El idilio de André Müller (Cartagena, 24 años) con el deporte no fue un amor a primera vista. Tampoco una pasión que nació desde pequeño, sino que comenzó como una imposición por parte de un padre de Düsseldorf, que llegó a España para estudiar nuestro idioma en Alicante, una madre valenciana y un entrenador que veían en este joven criado en La Manga un chico con demasiado peso y necesidad de moverse. Justo así se creó a este coloso que se ha convertido en uno de los mejores lanzadores de peso del país y que, por supuesto, acabó enamorándose del deporte en general y del atletismo en particular.
Su madre le dio a luz en el hospital Perpetuo Socorro de la ciudad portuaria, pero pasó de la cuna del hospital al apartamento en el que su familia siempre ha vivido, junto a la zona del Zoco de La Manga. Allí estudió, en el colegio Mediterráneo, y regresó a Cartagena para hacer una FP de acondicionamiento físico porque lo de la universidad no iba mucho con él. Al menos al principio. En esa época, André Müller era, junto a su hermano, «el más gordito de mi clase y nunca hacía ejercicio físico porque no me gustaba», algo que ocurre con más asiduidad de la que debería.
Pero hubo alguien que encendió la mecha de la carrera de Müller sin que él lo supiera, una persona que al principio parecía el diablo personificado pero que con los años se ha acabado convirtiendo en el precursor de que hoy el Coloso de La Manga se siente en la mesa de los mejores atletas del país. «Mi antiguo entrenador, Juan Pérez, que casualmente era mi vecino, vio una vez a mi madre paseando al perro y le dijo que nos metiéramos en atletismo», recuerda André, quien confiesa que no le pareció una buena idea en un primer momento. «Acabamos probando, pero no me gustaba nada. Le fui cogiendo el gusto día a día hasta llegar a donde he llegado».
«En mi primer torneo me agarré a la valla y dije que no competía. Me eché a llorar. Me convencieron y acabé segundo», confiesa
Eso de vestirse de corto, embadurnarse las manos en magnesio y coger la pesada bola metálica no era el mejor plan de André Müller hace no muchos años. Tanto que a veces este joven de La Manga se convertía en un mar de lágrimas antes de su turno en campeonato. El proceso no fue sencillo para deportista, técnicos y familia. «En mi primera competición, siendo alevín, me agarré a la valla y dije que no competía. Me eché a llorar. Me convencieron y acabé segundo. Ahí me empecé a ilusionar de verdad. A pesar de no contar con muchas instalaciones en La Manga, mi antiguo entrenador nos motivaba mucho de cara a competir a todos los críos. Más que por mí, lo acabé haciendo por su ilusión. Éramos un pequeño grupo muy familiar y a mí me fue conquistando poco a poco», confiesa.
Un antes y un después
Pero hay una cita que marcó un antes y un después en la carrera de este gigante de La Manga. Müller tenía 14 años, aún no sentía haber caído en las redes del atletismo, pero un torneo nacional le hizo enamorarse del todo de este deporte e ir entrenar todos los días para alcanzar a los mejores del país. «Era cadete y logré la mínima para el Campeonato de España y, otra vez, la ilusión que vi en el rostro de mi entrenador y la que me generó a mí fue lo que me hizo plantearme lanzarme a competir por todo», reconoce el joven lanzador de peso.
Consciente de la crueldad y dificultad que tiene la élite en el deporte, Müller optó por continuar su trayectoria con pies de plomo, pero la alegría que desbordaba a sus padres en cada competición y el esfuerzo diario en busca de un objetivo aceleraron su talento y su llegada a las mejores competiciones. Hoy, el Coloso de La Manga alcanza la decena de medallas en Nacionales, la última hace ocho días en el Campeonato de España de Tarragona, en este caso de bronce y numerosos premios en distintos meeting.
Unos éxitos que compagina con, ahora sí, el grado de CAFD. Al igual que el atletismo tardó en conquistarle, Müller también dio el paso de estudiar en la universidad, una idea que tampoco rondaba su cabeza al principio. Por las mañanas, turno para seguir formándose en lo que le ha acabado encantando, la actividad física y el deporte. Por la tarde, momento para regresar a la pista del CAR de Los Narejos, su cuartel general donde sigue construyendo una carrera que le está llevando a donde quiere.
Un camino que no fue sencillo y que tuvo su primera alegría en forma de medalla hace seis años en un campeonato sub-20 celebrado en Madrid. Müller acudió a la cita con 18 años y unas ganas tremendas de competir, pero una indisposición que le hizo tener casi 40 grados de fiebre le puso su participación contra las cuerdas. «Nadie me iba a dejar si lanzar. Mandé la bola bastante lejos y me colgué la medalla de bronce en el podio. Jamás olvidaré aquel día. Fue un impulso a mi carrera», asegura el mangueño.
De la primera a la última
Aquella tarde fue el germen de todo. André Müller plantó la semilla y seis años después sigue recogiendo los frutos. Exigente consigo mismo como pocos, el Coloso de La Manga aterrizó en Tarragona el primer fin de semana de agosto con el objetivo de defender el bronce que ya consiguió el año pasado. El pupilo de José García quería regresar a su casa con, al menos, el mismo metal del Nacional al aire libre. Y así fue. «Me había quedado cuarto en pista cubierta y fue una pena. Llegaba muy bien. Personalmente creo que podía haber hecho algo más. Fue con demasiadas ganas, con euforia de más que creo que me pasó factura. Acabé contento porque es una medalla que tiene mucho trabajo detrás, pero no terminé satisfecho», reconoce.
Ha pasado en pocos años de temer la hora de tener que vestirse de corto para ir a entrenar a enfadarse consigo mismo por no alcanzar la plata o el oro. Esa es la mentalidad de un atleta que persigue el máximo. Müller es un deportista frío que con el tiempo ha ido rebajando expectativas antes de los torneos «porque puede ser contraproducente y acabar frustrándote». Pero en esos momentos juega un papel fundamental su entorno, que no le ha abandonado nunca y le ha levantado cuando necesitaba una mano. «Intento ir con la mente fría, pero a veces se hace muy difícil por la ilusión de mi familia; sientes que no quieres cagarla, pero procuro no tener muchos altibajos mentalmente, creo que es importante para que las cosas vayan bien», señala.
A este gigante de La Manga ya nadie le va a sacar del corazón el atletismo, deporte del que espera que aún le deba tres grandes regalos. «Ser campeón de España es algo que está cada vez más cerca. Representar a España en un Mundial sería la leche, pero competir en unos Juegos Olímpicos es el sueño que tengo desde que era niño y me quedaba pegado al televisor sin perderme nada».
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Enlace de origen : André Müller, el «chico gordo de clase» que encontró su lugar en el atletismo