La dana del 29 de octubre cumple hoy nueve meses. Un parto, tiempo para sanar heridas, para lamérselas, porque eso también cura, tiempo para echar la vista atrás y pensar que muchos han salido más fuertes, más serenos y mejores de una desgracia nunca vista. Momentos difíciles, de reconstrucción. No sólo la de las calles, que va lenta, sino la emocional, que también tiene sus tiempos. Unos perdieron su casa, otros los recuerdos de una vida y muchos salvaron la vida de manera milagrosa, con la ayuda de otros que se lanzaron a las calles a socorrer a aquellos que pedían auxilio porque estaban en peligro. En cada pueblo hay mil historias de solidaridad, generosidad y resiliencia.
Aquella tarde, mientras en el Cecopi se trabajaba a ciegas porque los datos de la CHJ se mandaban a un agujero negro y la UME se quedaba bloqueada en la A-3 camino de la plana de Utiel-Requena, un equipo de À Punt, desplazado a Chiva después de que ‘Las Provincias‘ advirtiera de la riada por la mañana, grabó una de las imágenes icónicas de la dana, uno de los primeros actos de generosidad al alba de la tragedia, cuando aguas arriba veían venir un problema del que nadie avisó aguas abajo. Nico se echó al torrente para salvar a Laura. En Chiva, pasadas las cinco de la tarde, se obró el primero de muchos milagros.
Aquella mañana, Nico Buades, de 31 años y jardinero, cortó el tajo pasadas las dos de la tarde en Riba-roja por la lluvia. Volvió a Chiva y aparcó el coche en el paseo de San Isidro, una calle que hoy no existe. «Había oído que la tormenta se iba a ir para Cuenca y aparqué confiado pensando que había dejado de llover y que no iba a caer más», apunta. Laura Marzo, 41 años, como cada día, trabajaba en la peluquería de Diana, a sólo unos metros de la vivienda de Nico. En su piel, casi como un lienzo, hay tatuajes que dan pistas de su profesión: un peine, unas tijeras…
Cerca de las cuatro de la tarde, la lluvia caía cada vez más fuerte. Nico, que pensaba que esa tarde ya no iba a llover, fue a por el coche en previsión de poder cambiarlo de sitio y no dejarlo a orillas del barranco. «Estuve dentro un montón de tiempo, esperando que dejara de llover, lo quería cambiar de lugar», señala sin ser consciente de que durante aquellos minutos jugó sin saberlo a la ruleta rusa. Al ver que no paraba de llover decidió volver a casa pero ya no pudo pasar porque por la calle Ramón y Cajal ya bajaba un río: «Me refugié en un portal, en el que hay junto a la pizzería a esperar que pasara».
Irene Marsilla

Laura, unos minutos antes, había salido de la peluquería junto a una compañera de trabajo. Por la mañana ya había entrado agua en su casa, que está cerca del barranco, y estaba preocupada por Bull, un ratonero valenciano. «Salí con una compañera. Yo quería ir a casa porque pensaba que me iba a encontrar al perro flotando», asegura. Su amor por el animal fue más fuerte que el aviso de su padre, que le dijo que no se moviera del trabajo. En la calle Ramón y Cajal, paralela al barranco, el caudal crecía por segundos. Al cruzar un paso de peatones, el agua le hizo caer y la arrastró ya fuera de control.
Laura gritó, pidió auxilio. En shock, agarrada a un paraguas, que se convirtió en un clavo ardiendo, en un asidero paralizada por los nervios. A oír los gritos, Nico salió del portal donde se había refugiado con más gente. El peligro era que el agua se llevara a Laura barranco abajo, por la calle Buñol, donde en breve iban a bajar coches como piezas de un tetris a ninguna parte. Estaba en medio del puente, el agua bajaba cada vez con más fuerza y ella, sin ser consciente, tenía la tibia y el peroné rotos de la caída.
«Salí del portal, la vi, me quite la chaqueta y me fui a por ella, poco a poco porque quería pisar en firme, intentar que no se me llevara también a mí el agua. Al llegar hasta ella, le dije: tranquila, te voy a sacar de aquí», cuenta Nico. Al ver que no se podía levantar, dudó si cogerla en brazos pero la fuerza del agua le hizo descartar esa idea. La agarró fuerte y la sacó de la corriente.
Nico y Laura no se conocían. Él, apenas llevaba unos días en casa de su abuela Emilia. Este año, junto a su pareja, habían decidido vivir en Chiva. No les había dado tiempo ni a asentarse. Laura vive en el pueblo. Todo el mundo sabe quién es, aunque sea de vista. Su look, siempre atrevido, no pasa desapercibido. Ahora luce un morado eléctrico en el pelo.
«Siempre se lo voy a agradecer. Nunca me voy a poder olvidar de su gesto, de ese instinto de venir a por mí a rescatarme, a sacarme de la corriente cuando estaba totalmente paralizada por la situación, con la pierna rota, sin saber qué estaba pasando. Salió a mi grito de auxilio, me sacó de allí y no me conocía de nada», cuenta Laura.
Los dos pasaron la noche refugiados en uno de los pisos del edificio que hay junto al puente nuevo, a orillas del barranco, oyendo el rugir de un caudal que bajaba fuera de sí. Entre Nico y otras personas subieron por las escaleras a Laura a la vivienda. «El dueño de la vivienda nos dio ropa, nos trató de maravilla. También le damos las gracias», señalan. El equipo de À Punt también pernoctó aquella noche allí. Laura lo hizo con la tibia y el peroné rotos. Su padre, por la noche, acudió más de una vez al centro de salud para ver cómo se podía socorrer a su hija. La Policía Local acudió de madrugada pero hasta las diez de la mañana del 30 octubre, con la ayuda de los bomberos, Laura no pudo ser trasladada a que la viera un médico. Al día siguiente fue operada en el hospital de Manises. Hoy, una cicatriz es la muesca aquella tarde. Mientras Irene Marsilla, la fotógrafa inmortaliza el momento, Nico y Laura charlan en una conversación fluida, animosa, exprimiendo lo bueno de aquel momento. La novia de Nico saca el móvil y fotografía el instante.
«A mí me ha servido de mucho, soy mucho más positiva. Desde entonces veo la vida de otra manera. Pienso que he renacido, estoy más calmada y que hay que aprovechar el momento porque no sabes lo que puede pasarte en un minuto, valoro lo que me rodea», comenta.
Nico, en cambio, tiene todavía cuentas por cerrar. Su coche, ese en el que se metió en medio de la tormenta con la esperanza de poder salvarlo, sigue empotrado dentro de una casa. Ni siquiera han podido pasar a peritarlo. Allí sigue, en el paseo de San Isidro. La Policía le decía que lo buscara aguas abajo del Poyo, allá por Paiporta y Catarroja, sin saber que el vehículo no se había movido de Chiva. Han pasado nueve meses. Nico y Laura eran dos desconocidos. El 29 de octubre, la dana los unió para siempre.
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Este contenido es exclusivo para suscriptores
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : El día que Nico salvó a Laura: «Tranquila, te voy a sacar de aquí»