
Mucho ha llovido desde que Vladímir Putin y Donald Trump se dieron la mano por última vez en Osaka (Japón) en 2019, durante la cumbre … del G-20. Este viernes ambos dispusieron de una primera hora a solas para mirarse a los ojos y ponerse al día sin testigos, acompañados solo por sus traductores de confianza. Tenían cita en Alaska para hablar de la paz en Ucrania. Trump le recibió con aplausos en la pista de aterrizaje.
El magnate republicano esperaba evaluar a su contraparte en los «dos primeros minutos», según había anticipado. El mandatario ruso, entrenado en la KGB y con un cuarto de siglo en el poder, sin duda agasajó en privado a su anfitrión con los elogios que quería oír, y en público con la imagen que quiere proyectar. Fuentes del Kremlin y de la Casa Blanca coinciden en que ambos se caen muy bien y la conversación fluye entre ellos.
Putin ya se ganó a George W. Bush en el año 2000 durante su primer encuentro en Nueva York al amparo de la ONU. El mandatario estadounidense le trasladó la recepción más cálida que haya tenido en EE UU, con una invitación personal a su rancho de Crawford (Texas) donde dijo haberle mirado a los ojos y haber visto su alma. Trump es consciente de que «aquello no le salió muy bien» y espera no cometer el mismo error. Había que ponerse manos a la obra para traducir la simpatía en acción política.
Seis frente a seis
Tras el encuentro inicial en la intimidad de una sala en la base militar de Elmendorf-Richardson se sumaron a la conversación cinco miembros de cada delegación, entre ellos los ministros de Exteriores (Marco Rubio y Sergei Lavrov), Defensa (Pete Hegseth y Andrei Belousov) y Finanzas (Scott Bessent y Anton Siluanov). Le acompañaban también en la delegación el amigo y enviado especial de Trump para Oriente Medio, Steve Wickoff, que ya se había reunido antes con Putin, el secretario de Comercio Howard Lutnik, y el director de la CIA John Ratcliffe. Por el lado ruso, el asesor de Exterior del Kremlin, Yuri Ushakov y el del Fondo de Inversiones Directas Kirill Dmitriev.
Era una oportunidad para Putin, que ya no está invitado a los grandes encuentros internacionales, tras haberse convertido en un paria al invadir Ucrania hace tres años. Este viernes, en Alaska, Trump le proporcionó la posibilidad de volver a sentarse en la mesa de los grandes líderes, si antes se sienta con Volodimir Zelenski.
«¡Zelenski tenía que estar aquí!», decían las pancartas que dieron la bienvenida a ambos líderes en Anchorage (Alaska). La comunidad ucraniana en este estado que fuese parte del imperio ruso hasta 1867 asciende a un millar, la mayoría refugiados de la guerra para los que la reunión de los dos líderes era algo personal.
El alto el fuego, punto de partida
El concepto de Trump de líderes respetados puede no ser el mismo que el de la mayoría, ya que el mandatario estadounidense suele confundir miedo con respeto. En cualquier caso, Putin encaja con su definición, al igual que el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, «un líder altamente respetado» a quien Trump llamó desde al Air Force One camino de Alaska.
Fue, contó el presidente estadounidense en las redes sociales, «una conversación maravillosa», en la que además de agradecerle la liberación de 16 prisioneros, discutieron el encuentro con Putin. En el pasado Lukashenko ha criticado a Trump por considerarlo «un auténtico bocazas», que «por la mañana dice una cosa y por la tarde otra», dijo apenas la semana pasada en una entrevista con la televisión estatal de su país, pero a juzgar por el entusiasmo con el que Trump colgó este viernes el teléfono, eso no es lo que escuchó. «Tuvimos una conversación muy buena, estoy deseando reunirme con el presidente Lukashenko en el futuro», escribió del dictador que ha ejercido el control absoluto de su país desde 1994.
La influencia de esa última llamada antes de un histórico encuentro con Putin -el séptimo de sus vidas, el segundo al margen de una cumbre y el primero de su segunda presidencia- llenó de preocupación a los aliados de Ucrania. Trump dejó claro en el avión que no se quedaría contento con nada menos que un alto al fuego. Lleva la cuenta de los muertos en Ucrania, altamente influido por su esposa Melania, eslovaca, y ansía apuntarse este tanto para sus credenciales al Nobel de la paz.
Según la prensa sueca, el mandatario estadounidense llamó esta semana sin avisar al ministro de Finanzas noruego, Jens Stoltenberg, para preguntarle cuándo la academia sueca le dará el Premio Nobel de la Paz. Stoltenberg confirmó a Reuters la llamada que, dijo, giró en torno a los aranceles, pero no quiso confirmar ni desmentir la polémica pregunta sobre el Nobel, con el argumento de que no podía entrar en detalles. Trump sostiene que este año ya ha acabado con seis guerras, «a promedio de una al mes» (Israel–Irán, Congo–Ruanda, Camboya–Tailandia, India–Pakistán, Serbia–Kosovo, Egipto–Etiopía). Son reclamos inflados o atribuciones exageradas que niegan los propios estados involucrados, pero que forman parte de su narrativa de pacificador en jefe. A sus ojos, cualquier alto al fuego temporal cuenta como triunfo.
Duros negociadores
Ambos llegaron con una imagen de duros negociadores que necesitaban mantener, dispuestos a partir si las conversaciones no eran productivas, pero seguros de que no lo harían antes del breve tiempo agendado para el encuentro. Putin ya ha practicado en el pasado las estrategias de manipulación del ego que funcionan con Trump y demuestra a sus contrapartes que está dispuesto a ser su aliado en la imagen pública. «Se convierte en un espejo. Le dice a todo el mundo lo que quiere oír», observó el oligarca ahora en el exilio Sergei Pugachev en el Washington Post. Se prepara «inmaculadamente» para los encuentros, «lee todo lo que recomiendan los expertos» y «desarma y manipula a su interlocutor metiéndose en su cabeza», contó James Rubin, que fuese encargado de prensa de la secretaria de Estado Madeleine Albright.
Como ejemplo contó que poco antes de su primer encuentro con Albright en el año 2000, improvisó una conferencia de prensa en la que contó que esperaba que la diplomática americana fuera «muy, muy dura con él» y lo presionase sin piedad. «Al marcharse se volvió hacia ella y le dijo: Lo he hecho como un favor a ti porque se que te gusta ser dura. Básicamente le estaba diciendo: he leído tu ficha y se que te gusta ir de dura, así que no me importa darte un hueso».
Si algo tenía en contra Putin ayer es que la reunión se había anunciado sin mucho tiempo para prepararse, pero Putin y Trump no son nuevos. Se conocen personalmente desde 2017 y llevan, como mínimo, una década siguiéndose los pasos. Alaska sin duda será otra fecha importante en su constelación.

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Enlace de origen : Trump recibe con aplausos a Putin en Alaska antes de la cumbre donde se juega el futuro de Ucrania