Cien años del nacimiento del poeta asturiano Ángel González

Cien años del nacimiento del poeta asturiano Ángel González

José S. Carrasco Molina

Catedrátrico de Instituto de Lengua y Literatura

Martes, 2 de septiembre 2025, 01:30

En la capital asturiana, La Vetusta literaria de Clarín por donde discurrieron las zozobras interiores de la Regenta, el 6 de septiembre de 1925 nace Ángel González, hijo de un profesor de la Escuela de Magisterio de Oviedo, al que apenas conoció, pues murió cuando ‘Angelín’ tenía solo 18 meses, quedando al cuidado de su madre que, con tres hijos más, pasó muchos apuros para sacar adelante la familia:

Recuerdo

bien

a mi madre.

Tenía miedo del viento,

era pequeña

de estatura,

le asustaban los truenos

y las guerras.

Desde niño se ve inmerso en el ambiente de la preguerra, que en el 34 tuvo en Asturias una especial relevancia, y de la guerra, circunstancias que marcaron dramáticamente a la familia, pues su hermano mayor, Manolo, acaba fusilado poco después del comienzo de la contienda; su otro hermano, Pedro, muy combativo políticamente se marchó al exilio, y su hermana Maruja, maestra, primero fue represaliada y luego rehabilitada ejerciendo en un pueblo leonés a 150 kilómetros de Oviedo. A pesar de ello, el niño Ángel, que quedó rodeado de mujeres en su casa, reconoce que «mi infancia fue muy feliz. Fui un niño muy querido, no mimado pero sí muy querido y atendido».

Su relación con la poesía tiene su origen en una circunstancia vital muy negativa, pues a los 18 años se le diagnostica una tuberculosis y se va a respirar aire puro al pueblo donde trabajaba su hermana y allí tiene que guardar cama y tener la ventana de su habitación siempre abierta. Y es allí donde comienza a leer poesía y también a escribir algunos versos.

Profesionalmente, habiendo cursado Derecho y Magisterio, y un cursillo para obtener el carnet de periodista, fue dando tumbos por diferentes trabajos y ciudades hasta alcanzar ya a una edad bastante madura, en 1973, lo que realmente pretendía, una plaza de profesor en la Universidad de Alburquerque, en el estado de Nuevo México (EEUU). Allí conoce a Susana Rivero, alumna suya, treinta años más joven, de la que se enamora y con la que se casa, permaneciendo unidos hasta la muerte del poeta el 12 de enero de 2008, en un hospital madrileño.

Si seguimos los libros de texto de literatura, se encuadra en la llamada ‘Generación del 50’, junto con otros poetas como Caballero Bonald, Antonio Gamoneda, Gil de Biedma, Francisco Brines y, sobre todo, Claudio Rodríguez, poetas nacidos en torno a los años 20, y que crean una lírica intimista que se preocupa por el lenguaje, aportando un cierto coloquialismo que hace que su poesía sea accesible para la inmensa mayoría pues huye de lo impostado y del tono solemne y grandioso.

Si nos adentramos en su obra publicada en vida y reunida bajo el título de ‘Palabra sobre palabra’, sus versos reflejan ya desde el principio un sentimiento doloroso y desesperanzado de sí mismo, de la condición humana, de la vida y del mundo. Ya lo apreciamos en uno de sus poemas más conocidos, incluido en su primer libro, publicado ya a sus treinta años y cuyo título, ‘Áspero mundo’, ya nos anuncia esta visión de sí mismo, definiéndose como

un escombro tenaz, que se resiste

a su ruina, que lucha contra el viento,

que avanza por caminos que no llevan

a ningún sitio. El éxito

de todos los fracasos. La enloquecida

fuerza del desaliento…

A pesar de estos sentimientos poco optimistas, el poeta no cae nunca en el negativismo total o en la cruel desesperación sino que, a pesar de todo, ama la vida y, en el plano personal, procuró vivirla intensamente hasta el final. E incluso muchos de sus poemas los condimenta con una cierta dosis de humor y de ironía, un recurso que según él usa para esconder su timidez. Buen ejemplo es este texto, en el que recrea, con un gracejo muy particular, la conocida escena de la Pasión de Cristo:

Después de haber comido entrambos doce nécoras

alguien dijo a Pilatos:

– ¿Y qué hacemos ahora?

Él vaciló un instante y respondía

(educado, distante, indiferente):

– Chico, tú haz lo que quieras.

Yo me lavo las manos.

Como todos los poetas, el asturiano no podía dejar de lado el tema del amor, algo que en su vida real, aunque tuvo algunos atisbos con anterioridad, solo conoció en plenitud, ya en una edad bastante madura, siendo profesor en América. De los textos de esta temática en este, muy breve pero muy profundo, se nos manifiesta a través de un ocurrente contraste entre el título y la realidad de su amor que tiene poco de efímero:

TODO AMOR ES EFÍMERO

Ninguna era tan bella como tú

durante aquel fugaz momento en que te amaba:

mi vida

entera.

Tras su muerte, su amigo Luis García Montero recopiló algunos poemas, o esbozos de poemas, no publicados en vida y los reunió en un volumen titulado ‘Nada grave’. Son ya los últimos coletazos de una gran obra, aunque no muy extensa. En uno de estos textos póstumos, nos presenta una visión para enfrentarse a la vida que hace trizas lo que normalmente podemos pensar:

Hay que ser muy valiente para vivir con miedo.

Contra lo que se cree comúnmente,

no es siempre el miedo asunto de cobardes.

Para vivir muerto de miedo,

hace falta, en efecto, muchísimo valor.

Este 6 de septiembre, cien años después de su nacimiento en Oviedo, no nos hace falta valor para aproximarnos a la obra no demasiado conocida y valorada de este poeta, sino sólo un poco de inquietud y de deseo de gozar de ese maravilloso y sugerente festín de la palabra que es la poesía, desde Safo hasta el poeta más actual. Por mi parte, yo he cumplido de sobra con el asturiano, pues durante mis cuarenta años de docencia pocos días he dejado de sembrar versos «angelicales» en el aula.

Concluyo este pequeño acercamiento a la obra de Ángel González con estas palabras del gran filólogo Emilio Alarcos Llorach:

«El sentimiento intenso del poeta no obnubila la precisión fría de la mente; lo corrige pudorosamente la ironía. Y en este pudor, en este equilibrio, con contención y mesura, consiste –creo yo– la excelencia de la lírica de Ángel González».

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