Brujo, ¿y el embrujo?

Brujo, ¿y el embrujo?

Volvió el Brujo a pisar las tablas de San Javier, que tantos aplausos le ha regalado a lo largo de su carrera. Fiel como siempre al actor cordobés, el público le esperaba formando un paisaje que a cualquier actor le debe hinchar los pulmones: un auditorio repleto de espectadores predispuestos al estilo tan personal del Brujo, esa fórmula que recurre a historias clásicas para aliñar sus chistes. Le conocen, han aplaudido la mayoría de sus montajes escénicos y, algo meritorio y difícil de mantener en el tiempo, siguen respondiendo a la llamada de ese juglar que narró con un carisma único la historia del Lazarillo de Tormes, capaz de desplegar infinitos recursos actorales, de causar hilaridad solo con gestos, de hablar con la mirada, de ocupar él solo todo el escenario, de sembrar la reflexión a golpes de humor. Aquel que revivió de forma hipnótica el mundo de Santa Teresa y ‘La luz oscura de la fe’ de San Juan de la Cruz. El que interpelaba al público, con esa voz que es un don del cielo, en ‘El viaje del monstruo fiero’.

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