
La Casa Blanca organizó ayer un auténtico espectáculo de la llegada de Vladímir Putin a Alaska. Una alfombra roja al pie de la escalerilla de … su avión, un breve desfile aéreo con cinco aviones en escuadra, cuya punta de lanza era un B-2, el bombardero furtivo utilizado para atacar los laboratorios nucleares de Irán, y un paseo en ‘La Bestia’, la limusina presidencial estadounidense.
Eso sucedió antes de la cumbre. Momentazo histórico. Cuatro horas más tarde, sin embargo, los dos jefes de Estado dieron carpetazo al encuentro de una manera más sobria y hasta cansada, como con ganar de marcharse lo antes posible de Anchorages sin aspavientos.
A los periodistas les resultó sorprendente que Trump, en lo que debería ser un teórico momento de gloria, apenas hablase cuatro minutos en la rueda de prensa y luego descendiera del atril sin atender preguntas. Los dos líderes tampoco hicieron bromas ni gestos de complicidad en la breve comparecencia, donde era evidente que quien más cómodo se encontraba era Putin. Incluso cuando sugirió que la próxima reunión debería ser en Moscú, la respuesta de su interlocutor tuvo tintes circunstanciales. Dijo que la propuesta le resultaba «interesante», pero que recibiría «demasiadas críticas».
El jefe del Kremlin, por cierto, regresó al aeródromo de la base militar en su propio coche oficial blindado. ‘La Bestia’ fue únicamente para Trump. Los dos se despidieron sin cámaras y de manera bastante silenciosa: el norteamericano de regreso a la Casa Blanca y el ruso en dirección al Lejano Oriente de su país para visitar a un gobernador regional.
Un recibimiento sorprendente
En Estados Unidos, la aparatosa bienvenida no pasó desapercibida ni para los medios progresistas ni para los ultraconservadores. Los tertulianos de la CNN, por ejemplo, permanecieron ojipláticos ante una recepción en la que coincidieron que legitima de nuevo al jefe del Kremlin ante el mundo. Para otros analistas, la radiografía resultaba similar. Aislado internacionalmente desde 2022, Trump le dio la mano para rescatarle del ostracismo, al mismo tiempo que propinaba una bofetada a la Corte Internacional de Justicia.
El líder ruso está bajo una orden de busca y captura por crímenes de guerra, aunque ni EE UU ni Rusia reconocen la autoridad de este tribunal, de modo que Putin tuvo bula para campar a sus anchas por Alaska. Trump se está convirtiendo en un experto en este campo: hace poco más de un mes recibió en la Casa Blanca a otro reclamado por el Tribunal de la Haya: Bienjamín Netanyahu.
La bienvenida tampoco causó buen efecto entre algunos ultraconservadores americanos. Contemplar a militares estadounidenses desenrrollar una alfombra roja delante del avión del presidente ruso hizo que a más de uno le sintiera mal el almuerzo.
Existe la teoría de que el inquilino de la Casa Blanca ha corrido un gran riesgo con el recibimiento de anoche, aunue a un buen puñado de analistas les hizo ver cierta esperanza de que los líderes de las dos superpotencias venían ya con un preacuerdo bajo el brazo. Demasiado realce histórico para irse de vacío.
Luego está la teoría de que Washington trató con este despliegue de mostrar a Putin, y por extensión a los rusos y también los europeos, un microrrelato de todo el poder de EE UU. Viaje en ‘La Bestía’, vuelo del sofisticado B-2 y profusión de cazas F-22 Raptor, bien escoltando al superbombardero en su demostración aérea o bien dispuestos en tierra. Este avión, desarrollado Lockheed Martin, es un referente global sobre superioridad aérea y capacidad táctica. También fue utilizado en la ‘operación León Ascendente’ contra Irán. El B-2 y el F-22 Raptor, juntos en el helado Anchorage, venían a recordar este viernes a todos el reciente éxito militar estadounidense contra el régimen islámico, y a Rusia en particular el poder de su fuerza aérea.
Lo de ‘La Bestia’ constituyó toda una sorpresa, incluso para los asesores del presidente de EE UU y el servicio de seguridad de Putin, al que esperaban con su propia limunsina blindada a pie de pista. El Aurus de lujo que le acompaña en sus viajes acabó al final integrado en la caravana hacia la base militar de Elmendorf-Richardson detrás del Cadillac de Trump. El gesto resulta más sorprendente si se tiene en cuenta que sólo un número muy reducido de personalidades extranjeras han viajado en esta fortaleza móvil. El presidente francés, Emmanuel Macron, y el entonces primer ministro de Japón, Shinzo Abe, fueron los únicos mandatarios internacionales que se montaron en él durante el primer mandato del líder republicano.
Los medios rusos, al contrario que muchos de los estadounidenses, sí han disfrutado de la bienvenida a su jefe de Estado en Alaska. ¿Quién dijo frío? La portavoz del Kremlin, Maria Zajarova, consideró que el recibimiento demuestra que las noticias sobre el aislamiento a Rusia debido a la guerra en Ucrania son una «completa locura» y solo demuestran la «obsesión» de los medios que las prodigan.

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Enlace de origen : Alfombra roja, bombarderos, 'La Bestia' y una sobria despedida, así fue la reunión de Alaska