El Camino del fuego

El Camino del fuego

Jueves, 28 de agosto 2025, 07:47

El fuego ha vaciado de peregrinos buena parte del Camino de Santiago en sus diferentes itinerarios hacia la catedral compostelana. El Camino de Invierno, golpeado por los incendios en Galicia y Castilla y León, es uno de los que más ha sufrido la lógica desbandada ante la incertidumbre y el riesgo de caminar entre valles y montes envueltos en llamas. La ruta en cuestión discurre entre Ponferrada, en León, y Santiago de Compostela, unos 210 kilómetros que se suelen cubrir en una decena de etapas, entre ellas los 62 kilómetros que atraviesan el interior de la provincia de Ourense, entre Quereño y A Rúa, un tramo directamente afectado por el descomunal incendio de Larouco, el mayor de la historia de la Comunidad gallega.

El de Invierno es uno de los caminos más desconocidos y quizás por eso el elegido por aquellos peregrinos que huyen de las ‘aglomeraciones’ de otras vías jacobeas (y sus albergues), como el Camino Francés. Además, fluye a lo largo del río Sil, a orillas de la Ribera Sacra, de inmensa belleza, por lo que últimamente están surgiendo voces que reclaman el cambio de nombre por el del Camino Sacro. Los partidarios de mantener la denominación actual recuerdan que evoca a los peregrinos que sorteaban las nieves invernales de la subida a O Cebreiro por el clima más benigno de las riberas del Sil.

Por si fuera poco, la senda atraviesa sucesivamente las cuatro provincias gallegas (Ourense, Lugo, Pontevedra y A Coruña, por este orden). «Es el más gallego de todos los Caminos de Santiago, el único que discurre por todas las provincias de la Comunidad», dice Carlos Saavedra, hospitalero voluntario del albergue de A Rúa, que desde que se declararon los incendios, hace ya dos semanas, sólo ha podido estampar el sello en la credencial de un par de peregrinos frente a las decenas de los días precedentes.


Arriba, un peregrino recorre el Camino de Santiago. Abajo, un responsable de un albergue y las escaleras con zapatos de otro refugio para peregrinos.

Imagen principal - Arriba, un peregrino recorre el Camino de Santiago. Abajo, un responsable de un albergue y las escaleras con zapatos de otro refugio para peregrinos.

Imagen secundaria 1 - Arriba, un peregrino recorre el Camino de Santiago. Abajo, un responsable de un albergue y las escaleras con zapatos de otro refugio para peregrinos.

Imagen secundaria 2 - Arriba, un peregrino recorre el Camino de Santiago. Abajo, un responsable de un albergue y las escaleras con zapatos de otro refugio para peregrinos.

Carlos, un canario de Fuerteventura de 64 años, reside desde 2002 en Ponferrada, a donde llegó por amor. Apasionado de la ruta jacobea y con un corazón de oro, siente que debe ayudar a los peregrinos «igual que los hospitaleros me ayudaron a mí cuando empecé mis primeros caminos». Por eso se hizo hospitalero voluntario del albergue municipal de Ponferrada, donde conoció a su mujer, Carmen, estableciéndose para siempre en esta localidad del Bierzo, en cuyo hospital ha trabajado como celador hasta su jubilación, el pasado año.

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Ahora recorre todos los días los 57 kilómetros que separan Ponferrada de A Rúa, donde presta sus servicios desinteresadamente como hospitalero de un albergue que lleva más de dos semanas prácticamente vacío. El establecimiento, con 14 camas repartidas en siete literas, ofrece desayuno y cena a cambio de un donativo, que suele ser de diez o quince euros, «aunque hay peregrinos que dejan hasta veinte», apunta Carlos, que prefiere no dar importancia al asunto crematístico y centrarse en lo que representa un albergue de peregrinos «como espacio donde compartir experiencias, motivaciones y sentimientos».

En todo caso, él les prepara el desayuno (café con leche o Cola Cao y tostadas de pan con aceite y tomate) y la cena, que en verano suele constar de ensalada y crema de verdura y en invierno de lentejas con chorizo. Cama, desayuno y cena por lo que cuesta ir al cine con la pareja. No está mal. «Y pon por favor que hay vecinos de A Rúa que tienen huertas y nos regalan tomates, cebollas, calabacines y frutas, y a los que estamos muy agradecidos». Dicho queda.

El albergue pertenece al Ayuntamiento de A Rúa, pero es gestionado por Agacs, la Asociación Gallega de Amigos del Camino de Santiago, que también se encarga del albergue de Villamartín de Valdeorras, el pueblo vecino, que durante los días más críticos de los incendios acogió a varias familias desalojadas de sus viviendas.

«Se te parte el alma»

Pese a la ausencia de peregrinos en el tramo orensano del Camino de Invierno, Carlos no falta a su puesto en A Rúa por si se deja caer alguno. La última (y prácticamente la única) en pasar por allí fue la barcelonesa Montse Pérez, de 66 años, que se alojó hace dos días antes de proseguir su ruta hacia Santiago (a 199 kilómetros de distancia), a donde planea arribar el 3 de septiembre. A Montse, que viaja sola, la encontramos con su mochila a cuestas en un sendero en dirección a A Pobra do Brollón, ya en Lugo, donde se dispone a pernoctar en su albergue municipal por 20 euros la noche: alojamiento en litera con derecho a sábanas y toalla, y desayuno incluido.


Arriba, un albergue para peregrinos. Abajo, las camas donde pernoctan los peregrinos y una viajera hacienda el Camino de Santiago.

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Imagen secundaria 1 - Arriba, un albergue para peregrinos. Abajo, las camas donde pernoctan los peregrinos y una viajera hacienda el Camino de Santiago.

Imagen secundaria 2 - Arriba, un albergue para peregrinos. Abajo, las camas donde pernoctan los peregrinos y una viajera hacienda el Camino de Santiago.

Desde que partió de A Rúa ha transitado a pie a lo largo de 50 kilómetros entre un paisaje ennegrecido por el fuego, que le ha partido el alma, como confiesa con un rictus de tristeza. «Miras a los lados y no ves nada verde, y las nubes de humo parecen salidas del infierno; es una catástrofe», se lamenta.

Cuenta que en su recorrido, a veces por tramos completamente calcinados y cubiertos de ceniza, se ha cruzado con militares de la UME, bomberos y personal de Protección Civil. «Soy una mujer prudente y si me dicen que no pase me doy la vuelta; pero no me han advertido de ningún peligro, así que yo he seguido andando. Tengo espondilitis anquilosante, no puedo mover el cuello y como el médico me ha dicho que sólo puedo caminar y nadar, pues yo camino. Eso sí, en algunos momentos me he puesto la mascarilla porque llegaba humo y olía a quemado, pero llamas hoy ya no he visto», relataba este martes pasado.

Maestra jubilada, la catalana escogió el Camino de Invierno huyendo de la masificación de Barcelona. «Necesitaba soledad, estar en un sitio con espacio y sin gente alrededor, y este camino es el ideal, aunque, claro, no me lo esperaba tan vacío como ahora con los incendios». El de ahora es un punto y seguido en su colección de caminos, que inició tras jubilarse anticipadamente por enfermedad y comenzar a «probar cosas nuevas», como la experiencia del Camino de Santiago, a la que lleva diez años enganchada. «Es una forma preciosa de conocer este país, de meterte en su historia y en sus leyendas y de sumergirte en la espiritualidad que te aporta. Y encima conoces gente de otros países y haces buenos amigos», resume.

Rescatista con seis idiomas

Montse coincidió en el albergue de A Rúa que custodia Carlos con un entrañable y muy particular personaje, un francés de nombre Thierry Saloum, de 65 años y natural de Évian, en los Alpes, aunque lleva años residiendo en Muxía, en la Costa da Morte. Monitor de esquí, experto en operaciones de rescate en montaña y catástrofes naturales (le han llamado como rescatista en terremotos y tsunamis desde los cinco continentes), Thierry es sobre todo un hombre de espíritu solidario que se enamoró del Camino de Santiago con tanto arrobo que lo ha recorrido ¡25 veces!… y que habla ¡seis idiomas!, incluyendo el castellano (también entiende el gallego y el catalán), además del ruso, portugués, italiano, francés, e inglés.

El simpático galo es «voluntario rescatista», es decir se dedica a inspeccionar las rutas jacobeas más afectadas por los incendios en Ourense para comprobar «palmo a palmo» que no entrañan ningún peligro para los peregrinos. «No me podía quedar sentado viendo por la tele lo que estaba pasando. Tenía que hacer algo y me vine para aquí desde Muxía», cuenta al pie del tramo del Camino de Invierno que parte desde A Rúa. Thierry se puso a disposición de Asunción Arias, la presidenta de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago por Valdeorras, quien le encargó esta labor de rastreo por los senderos incendiados al carecer de datos sobre su estado y ante la avalancha de llamadas de peregrinos solicitando información.

En su itinerario ha tomado nota de si hay troncos que obstruyen el camino o cables sueltos de postes eléctricos derribados, así como la calidad del agua de las fuentes y manantiales y la del aire que se respira. «Y también es muy importante comprobar si el fuego ha afectado a la señalización del Camino», describe Thierry, que confía en que pronto los peregrinos vuelvan a pisar con sus botas los 62 kilómetros del trazado orensano del Camino de Invierno, «porque a día de hoy martes» (y subraya lo de hoy por la posibilidad de que los incendios controlados se reactiven) «sus senderos son seguros».

Nuestro políglota protagonista es, además, un peregrino vocacional, que ha recorrido el Camino de Santiago a pie, en bici, a vela cruzando el Cantábrico, y hasta en tablas de esquí con ruedas, su especialidad. Pero cuando patea las vías jacobeas como rescatista se despoja de la piel de peregrino «porque el peregrino va absorto en sus pensamientos o admirando el paisaje, y yo tengo que cerciorarme de que el camino esté perfectamente transitable y libre de peligros», explica.

Desde que se desataron los incendios, hace ya más de dos semanas, los cuatro albergues del tramo orensano, tres públicos y uno privado, se han vaciado de peregrinos. Manuel Martínez, el gerente de Casa Mar, el albergue privado de Sabudelo, ha visto cómo le han cancelado 50 reservas por culpa del fuego. «Llevo días vacío. Ahora mismo no hay nadie. Los peregrinos tienen miedo a pasar porque no saben lo que se van a encontrar», señala confiando en que en septiembre cambien las cosas y las botas y las mochilas regresen a los caminos y vuelvan a nutrir los negocios locales, que no han podido hacer su agosto por los incendios.

Mientras tanto, tres peregrinos sesentones, buenos, altruistas y solidarios, Carlos (64), Montse (66) y Thierry (65), mantienen vivo el espíritu de una de las rutas más hermosas del Camino de Santiago y la más castigada por los incendios, impidiendo que jamás el fuego pueda apagar la llama de la humanidad. Ultreia et Suseia. Adelante y arriba. Buen camino.

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