
Expuesto al público en el escenario del Auditorio Regional Víctor Villegas de Murcia hemos visto decenas de veces a Zoar Mellado al frente de la … sección de violas de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Pero, como de la mayoría de sus compañeros, solo conocemos a estos profesionales por su virtuosismo, por su talento y por su profesionalidad. «Quizás en otros países sí que se conoce más a los músicos clásicos». Es lo que piensa este solista de viola de la OSRM, que es el músico más joven de la formación, pues cumple 30 años este 2025. En 2026, de hecho, la Sinfónica celebrará tres décadas.
Zoar nació en Alicante. Ha tocado muchas veces en Italia, y estuvo viviendo en Brasil, país del que volvió hace un año tras unos meses de excedencia en la OSRM. «Siento que tengo una cultura compartida», admite este músico que siempre ha procurado cuidarse. A su salud física y mental le da importancia capital en el permanente camino de la excelencia musical.
En tragos cortos
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¿Qué tiene que apreciar el público en una orquesta?
Yo tuve un profesor que me dijo que el mejor crítico musical sería el que no supiera nada de música. Porque el que no sabe de música sabe si se oye bien, si se oye mal y si le han transmitido o no ha algo. La persona que no sabe nada tiene que permitirse en algunas partes cerrar los ojos y en otras abrirlos. Si vamos a un concierto en directo te beneficias de la experiencia, de algo más. -
¿Qué descubrió?
Que el sonido de una orquesta es como una ola. Cuando estás en el público hay que dejarse llevar por aquello que es lento, que es algo que normalmente cuesta trabajo. Porque es fácil que se desajuste. -
¿A quién recuerda?
A Virginia Martínez, directora honorífica de la OSRM, que ha aportado muchísimo. También es sensacional trabajar con buenos directores como el maestro Hernández-Silva. -
¿Qué cuesta aceptar?
Que fallar es humano. Porque nosotros trabajamos mucho con el principio de buscar la excelencia musical, que es relativa a tus propias emociones. Yo, por ahora, no he cometido ese error garrafal…
-Con 7 años usted le pidió a sus padres que lo llevaran a una escuela de dibujo. Y entró, pero…
-Sí, mi hermano cogió el violín al año siguiente, y cuando él, que tenía 8 años y yo 9, hizo la prueba del Conservatorio, mi madre me preguntó: ‘Zoar, ¿por qué no haces tú la prueba?’. Saqué buena nota, pero era una prueba de discriminación auditiva, no tenías que saber música para aprobar. Y como yo no tenía claro qué instrumento coger, una profesora le dijo a mi madre que si no tenía claro qué instrumento coger, que me metiera a viola porque en el futuro podía ser que hubiera trabajo. Y empecé con la viola. Cuando ya llevaba unos seis años, y estaba en grado medio, entré en mi primera orquesta de gente joven, era prácticamente casi de niños, y aquello me gustó mucho. Era una orquesta en la que estaba yo solo de viola, y había diez o doce violines, y verlos a ellos tocar, tan rápidos, hizo que pensara yo que algún día me gustaría tocar así.
-Esa fue su motivación.
-Sí, lo que me llevó a querer dedicarme a la música fue eso. Ya cuando estaba en 3º de ESO fue cuando dije que quería ser músico. En mi caso, podía haber cogido cualquier otro instrumento. Pero en la viola he encontrado una conexión grande. Es un instrumento fácil de transportar. Yo amo los instrumentos de viento y percusión, pero la cuerda frotada para mí es lo más parecido al canto de la voz humana. Tú puedes vibrar, puedes hacer muchas dinámicas. Cualquier compañero podrá decir que su instrumento es el más maravilloso, pero es que el instrumento que tenemos es lo que más nos gusta y lo que más sentimos. En el siglo XVI y XVII a los malos violinistas los pasaban a viola, es algo muy conocido en el mundo de la música. Pero progresivamente se hicieron muchas obras para viola, y grandes compositores se dedicaron a la viola y también compusieron para viola. Yo he visto a violistas muy famosos tocar cosas muy elaboradas, y eso es algo que me ha motivado.
-El propio perfeccionamiento de la técnica no deja de ser un deseo de dominar el instrumento.
-Yo también lo veo así. Hay un momento que se llama cadencia, que originalmente son momentos improvisatorios por parte de los músicos. Desde la época de Mozart ya se escribían esas cadencias, y tú solo interpretabas lo ya compuesto. Pero yo durante mi formación también he compuesto varias cadencias, porque me gusta la composición, el desarrollo técnico del instrumento. De vez en cuando también escribo alguna cosa.
-¿Cuánto tiempo lleva en la Sinfónica de la Región de Murcia?
-Cinco años y medio. Yo me formé en Alicante, con 17 años entré en la Orquesta de la Universidad de Alicante, y con 17 años en la Joven Orquesta Nacional. En general, en esa orquesta se prepara a los jóvenes con un altísimo nivel. De hecho, en Europa es de las orquestas jóvenes más reconocidas. Para una prueba en la que entran 12 violistas se suelen presentar 100 o 120. Cuando entras, realmente es una buena exposición a la vida real. Te hace ver cómo estás tú para poder competir. Eso no quiere decir nada. Porque hay gente que no ha entrado a esa orquesta y después se ha dedicado profesionalmente también a esto. Pero es una competición alta desde muy joven. Yo me formé ahí ya con directores muy buenos con los que después he trabajado en la Sinfónica de Murcia, como Cristóbal Soler.
-¿A qué edad terminó el Conservatorio Superior?
-Con 23 años, y se abrió entonces, cuando yo tenía 24, un proceso selectivo en la Sinfónica de la Región de Murcia, y estuve un año trabajando ocasionalmente con la Sinfónica de Alicante, hasta que entré en la de Murcia, y estoy muy feliz. Yo hasta entonces nunca había sido solista de una orquesta, ni siquiera había estado contratado oficialmente en una orquesta por mi juventud. Así que cuando entré me encontré con el desafío no solo de saberme mis partituras e interpretarlas, sino saber llevar y liderar a un grupo, que no es lo mismo que ser un jefe. Es trabajar con el grupo y que el grupo entienda tu idea, y la transmita. Todavía estoy en proceso de aprendizaje, pero ya voy cogiendo confianza.
-¿Estudia todavía cada día?
-Sí, yo no dejo mi formación técnica, siempre estoy formándome, todos los días estoy con mis escalas y con mis estudios, además de la preparación de las obras. El solo de dos minutos de ‘Variaciones concertantes’ del compositor argentino Alberto Ginastera lo conozco desde hace siete años y lo estudio desde hace cinco. Realmente, nunca dejas de preparar una obra, pero siempre hay una visión nueva. Al final, uno madura, envejece y conoce otras formas de tocar. Todavía sigo recibiendo clases de una catedrática del Conservatorio Superior de Murcia, Cecilia Bercovich, porque uno nunca deja de formarse.
-En alguna ocasión usted ha sido profesor de la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia.
-Sí, fue gracioso. En el control de accesos me preguntaron tú a dónde vas, y yo les dije que a dar una clase. Porque, claro, yo estaba todavía entonces en edad de poder ir a la Orquesta de Jóvenes.
-¿Cómo se ve a sí mismo?
-Soy una persona muy intuitiva, y pienso que no se puede ser músico sin ser intuitivo. Si cierras los ojos, con la respiración o con la frase que te ha dejado un compañero, tú puedes crear una nueva frase, realmente no necesitas tanto el contacto visual. Pero el contacto visual ayuda, por ejemplo, a que todos entremos juntos. Hay una cuestión de jerarquía. Yo, por ejemplo, estoy bajo la jerarquía del concertino. Si hay que dar una nota en la que todos tenemos que entrar juntos, él es mi responsable. Mientras que si es solo mi sección, mis compañeros deben estar atentos a mis gestos para poder entrar conmigo. Cuanto más contacto visual y más interactuación haya entre los compañeros, mejor es la calidad de la música, porque con un gesto o con una mirada, se dicen muchas cosas. Aunque nosotros no hablemos en el concierto, estamos comunicándonos constantemente.
-¿Sonó alguna vez con otra vida?
-Me gusta mucho mi vida. Con la música, pero no para la música. Me gusta aprender sobre muchas cosas. Yo de pequeñito quería ser arquitecto, pero después la música me apasionó. Me gusta hacer otras cosas, como hacer música de cámara, aprender de composición y de armonía, cosas que me ayudan a tener más conocimiento para interpretar mejor mi partitura. Es para mí una fortuna, un regalo de Dios poder trabajar en una orquesta, y habiendo tan pocas orquestas en España, ser solista de viola es algo increíble. Me llaman la atención otras orquestas, como la Orquesta dels Arts (Orquestra de la Comunitat Valenciana), o la Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. Pero me formé aquí, terminé de estudiar y salió esto, y aquí estoy. Para vivir me encanta Murcia, el clima y la gente. Pero de vez en cuando también me gusta aprender en otros lugares, y hacer giras cuando se puede.
-¿Dónde se ve en cinco años?
-No lo sé dónde estaré, pero este trabajo y mi posición de solista me ha permitido desarrollarme mucho como persona. Como solista, tú puedes expresar tu criterio musical. Eso sí que es diferente a otros puestos de la orquesta. En mi sección somos seis, y en ocasiones ocho o diez, y todos tenemos un criterio musical, pero es responsabilidad del líder de sección afrontarlo de esta manera. Yo agradezco la buena voluntad de mis compañeros; a veces diferimos, es natural, pero son siempre cooperativos conmigo, y cuando yo propongo algo, ellos me siguen, y eso hace que el sonido de la sección sea precioso. Porque mi viola es una de seis, y solamente se escucha más cuando es un solo, cuando tengo que tocar yo una melodía, pero, en general, sonamos como equipo.
-¿No cambiaría de instrumento?
-Todos los instrumentos tienen su parte positiva, pero para llegar a un desarrollo bueno y profesional de un instrumento, yo a día de hoy sigo aprendiendo y llevo 21 años tocando la viola. Si yo quisiera tocar el clarinete como yo toco la viola, necesitaría mínimo diez o quince años, y después ponte tú a competir…

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Enlace de origen : Zoar Mellado: «Es para mí una fortuna, un regalo de Dios, trabajar en una orquesta. Y ser solista es todavía más increíble»