Los vecinos reabren el melón de la convivencia: «Todo tiene solución»

Los vecinos reabren el melón de la convivencia: «Todo tiene solución»

Domingo, 27 de julio 2025, 07:33

«El melón es un ejemplo de resistencia, como planta, como fruta. Su cáscara es como una coraza que esconde un corazón tierno. Y esa resistencia, y esa piel aparentemente dura pero con un buen corazón, yo creo que no solo es del melón sino de todos los que formáis parte de esta tierra, de todos los que os dedicáis a ello. Nadie dijo que fuera fácil, hay dificultades. Pero también hay que saber enfrentarse a ellas y superarlas». Cuando el miércoles 2 de julio Roberto Brasero, el popular periodista y presentador del tiempo en Antena 3, pronunció estas palabras como pregonero de la II Semana Internacional del Melón de Torre Pacheco nadie podía imaginar que solo una semana después sus reflexiones en torno a este símbolo de este municipio agrícola y de su economía se harían crudamente reales. Como un melón que, esporádicamente, sale podrido, los problemas saltaron a los informativos de las cadenas de televisión nacionales e internacionales y les estallaron al público que escuchaba aquella noche a Brasero en la plaza Alcalde Pedro Jiménez, al resto de los vecinos y a las autoridades, entre ellas dos que subieron al escenario para entregarle una distinción: el actual alcalde, Pedro Ángel Roca, y el presidente de la Comunidad Autónoma, Fernando López Miras.

La paliza que, sin motivo aparente, propinó un joven marroquí de 19 años con residencia en Barcelona a Domingo Tomás Martínez, español de 68 años, que como cada mañana salió a pasear temprano cerca del cementerio, a pocas calles de su casa, se convirtió el día 9 en el detonante de unos disturbios racistas. Los altercados, junto a los enfrentamientos con colectivos de magrebíes, fueron reprimidos y contenidos por un dispositivo que alcanzó los 120 guardias civiles y que se mantuvo en parte hasta el pasado lunes. Tras quince días marcados a nivel político y social por los altercados, propiciados por grupos de extrema derecha y ocurridos en medio de los discursos de Vox que vincularon inmigración y delincuencia, esta semana Torre Pacheco ha ido recuperando la calma.


El comerciante Said Achquir (en el centro), charlando con los clientes Antonio Grau y Carmen Tomás, el pasado jueves en la Frutería 3 Hermanos de Torre Pacheco.


J. M. Rodríguez / AGM

El jueves, a las puertas del ansiado primer fin de semana de normalidad en esta localidad de 40.000 habitantes del Campo de Cartagena, un redactor y un fotógrafo de LA VERDAD comprobaron a pie de calle cómo los pachequeros buscan pasar página; dejar que agentes, fiscales y jueces actúen [el agresor de Domingo está en prisión provisional, al igual que otro marroquí que protagonizó incidentes, y hubo dos detenidos más por la paliza y otros diez por los disturbios]; y recuperar el espíritu de convivencia pacífica que ha caracterizado al pueblo. Reabrir el melón de la convivencia.

«¿Que hemos tenido problemas en el pueblo? Sí. Que han dado a este hombre la paliza… vale. Pero los pachequeros estamos todas la mañanas trabajando juntos y no tenemos problemas. El problema es que llega la noche y ya te da miedo salir a la calle. Tienes que meterte en tu casa. Últimamente se están rompiendo coches, hay robos hasta de día… A mí me robaron hace un mes en mi casa, se llevaron dinero y las joyas de mi mujer. Hay gente que está dando problemas aquí, pero los malos son malos para todos. Da igual que sean marroquíes o españoles. Al que esté dando problemas, que lo cojan. Que haya mano dura y ‘pa fuera’. Pero no nos pueden meter a todos en el mismo saco ni venir gente de fuera a añadir violencia a la violencia», comenta a mediodía Said Achqir, marroquí de 48 años afincado en Torre Pacheco desde 2003 y propietario de la Frutería 3 Hermanos en la calle Cartagena, una de las principales vías de la localidad. Said, cuyo padre llegó «en el 95» desde la región de Beni Mellal -situada en el centro de Marruecos y conocida por unas cascadas-, para trabajar en el campo y que tiene tres hijos nacidos en España, regenta un negocio donde el trasiego es constante .


María Francisca López, Sebastián Martínez y Pilar Fernández, charlando junto a una estantería con melones.


J. M. Rodríguez / AGM

Said charla con Antonio Grau, mientras este llena una bolsa con tomates y repasa los graves y, por momentos para él, «inexplicables» sucesos. «Yo salgo a pasear desde hace años por la misma zona que el vecino al que dieron la paliza. Cuando salió la noticia, se hablaba de que habían sido tres chicos de Marruecos. No había nada claro, pero no se veía a ningún marroquí por la calle. A ninguno. Lo que yo no me esperaba es lo que pasó después. Cuando vi a gente rompiendo cosas, pensé: ‘Pero bueno, no es posible que esto esté pasando en Torre Pacheco’».

De 74 años, Antonio, profesor jubilado de FP en el Centro Integrado de Formación y Experimentación Agraria (Cifea) de la localidad, lamenta el miedo que se extendió. A sus nietos, dice, les tuvieron que «prohibir que se acercaran al bar kebab que destrozaron» unos ultras en Roldán: «¡Había una movida que para qué!». Afortunadamente, ve recuperada «la calma» y confía en que esta crisis no se repita». «Los que vinieron a dar camorra no eran de aquí. A los que pillaron eran uno de Barcelona, el otro de no sé dónde…».

Relacionarse «sin miedo»

Monedero en mano, Carmen Tomás, ama de casa de 62 años y vecina de Torre Pacheco, confiesa su intranquilidad. Siente temor por los «jóvenes marroquíes que vienen de fuera, nos meten miedo y empañan la cara a los que están aquí toda la vida, como Said, que son trabajadores y gente formal»; y también por los radicales que llegaron armados para la pelea. «Independientemente de la gente que venga de fuera, tiene que haber un Torre Pacheco en el que no tengas problemas para salir y que se pueda relacionar todo el mundo con todo el mundo», reclama.

En una localidad con una tasa de población extranjera que supera el 30%, el Ayuntamiento ha vuelto a pedir que se cubra el déficit de guardias, para atajar los robos en casas y comercios, y una comisaría de Policía Nacional. La delegada del Gobierno, Mariola Guevara, insiste en que habrá más agentes, pero descarta la Comisaría al ser zona de la Benemérita. Y condena las «cacerías de inmigrantes» y los mensajes de odio en las redes sociales de internet (crecieron un 384%, hasta los 33.046, tras la agresión a Domingo según el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones).


Achquir, que está en el pueblo desde 2003 y cuyo padre llegó en 1995 para trabajar en el campo, ayuda a dos mujeres a elegir sandía.


J. M. Rodríguez / AGM

En otro pasillo del amplio local -«marroquíes solo somos los de la caja y yo; el 99,9% de los clientes son españoles», apunta Said-, María Francisca López, de 81 años, se apoya ligeramente sobre uno de los melones amarillos colocados junto al escaparate y un ventilador. «¡Pues he movido yo pocos ‘Galia’ de estos!», dice sobre esta variedad. Trabajó duro en almacenes junto a «compañeras marroquíes y ecuatorianas». Y todo fue «estupendamente bien». «En mi calle hay marroquíes y nos consideramos familia. Tengo unos vecinos marroquíes que se han ido a Francia y me han mandado hace poquico una foto de los cuatro niños. A esos los tenía yo como mis nietos. Para santos, para cumpleaños, para Navidades. La pequeñica dice que me echa mucho de menos», relata.

Ella lo tiene claro. Y no se corta: «Aquí no hay problemas entre marroquíes y españoles. Lo que ha pasado es que han venido cuatro tontos de fuera y han movido un jaleo que no puede ser. Al que robe o lisie a alguno que lo cojan, que lo investiguen y que lo encierren. Pero a los demás, que los dejen tranquilos. Y te voy a decir otra cosa. Si no fuera por ellos, Torre Pacheco no sería lo que es hoy. Aquí se vive de la agricultura. Y tú manda a un pachequero al campo, a ver si quiere trabajar…».

«Puede pasar en cualquier sitio»

Le escuchan Sebastián Martínez, cocinero jubilado, y su nuera, Pilar Fernández. «Aquí nunca ha habido follones como ahora, que está la cosa revuelta. Yo he trabajado con dos muchachos jóvenes moros y nunca tuvimos peleas. Todo iba muy bien entre nosotros y con el público. Son buenísimos, amigos míos», señala Sebastián. Y Pilar, malagueña, confiesa que tuvo «miedo» al ver las imágenes de los altercados. «Llevo catorce o quince años viniendo de veraneo y nunca he tenido ningún problema con nadie. Esto han sido cuatro que han venido a liarla», cree.

Veinticinco años después de los incidentes racistas de El Ejido (Almería), Pilar apunta que «ha pasado aquí, pero puede pasar en cualquier sitio, sea pueblo o ciudad». «A la gente hoy en día le va el morbo de estas cosas», añade. María Francisca es optimista: «Yo creo que no va a volver a ocurrir, porque la mayoría no queremos estos follones». Y Antonio concluye: «Todo tiene solución. Pero hay que querer. Querer».

Domingo, «muy afectado», solo sale a la partida del dominó

«Domingo está muy afectado, ha cogido miedo. Ya no va pasear por la mañana. Solo sale de casa por la tarde a jugar la partida de dominó al bar. Estamos tratando de animarlo, pero aún necesita tiempo», explica Encarna, mujer del vecino de Torre Pacheco apaleado, a las puertas del domicilio familiar. LA VERDAD trató de reunir a Domingo con algún vecino de origen magrebí para que intercambiaran impresiones sobre la situación del pueblo, tras haberse apaciguado los ánimos. A raíz de los disturbios, este hombre fue rotundo al rechazar la violencia contra la comunidad magrebí. Tras varios días atendiendo a los periodistas, Domingo prefiere pasar página y tratar de «superar» lo ocurrido, comentó Encarna. Ella también ha «sufrido mucho». Juntos, tratan de «seguir adelante».

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