
Un delantal y un sombrero. Hay que saber llevarlos. Una combinación imposible, prodigiosa en su excentricidad, sorprendentemente elegante en su atrevimiento, rotunda en su reflejo … de personalidad abrasiva, que resalta todavía más cuando se completa con un pantalón, una camisa rosa de manga larga y cero gotas de sudor en pleno centro de una Cartagena adormecida y desafiante en el segundo sábado de este agosto de chicharras, vientos de levante, olas de calor y espejismos. Un delantal, un sombrero y una carrera que salta de disciplina, obligaciones, ámbitos y paisajes con la coordinación de una gaviota que planea sobre un pueblo pesquero, con la inquietud de los primeros exploradores, con la curiosidad de la infancia eterna, con el fervor calmado de quien, además de haber visto casi todo, sabe que todavía le quedan cosas por ver. Y que las verá. Con la presencia, en definitiva, de Michael Portillo (Bushey, Hertfordshire, Inglaterra, 1953), a quien encuentro secando con cuidado su móvil. ¿Cuántos contactos intransferibles, poderosísimos, convivirán en ese pequeño aparato electrónico? Tras sufrir un pequeño accidente con su vaso de agua en una mesa perteneciente a la Bodega La Fuente, establecimiento ubicado en la calle Jara de la ciudad portuaria donde la anchoa del Cantábrico reina como ingrediente estrella.
Nos presentan, aprieta la mano con firmeza, clavando la mirada, y nos sentamos en dos pequeños taburetes para iniciar una charla que, previamente, me ha marcado su equipo con dos indicaciones: no más de un cuarto de hora y ni una palabra sobre el motivo de su visita a Cartagena para grabar un programa. La segunda, claro, se cumple a rajatabla. La primera, a pesar de un pequeño intento por parte de una de sus compañeras de finalizar en el tiempo acordado, se extiende hasta los veinte. «Five minutes, ok». Sin su visto bueno, hubiera sido imposible. En cualquier caso, es un tiempo diminuto en comparación a la inmensa cantidad de cuestiones que despierta alguien cuya trayectoria sería más sencilla de definir si se enumerasen las cosas que no ha sido. Porque, entre (muchas) otras cosas, fue: asesor de prensa de Margaret Thatcher; ministro de Transporte; secretario de Estado para la Defensa; secretario de Estado de Empleo; secretario general del Tesoro; miembro de la Cámara de los Comunes durante varias legislaturas; presidente del comité del Premio Man Booker 2008; y crítico de teatro para el ‘New Statesman’. Porque, entre (muchas) otras cosas, es: presidente de la organización DEBRA, dedicada a la investigación de la epidermólisis ampollosa (EB), una afección genética que produce ampollas en la piel; embajador del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca; miembro de la Royal Scottish Geographical Society; doctor ‘honoris causa’ por la Richmond American University de Londres; vicepresidente honorario de Canning House; presidente de la línea Friends of the Settle-Carlisle, entidad que apoya y promueve la línea ferroviaria homónima; locutor de radio; columnista; y presentador de popularísimos documentales de viajes entre los que destaca la serie ‘Great Railway Journeys’, programa con el que recorrió en tren distintos puntos del mundo como Asia, Estados Unidos o las Repúblicas Caucásicas.
Hijo de padre español, exiliado de la Segunda República, y de madre de origen escocés, Portillo reside actualmente en el municipio sevillano de Carmona, factor esencial para entender uno de sus últimos trabajos: ‘Andalucía con Michael Portillo’, seis episodios emitidos en 2023 en los que recorría alguno de los lugares más especiales de esta comunidad autónoma. Alguien que ha vivido tanto. Alguien que ha visto tanto. Alguien que ha tenido y tiene tanto. Alguien que podría descansar, parar, dejar la maleta en la entrada. Alguien que no se plantea esta última opción ni por un minuto. Porque no hay un segundo que perder. Viajar, viajar, viajar.
Con una sonrisa socarrona, acomodándose, observando que la grabadora ya está a pleno funcionamiento, empieza preguntando él. La costumbre de quien está acostumbrado a arrancar permanentemente.
En tragos cortos
-
Un sitio para tapear
The Wolseley, en Londres. -
Una canción
‘Bohemian Rhapsody’, de Queen. -
Un libro para el verano
‘El viento en los sauces’, de Kenneth Grahame. -
¿Qué consejo daría?
Vivir al máximo todos los momentos. -
Un aroma
Anchoa. -
¿Con quién no cenaría jamás?
Vladímir Putin. -
¿Quién dejó de caerle mal?
Donald Trump. -
¿Le gustaría ser invisible?
No, me gustaría ser más visible. -
¿Qué le gustaría ser de mayor?
Espero no llegar nunca a esa etapa -
¿Tiene enemigos?
Creo que no. -
¿Qué es lo que más detesta?
No tengo ese tipo de emociones. -
Un baño ideal
Cualquier sitio que esté lo más cerca posible de Cartagena.
-¿La entrevista la hacemos en inglés, en alemán, en ruso o en español?
-¡Me quedo con la última opción! Además, usted habla el castellano mucho mejor que yo.
-En absoluto, en absoluto. Bueno, veamos.
-¿Qué es lo primero que hace cuando llega a una ciudad en la que no ha estado nunca?
-Viajo profesionalmente, para grabar, así que lo primero que busco es el tema principal del cual hablar. La historia del sitio y la mejor manera en la que puedo interpretarla y transmitirla al televidente.
-¿Dónde y cómo surge su pasión por los viajes?
-Los primeros viajes que hice fueron a España. Me vine con dos años. Recuerdo alguna cosa de aquello. Llegué con mi madre y un hermano, en barco, a Vigo, saliendo de Inglaterra. Nuestro destino era Salamanca. Hicimos este trayecto porque mi padre era español, pero en aquellos tiempos, el año 1955, no podía regresar porque estaba en el exilio. Mi madre, que hablaba castellano perfectamente y amaba España, quería que conociésemos nuestro segundo país y a la familia de aquí, así que insistió en que viniésemos, aunque no pudiera estar mi padre. Este fue el primer viaje que hice al extranjero. Los siguientes fueron también a España. Con ocho y nueve años ya me mandaban solo para que aprendiera el idioma en la casa de un tío, hermano de mi padre, que vivía en un pueblo donde nadie, absolutamente nadie, hablaba inglés.
-La ilusión genuina de esos primeros viajes que corresponde a la infancia, ¿se mantiene en su actual manera de recorrer el mundo?
-Totalmente. Me encanta tener la oportunidad de conocer muchos sitios a los que no iría si no fuese por mi trabajo. Por ejemplo, he estado recientemente en Corea, Japón y Uzbekistán. Es un privilegio, no solamente poder visitar estos lugares, sino compartirlos con el público. Tengo un sentimiento muy fuerte de responsabilidad porque son muchas las personas que me escriben para contarme que, por cuestiones de edad o movilidad, no pueden trasladarse lejos, pero viajan conmigo. Por eso, porque no viajo solamente por mí, sino también por quienes no tienen la posibilidad de hacerlo y me acompañan desde sus casas, considero completamente necesario tener entusiasmo por todo lo que veo y hago.
-¿Llega a sentir en algún momento que está en casa durante sus largos trayectos fuera de su auténtico hogar?
-Me adapto. Hay que reconocer que viajo en plan lujoso. Voy a hoteles decentes, como en buenos sitios, me acompaña el equipo… pero también me gusta mucho conectar con la gente de cada sitio. Charlo con muchas personas y, aunque a veces no tenemos el mismo idioma, nos comunicamos a través de las sonrisas, los gestos o disfrutando con bromas que se entienden en común. Por ejemplo, en Cartagena, he estado hablando con una chica llamada Adriana durante treinta minutos y ya es como si fuésemos amigos de toda la vida. Me gusta mucho romper el hielo cuando voy a entrevistar a alguien, aunque sea de una sociedad completamente distinta a la mía.
-A lo largo de todos estos años de viajes, ¿ha encontrado más diferencias o puntos en común entre los seres humanos?
-Las dos cosas. Te voy a dar un ejemplo. Yo viajé a Japón por primera vez hace cuarenta años, iba siempre en plan oficial, y me citaba con señores más bien ancianos, porque allí se lleva a cabo un sistema de gerontocracia, muy formales, pero con los que no conseguía conectar, penetrar en su cultura. Me encontraba muy perdido. Sin embargo, después de un largo tiempo, volví al país y comprobé que muchas cosas han cambiado, como los carteles de los establecimientos, que ahora están también en letras europeas. Además, te puedes sentar en un café, un bar o un club de jazz, sacas el móvil y empiezas a hablar con quien tienes al lado gracias al Google Translate. Así he descubierto que estas personas que antes me parecían tan cerradas son más bien abiertas y tienen mucha curiosidad, sobre todo en las provincias. Hablas con ellas de lecturas, idiomas, costumbres…
-Los trenes. ¿Siempre le gustaron? Tienen esa cosa romántica y nostálgica que supera las barreras del tiempo.
-Lo has dicho muy bien: los trenes tienen mucha nostalgia. Y lo curioso es que la despiertan incluso en quienes nunca vivieron ese pasado. Eran otros tiempos, yo apenas los conocí, en los que se viajaba más despacio y de una forma más aventurera. También estaban las novelas de Agatha Christie y las películas norteamericanas en las que los trenes siempre tenían un aspecto muy lujoso. Ahora también son interesantes. Por ejemplo, si sales de París a Niza, puedes observar la manera en la que cambian los paisajes, la luz. Y puedes ir a la cafetería para hablar con personas de otros países. Son cosas muy curiosas que raramente puedes hacer en otros transportes como, por ejemplo, un avión.
-¿Qué sitios le quedan por conocer?
-¡Tantísimos! Sri Lanka, que tiene muchos ferrocarriles, o China, aunque allí está muy complicado ahora por la política. Rusia, de momento, es imposible. América Latina también es difícil porque hay pocas vías de tren. Me falta mucho por ver, pero no dejo de avanzar. Poco a poco.
-¿Echa de menos la política?
-Celebro mucho la carrera política que tuve. Fue una suerte vivir aquellos estupendos años. Estuve en los gobiernos de Margaret Thatcher, los cuales fueron tiempos de revolución constante. Teníamos una ideología clara y pensábamos que podíamos cambiar el país y, hasta cierto punto, el mundo. Creo que teníamos razón. No siento nostalgia por esa etapa, pero tampoco rechazo alguno. Fue un privilegio.
-A nivel político, ¿cómo ve el mundo actual?
-Igual que tú. Igual que todos. Por mi experiencia, sé lo que está pensando la gente y lo que necesita. Viví unos años con certidumbre en las ideas y liderazgos fuertes. Y eso es lo que falta actualmente en muchos países.

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : Michael Portillo, el presentador y expolítico en Reino Unido, visita Cartagena: «Siempre busco la historia del sitio y cómo transmitirla»