
Dio la casualidad de que, durante aquel famoso apagón eléctrico acaecido el 28 de abril, me encontré en Madrid con Roberto López, un sumiller experto … en sake. ‘Kikisakeshi’ es una calificación oficial otorgada por el Sake Service Institute de Japón a un experto en sake por sus conocimientos sobre su elaboración, tipos, maridajes y servicios. El encuentro fue en el restaurante Zuara donde su chef, David Arauz, crea una experiencia gastronómica que materializa en la barra del restaurante. Es algo memorable y elegante a la vez, logrando trasladarte directamente al «país del sol naciente» con sus aromas y sabores.
A David me lo encontré este verano en el Gran Hyatt de la Manga Club en una cena a 4 manos que estuvo soberbia. Allí comentamos sobre la gran carrera de Roberto como biólogo, cinturón negro en judo y experto en champagne desde Château Pierre. Ha pasado como sumiller por grandes locales del buen comer como Grupo Reinaldo (La Casa del Rey), Puente Romano, Ibiza Gran Hotel o Ikos Porto Petros, entre otros muchos. Al final quedamos en volver a encontrarnos en Madrid los tres en la nueva reapertura de Zuara, en el Paseo de la Castellana.
Pero como la buena mesa también la tenemos presente en nuestra Comarca del Mar Menor, me dirigí a la cartagenera playa de Mar de Cristal. En concreto, a un singular restaurante de reciente apertura, La Oliva, para disfrutar de su magnífica cocina y de la tertulia con dos buenos escritores cartageneros. Uno de ellos fue el doctor Daniel Pérez Martínez que, al margen de ser médico especialista en cuidados intensivos, tiene a la historia y a la fotografía como sus principales aficiones, que compagina con la música y el cine. Estas aficiones son sus grandes pasiones, dando lugar a la publicación de su primer libro ‘La Guerra Civil en Cartagena’, un auténtico «atlas fotográfico» del ayer y del hoy.
Fernando Garrido y Tortosa fue una persona multifacética, que dejó un legado imborrable en Cartagena
Apasionado por la historia
Daniel, dentro de su pasión por la historia, siempre ha sentido predilección por la lectura de ensayos sobre los conflictos europeos en el siglo XX. Su vinculación con la fotografía le ha llevado a estar muy bien valorado. De hecho, fue premiado en el concurso de fotografía ‘Cinemur’ de ubicaciones cinematográficas de la Región por una serie sobre La Algameca Chica. Fruto de estas dos grandes aficiones le surgió la idea del libro.
Al comenzar la Guerra Civil, Cartagena pasó a ser el puerto más importante del territorio republicano. Sus instalaciones navales, ser la sede de la flota de destructores y submarinos y el hecho de constituirse en uno de los puertos de desembarco de los suministros militares procedentes de la Unión Soviética hicieron que, tanto el puerto como la ciudad, pronto fueran objetivos prioritarios de la aviación del bando Nacional. Estas circunstancias ocasionaron que Cartagena fuera protagonista de algunos de los acontecimientos más relevantes ocurridos durante el conflicto.
En la obra, el autor recopila multitud de antiguas fotografías de la ciudad de esos años y las confronta con instantáneas actuales tomadas en la misma ubicación, dándoles contexto con el relato de lo ocurrido durante la guerra. De esta forma pretende generar en el lector una proximidad geográfica, trazando un puente temporal con el pasado que le permite reflexionar sobre esos convulsos años de la historia de nuestro país. Entre las 84 fotografías que documentan el libro destacan algunas como la plaza de San Ginés en 1942 o la del rey Alfonso XIII inaugurando el monumento a los Héroes de Cavite en 1923, todas de gran valor histórico. Recomiendo su lectura porque el libro compara y enseña ambas etapas de las zonas ya conocidas, sin olvidar a los grandes nombres de personajes que hicieron historia en la Trimilenaria.
Nuestro tercer invitado a la mesa en La Oliva fue Mariano García Hernández, licenciado en Filosofía y Letras con la especialidad de Filología Románica. Desarrolló su carrera profesional en la Trimilenaria como maestro nacional de enseñanza primaria; también ejerció de profesor en el colegio de marina Antonio Ulloa y terminó en el instituto de enseñanza secundaria Jiménez de la Espada. Mariano realizó un trabajo de investigación sobre un gran escritor y político cartagenero: ‘Vida y obra literaria de Don Fernando Garrido y Tortosa’, que obtiene la calificación sobresaliente «cum laude». Entre sus aficiones ha ejercido como monitor de en la escuela del Club de Tenis de Cartagena.
Fernando Garrido fue un escritor, publicista, ideólogo, político, asociacionista, pintor. En definitiva, una persona multifacética que dejó un legado imborrable. Nació en Cartagena en 1821, en pleno período constitucional. Era un reformista dentro de un contexto socialista utópico, donde aún no se había definido su propia revolución ideológica y práctica política. De hecho, en los últimos años de su vida recibió críticas desde su propio ámbito e, incluso, un dorado apartamiento como intendente en Filipinas.
Su vida fue harto complicada. Después de 18 años residiendo en la Trimilenaria decidió viajar con la familia a Cádiz y, desde allí, hasta Madrid, donde fundó ‘La Atracción’, el primer periódico fourierista que él mismo escribía y repartía. El fourierismo defendía un sistema de organización social basado en las ideas del socialista utópico francés Charles Fourier. Su actividad fue en alza en Madrid y su periódico tuvo más éxito. Fernando Garrido, junto a Modesto Lafuente, fueron unos historiadores de referencia. La tesis escrita por Mariano se ha ocupado fundamentalmente de la producción literaria de ficción.
El reconocimiento a este cartagenero por parte de la ciudad que lo vio nacer consistió en comprar toda su obra escrita y denominar ‘Paseo Fernando Garrido’ a la Alameda de San Antón colocando una placa que se extravió. También hay un retrato suyo en el Palacio Consistorial obra del maestro Vicente Ros y están denominados con su nombre un colegio en Canteras y la Favcac. El legado de Garrido trasciende las fronteras de su Cartagena natal y, cuando se publique el libro de Mariano, será un gran reconocimiento a nuestro paisano.
Para celebrar el encuentro Sebas Betancour, chef de La Oliva, nos preparó un menú degustación exquisito regado con un vino Godello de Valdeorras de Bodegas Joaquín Rebolledo que maridó de lujo con sus platos. Empezamos con unos yakishimos de pez limón y gel de yuzu. Continuamos con gyozas de solomillo, salsa agridulce de melocotón y cereza Lyo. Después unos brioches de crema de sobrasada y anchoa 00 premium, que dieron paso a un salmón curado en azúcar y salsa ponzu casera. El chef nos presentó un ajo blanco con anguilas kabayaki y pico de gallo. El siguiente fue un gazpacho de aceituna verde, piparra y caballa encurtido, representado la Gilda pero líquida. Los platos fuertes fueron un Gyu Katsu Sando de vaca, un sándwich 80% carne, pan de leche y sus salsas, espectaculares; y unas rodajas de merluza en tempura, guisantes asados y caldo de jamón. El postre estuvo soberbio y consistió en higos verdales en texturas con aceite de higuera y helado de queso azul. Lo acompañamos de un Brut Nature Viña Escamel con el que brindamos por el éxito de los comensales. Termino con esta reflexión: «Hacer lo que te gusta es libertad, pero que te guste lo que haces es felicidad». Pues ya saben.

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