidar el asombro.
Siempre llenó en el parque Almansa, pero lo del último concierto fue la noche redonda de la 27 edición, que se despidió al nivel de las estrellas. Viejos seguidores del exbajista de Miles Davis, que aunque ya es mucho, no lo es todo en este músico creativo con una capacidad innata para narrar sin palabras. Una de esas noches que hacen a nuevos seguidores.
Sonido rotundo y aplastante de una banda que quita el aliento. Golpeo perfecto del batería Anwar Marshall, preciso y pegado al relato de Miller como un guante. Un teclista que no era un mero acompañante. Xavier Gordon, una nominación al Grammy en 2018, fusiona jazz y rythm&blues en sus propios discos. Su capacidad melódica e improvisadora, tanto en el funk electrónico como en el piano clásico, dejaron a las dos mil personas en silencio.
Miller tiene la fama y el aura de leyenda, pero los gigantes que llevaba alrededor, con autoridad para tomar los mandos y el protagonismo de forma alterna, no eran menores que su sombra.
Un saxofonista, Donald Hayes, con raíces en el blues y el góspel, de los que prende la mecha en unos fraseos incisivos. Se les une el otro bicharraco, hipnotizador de categoría, Russell Gunn, un trompetista poseído por el espectro de Freddie Hubbard y Miles Davis, experto en enlazar influencias aunque derrocha la distinción y el misterio del jazz clásico. Tiene esa exhalación contenida, esa economía de notas justas, el gusto por el rasguño metálico de la sordina, que se convierten en una emoción trepadora.
Sí, se respiró el aliento de Miles Davis. A través del trompetista, imbuido en el rol del genio de Illinois, pero también en esa atmósfera urbana y sofisticada que recrean de los tiempos de ‘Tutu’ -años ochenta-, cuando se alejó del jazz modal para incorporar sintetizadores, arreglos innovadores y producción electrónica en pos de un jazz funk. Un nuevo universo en el que Miller aportó su sonido groove en el bajo y sus dotes de arreglista.
El concierto fue una gira por los clubes neoyorquinos. Desde el funk progresivo de ‘Panther’, una pieza referencia para los bajistas por su complejidad, pasó a un homenaje al jazz rock de los setenta con una versión de ‘Red Baron’ a la que Miller confiere identidad propia. Quiso rendir homenaje a las raíces de su mujer en Sudáfrica, donde su suegro enseñó a Nelson Mandela. Esa balada jazz de tintes góspel, ‘Bunny´s dream’ introdujo un ánimo más idealizado y melancólico. Afrojazz era también ese ‘Catembé’ que abrió diálogo entre los músicos. «Dale caña ya», le gritaron desde el gallinero. Y Miller convenció con su recuerdo al otro gran bajista en ‘Mr.Pastorius’, a quien le dedicó una medio balada con sucesivos ‘slides’ y efectos de ‘tapping’, todo un tributo al bajo como instrumento solista. Los solos de trompeta terminaron de quebrar voluntades. Imprimió después mayor energía con un jazz funk explosivo. Absorbente ese ‘Forevermore’ de magia cinematográfica. Tras recoger el premio del Festival, regaló un bis que era toda una oración al gran Davis, en alianza diabólica con el trompetista.
La última noche ya había empezado redonda, con el nuevo fenómeno del blues D.K. Harrell, que se ganó al público con rabiosas versiones de Joe Zawinul y B.B. King, y también temas propios que eran celebración del género, destellos de soul y riffs agudos, pero sobre todo un magnetismo que echó humo en un baño de masas, paseando su gran corporalidad por el auditorio. Un bluesman milenial con garra, humor y blues refrescante para reencarnar el género a una nueva vida.

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Enlace de origen : Vuelva cuando quiera, señor Miller