Lectura corporal de un drama identitario

Lectura corporal de un drama identitario

Alberto Alcázar

Miércoles, 23 de julio 2025

Su compañero le susurró al oído: «Por mucho que el suelo reluzca, Emma Fulconis ya no podrá recorrerlo con las dos piernas». La lectora hizo como que le fallaban las suyas y amagó con desplomarse; rebotaba en movimientos repetitivos y armónicos, en una danza como si fuera un reflejo de la luz del techo que devuelve la tarima blanca y los espejos del espacio de baile LASALA. El ejercicio consistía en leer un fragmento del libro a la pareja de turno para que expresara con los movimientos corporales lo que le sugerían aquellas palabras. La chica, alumna de LASALA, hizo suyas las líneas de ‘La grapa’ (Las Afueras, 2025), la obra que seleccionaron el filólogo y librero de Libros Traperos, Javier García Clavel, y la directora de la escuela de danza vecina, Begoña Ruiz Ropero, para una actividad que ellos dos se han inventado: un club de lectura bailado que comparten en Ronda de Garay, en Murcia.

«Una cosa que nos gusta a la hora de leer estos libros pensando en el club es entender el texto como un cuerpo, y al leerlo, darnos cuenta de cómo se mueve ese texto», comenzó Javier en la sesión que tuvo lugar el pasado lunes. En la primera parte, como prólogo del baile, los lectores intercambiaron impresiones al fondo de la librería de segunda mano, con un eco de sorbitos a granizados de limón. «Emma Fulconis es una chica que ha sido mordida por un perro, a ella le gustaba mucho correr, pero lo hacía en comunión con la naturaleza, no por competir. Sin embargo, un perro le destroza la fíbula», introdujo el filólogo de Traperos.

Una pregunta deambula por la reunión: «¿Cómo se baila un libro?». Begoña resuelve que literatura y danza siempre han estado muy unidas; que en danza se trabaja sobre texto, «pero, por la suerte de ser vecinos, esa relación era obvia y especial». Javier admira cómo la creadora lee coreografías en la sugerencia de las palabras y la sintaxis: «He visto especialmente en este texto, sin quererlo, las paradas, las repeticiones, los bucles… eso es coreografía». En ‘La grapa’, la escritora Maryline Desbiolles guioniza los pasos de la novela como si fueran los de un baile. «Al principio, habla menos de danza, pero poco a poco, a partir del cuerpo, empieza a hablar más».

El librero de Traperos admira cómo la creadora de LASALA visualiza coreografías entre palabras y sintaxis

Cada movimiento adentra a los lectores del club en la verdadera historia del libro. «Emma está situada cerca de Niza, donde hay un conflicto étnico: parte de su familia son descendientes de argelinos que lucharon junto a Francia en las guerras de las colonias. Esos mismos argelinos [‘harkis’] fueron despreciados tanto por los franceses como por Argelia». Pero, entre la herida física y la identitaria, Emma no lo vive como un gran drama: «Recurre a crear canciones que marcan un ‘tempo’, que es la base la coreografía. Ese lirismo tan básico es difícil de hacer».

Los ojos tardan un poco en acostumbrarse a la claridad de las paredes y el suelo blanquísimo, la multiplicación de los focos en los espejos, cuando se entra a LASALA. También los cuerpos entran encogidos, tímidos, hasta que Begoña toma la iniciativa. «Coged todas el libro». Al principio, el grupo deambula por el salón de danza. «Moveos como queráis, acelerad el paso, agitad los brazos, la cabeza…». Es el calentamiento: los lectores y ahora bailarines se contonean, juguetean. Cruzan miradas. Cuando se detiene uno, lo hacen todos. Retoman el movimiento… «Emma es un puntito que se mueve. En toda la magnitud del paisaje, que permanece quieto y rotundo, ella es lo que más se siente», había advertido otra lectora sobre la primera descripción de la protagonista. Begoña deja a cada lector expresarse por sí mismos. «Ahora, en parejas», y el compañero susurra una línea: «Un cuarto propio, por fin». Ella, al escucharlo, se tumba boca abajo, como deleitándose de una cama mullida, tal vez con el título de la próxima reunión del club; ‘Toda mi violencia es tuya’, de la actriz Carolina Yuste.

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