
En verano se tiene tiempo para todo descanso. Encuentros entre amigos, baños, comidas, visitas singulares e infinidad de momentos de disfrute. La pasada semana mi … amigo Vicente me invitó a conocer su colección de carburos. Lámpara utilizada por los mineros, funcionaba con el gas que se genera por la reacción química entre el carburo de calcio y agua. Pues mi amigo Vicente tiene cerca de 400 totalmente operativos y cerca de 50 en su taller de reparación, que pasarán a engrosar la gran colección.
Mientras disfrutamos observando y teniendo en la mano algunos de ellas nos preparó un tentempié para la jornada. Degustamos un paté que se hace con el pescado del caldero muy bien triturado añadiéndole alioli casero «al gusto» que el profesor Rivas lo borda dándole un sabor exquisito y, sobre tosta de fino pan a la brasa, es un verdadero manjar. Lo acompañamos de un vermú ‘Maldito Duende’ by Bocamanga, elaborado con uvas airén y tempranillo con 12 botánicos añejados. Embotellado por tres buenos amigos cartageneros, es el idóneo para compartir momentos como este en Portmán.
Nos pusimos en marcha el anfitrión y Pedro Baños para recorrer algunas singularidades de la bahía y su historia hasta la hora de «la manduca». Comentaban que, para la mayoría de quienes son de Portmán o, al menos, para las personas de su generación, ese territorio tiene «su aquel». No es fácil definirlo, no es sencillo concretarlo y, probablemente, serán diferentes cosas para diferentes personas pero, para Vicente y Pedro –nacidos en la década de los 50– hay muchas realidades que comparten y que les llevan a mantener su apego con el pueblo. Incluso a cuidarlo, a regarlo y a abonarlo si llega el caso, para que esas relaciones se mantengan.
En los años de la dictadura, protestar por los vertidos del lavadero Roberto podía costarle a uno la cárcel
Durante la dictadura y, en algunos aspectos, incluso después, Portmán era una sociedad muy cerrada. La conexión por carretera con el mundo desarrollado –representados por La Unión y Cartagena– era muy escasa y difícil. El autobús que unía ambas localidades en dos viajes diarios de ida y vuelta no solía tener muchas comodidades. Tampoco había vehículos particulares. Los taxis eran escasos (Pepe ‘El Barbero’, Perico ‘El Mosqui’…) y la población tenía que recurrir «de favor» a los camiones de Ruiz que transportaban concentrado de galena y blenda. La empresa Zapata-Portmán/Peñarroya puso un microbús de unas 20 plazas para llevar y traer empleados a Cartagena. Estaba incluido dentro del convenio para todos los productores, pero con diferencias entre «empleados y trabajadores». El microbús conocido como ‘La Saba’ por la marca del vehículo, era de uso exclusivo para las familias de los empleados y estaba prohibido para los trabajadores.
La Academia de Miguel
Tanto Vicente como Pedro fueron de los primeros hijos de trabajadores en salir de Portmán a estudiar en la Trimilenaria, a pesar de que la empresa puso a disposición de la población la Academia de Miguel Santana. Ninguno de los dos consiguió entrar a trabajar a Zapata-Portmán/Peñarroya, más allá de algunas jornadas en verano con los subcontratistas. Esa mala suerte inicial de no entrar a trabajar los llevó a buscarse profesionalmente la vida en otras singladuras y por otros derroteros diferentes a la mayoría de sus contemporáneos en Portmán.
Recuerdan la gran labor del cura cartagenero Don Antonio Martínez Valero con la juventud de Portmán. Lástima que duró poco tiempo porque sus relaciones con la empresa no fueron satisfactorias para esta. Las inquietudes de Vicente y Pedro por su pueblo los llevaron a plantearse la conveniencia de los vertidos al Mediterráneo de los restos del lavadero Roberto y, en diferentes momentos, a comprometerse en la lucha contra esos vertidos que se estaban aterrando la bahía. Eran «tiempos difíciles». Pero luchar contra esos vertidos al mar –que ahora llamamos ecología– entonces eran etiquetados como «subversivos» por la dictadura y de «locuras» que iban a echar al paro a los trabajadores. Y es que uno podía, incluso, acabar en la cárcel.
Los comienzos para la llegada de la democracia con las elecciones de 1977 no supusieron grandes cambios sociales en Portmán, pero sí comenzó un movimiento de reclamación y lucha contra los vertidos, continuando de este modo las protestas que realizó Don Antonio Martínez Valero en el diario ‘Pueblo’. La Constitución de 1978 estableció determinados derechos relacionados con la protección de la naturaleza, junto con otros humanos, civiles y sociales. Esto trajo consigo publicaciones a nivel nacional relacionadas con el vertido de los residuos mineros en Portmán. Cuando en 1984 se fundó Greenpeace, uno de sus primeros objetivos fue denunciar el vertido. Ya en 1988 se constituyó la mercantil Portmán Golf, lo que trajo como consecuencia que, el 30 de marzo de 1990, se trasladara del lavadero Roberto a unas nuevas instalaciones. Finalmente, en noviembre de 1991 se cerraron las explotaciones de Peñarroya.
Y continuamos hablando –y mucho– sobre la Sierra Minera, en un lugar muy especial: el antiguo juego de bolos que creó en su día Juan García, bisabuelo de los actuales gestores. En sus inicios fue una barraca de madera hasta que su hija Luisa se hizo cargo del negocio y puso de moda el local con michirones, patatas hervidas y arroces. Lo continuó Agustina, pasando el testigo a la señora Paca haciendo crecer Casa Cegarra hasta nuestros días, regentado por Antonio y Tomás Cegarra.
Los dos hermanos lo han convertido en un referente gastronómico. Iniciamos el encuentro con el típico Porrón de Belmonte (bebida del local), acompañando un plato de pulpos estilo Cegarra y unos matrimonios mineros. Ya en mesa comenzamos con unas albóndigas caseras de la abuela Luisa. Continuamos con unos boquerones fritos, crujientes y jugosos con un golpe de sal y limón insuperables. Un buen plato de bonito en salazón en su punto de curado acompañado de sabroso tomate y aceitunas dio paso a unos calamares de potera a la andaluza con un rebozado muy ligero: «crujientes por fuera y tiernos por dentro».
Para terminar degustamos su típico caldero, el arroz marinero que toma su nombre del caldero en el que se cuece pero aquí tiene el valor añadido al cocinarse al estilo de la señora Paca con un golpe de alioli. Todo estuvo regado con un vino de Pagos de Galir, de uva Godello, D. O. Valdeorras. El último sabor fue un flan de naranja y, con un buen asiático, cerramos una jornada de verdadero lujo. Termino con una reflexión más real que la vida misma: «La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada persona, pero no la codicia de cada hombre».

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : Vivir en Portmán tiene «su aquel»