
Margarita Muñoz Zielinski, crítica de danza de este diario, ya se quedaba en 2018 con ganas de repetir con Marie Chouinard tras ver ‘El jardín … de las delicias’ en el 48 Festival de Teatro, Música y Danza de San Javier. 2025 ha sido el año para ello. La compañía de Marie Chouinard, ‘enfant terrible’ canadiense, ha vuelto por tercera vez a la Región, y por segunda al Festival con un programa mixto que encapsula treinta años de trayectoria. El ávido público del festival pudo ver su recién estrenada ‘Magnificat’ (2025 en Madrid) y su no tan reciente ‘Le Sacre du Printemps’ (1993). Si bien hay siglos de diferencia entre ambas composiciones musicales, Chouinard las ha destripado de todo ápice temporal para jugarlas desde la mínima esencia del cuerpo desnudo. Cuerpos de todo tipo, forma y color, cuya piel al descubierto es verdadera naturaleza. Carne que no es nunca exhibitoria ni escultórica, tan solo piel donde habitar y crecer, donde nutrirse y reconocerse.
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Coreografía:
Marie Chouinard. -
Música original:
Johan Sebastian Bach e Igor Stravinsky. -
Diseño de luz y vestuario:
Marie Chouinard. -
Cuándo:
Sábado 9 de agosto, Auditorio Parque Almansa de San Javier.
A pesar de que ambas piezas están unidas por la misma carne, no podían ser más distintas. En ‘Magnificat’, los intérpretes navegaron entre el júbilo, el placer carnal y la alegría más natural y embriagada del existir. Vestidos únicamente con una capota prácticamente dorada como el halo de una virgen, bailaron a través de cuadros rápidos y emocionales (que no emotivos) hasta inundar el Auditorio del Parque Almansa de mareas de cuerpos que cabalgaban el suelo de rodillas.
En la consagración, los mismos trece intérpretes que tan solo minutos antes se reían y reunían con gran gozo en escena, eran ahora especímenes aislados bajo los focos cenitales. Se retorcían encasillados bajo una luz que ponía de relieve la iconografía clave de Nijinsky en ‘L’après-midi d’un faune’, con un movimiento casi bidimensional y en contrapposto, mostrando sus manos abiertas cara al público en semejanza a los grabados de vasijas griegas. Al igual que el fauno, la consagración de Chouinard se mueve entre animal y humano. O quizás hacia lo primitivamente animal del humano. La escena, siempre en negro, hacía destacar aún más los cuerpos que viajaban entre peleas de gallos y hombres persiguiendo náyades, o entre estampidas de bueyes y tribus en rito.
Solo piel donde habitar y crecer en el regreso, por segunda vez, de la Compagne Marie Chouinard al Festival de San Javier
Impulso interno
El lenguaje de Chouinard es sencillo a la vista, pero completamente exhausto para el cuerpo; es evocativo, aunque a veces frío, repetitivo y obtuso. Pero, sin duda, el punto fuerte de la coreografía de Chouinard está en su impulso interno. Sus intérpretes no bailan la música, sino que la encarnan. No buscan una representación pictórica o ilustrada del sonido. En ‘Magnificat’, las arias entraba en el cuerpo de los bailarines como un shock eléctrico que recorría sus columnas vertebrales, mientras que la Consagración colmaba de rigor todos sus músculos, movidos por una energía fustigante pero contenida que luchaba por salir a borbotones. Es una fuerza que recorrió el torrente sanguíneo de San Javier y puso en pie y en vítores a gran parte del Auditorio del Parque Almansa.

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Enlace de origen : Bach y Stravinsky, en carne viva