
El orden comercial construido tras el final de la Segunda Guerra Mundial se resquebrajó el jueves por la noche bajo el peso de una orden … ejecutiva. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acabó con décadas de comercio bilateral al firmar un decreto que impone a partir del próximo jueves barreras aduaneras superiores al 10% a 70 países. El líder republicano cumple así con la promesa estrella de su campaña -«’arancel’ es la palabra más bonita del diccionario», clamaba en su último acto- y da paso a una era proteccionista que rompe con el modelo de gobernanza global basado en reglas compartidas y previsibilidad institucional.
La bomba de relojería que Trump presentó al mundo el pasado 2 de abril, con aquellas cartulinas que sacudieron los mercados -y que después parecieron perder su capacidad de intimidación-, se activa ahora de forma aparentemente irreversible. Tras meses tensando a sus socios comerciales, sometiendo a la economía global a un constante test de estrés y con apenas unos pocos acuerdos preliminares alcanzados con Reino Unido, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur y cuatro países del sudeste asiático, el líder republicano se dispone a imponer una barrera aduanera genérica del 10% al resto del mundo y aranceles aún más altos a 70 países con los que considera que tiene un déficit comercial.
La lista de países castigados por los nuevos aranceles es tan extensa como caprichosa. Son Estados con los que EE UU no ha tenido tiempo, o interés, en negociar y que ahora se enfrentan a tasas que oscilan entre lo arbitrario y lo desproporcionado. La Casa Blanca invoca motivos de seguridad nacional para justificar la medida, aunque los criterios utilizados apuntan a que han premiado más impulsos políticos -o incluso personales- que razones económicas consistentes. Afganistán recibirá un 15%, Irak un 35% y Suiza un 39%. Myanmar y Laos se llevan un 40%, y Siria sale como el Estado más golpeado de esta tómbola arancelaria con un 41%.
El decreto también golpea con fuerza a Brasil y Canadá, esta vez con aranceles aún más altos y motivaciones abiertamente políticas. Se trata de un caso de discriminación comercial difícil de justificar y contrario a las normas de una Organización Mundial del Comercio (OMC) que, sin tribunal operativo desde que Trump bloqueó su funcionamiento en su primer mandato, ya no puede intervenir. Esta inoperancia lleva al líder republicano a sancionar al país carioca con un gravamen del 50 % por lo que la Casa Blanca califica como una «caza de brujas» contra Jair Bolsonaro, aunque la realidad es que se le juzga por su intento de golpe de Estado para revertir la victoria electoral de Lula de Silva. A su vecino del norte le atesta un 35 % sobre los productos fuera del tratado de libre comercio, supuestamente por no hacer lo suficiente en la lucha contra el tráfico de fentanilo.
Mercancías transportadas
Washington también aplicará a partir de la próxima semana -siempre que no haya una nueva prórroga- un arancel del 40% a las mercancías transportadas a terceros países con el fin de evadir el gravamen. Se trata de una medida pensada para evitar que las empresas chinas sorteen las barreras aduaneras. La cuestión es que las compañías de la superpotencia oriental, desde la primera estancia del líder republicano en la Casa Blanca, se han apresurado a establecer almacenes en el sudeste asiático y México para eludir las tasas.
La Casa Blanca, que asegura que aún existe margen para alcanzar un acuerdo con Pekín tras la última prórroga de 90 días, impone así un nuevo marco de negociación diseñado bajo sus propias reglas. Algo similar ocurre con México, que sigue en conversaciones con Washington mientras soporta aranceles del 25 % sobre los productos no cubiertos por el tratado de libre comercio.
Compras europeas
La gran incógnita de esta nueva etapa no es únicamente económica, sino profundamente geopolítica. Con un Estados Unidos cada vez más imprevisible, la Unión Europea tantea un acercamiento a China, que ya ejerce de contrapeso en un sur global. Sin embargo, el acuerdo comercial firmado la semana pasada entre Trump y Von der Leyen -ya cuestionado en varias capitales europeas- diluye el objetivo de «autonomía estratégica» que Bruselas decía perseguir. El pacto refuerza la dependencia energética del bloque al comprometerse a importar gas y petróleo estadounidense y amplía su subordinación militar al apostar por equipamiento defensivo norteamericano. Aunque esta segunda parte ya se daba por asumida para garantizar la supervivencia de la OTAN.

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Enlace de origen : Trump sacude el comercio mundial con cambios de última hora en los aranceles