La sublime locura de la giganta Lola Herrera

La sublime locura de la giganta Lola Herrera

La luz es relevante en la obra de Athol Fugard, ‘Camino a la Meca’. Habla cuando Helen, la protagonista que habita Lola Herrera, enciende las velas, y dice mucho cuando están apagadas. Su propia herida despide una luz, que la convertiría en luciérnaga si apagasen de pronto todos los focos del teatro. «Me crece una oscuridad», dice en la primera parte de la función -tercer asalto del San Javier Fest-, cuando la ahoga la inquietud de la amenaza y recuerda la batalla vital constante por prender la llama: «Para mí, crecer era tener una vela para combatir la oscuridad», se sincera Lola Herrera en la piel de Helen Martins, la escultora autodidacta (1897-1976), conocida por transformar su casa en un pueblecito oriental de Sudáfrica en una obra monumental de arte ‘outsider’.

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