
Digamos que no y crucémonos de brazos frente a ‘Volver’: veinte años son (mucho) más que nada. Son un peso muy concreto. Una bolsa agujereada … de recuerdos. Una sonata a destiempo, confusa y hermosa. Decenas de calendarios que fuimos cambiando con el pulso del temblor y la expectativa, de la ilusión y la energía renovada. Son ausencias y reencuentros, partidas y regresos, anclajes oxidados y pilares por estrenar. Y fotografías y calles. Y ciudades que ya no están o que, aunque sigan estando, ya no se recorren igual. Llevemos la contraria al inmortal tango de Gardel y Le Pera. Sí, veinte años son(mucho) más que nada. Ni tú eras la misma persona, ni yo andaba jugando a duras penas y toneladas de alegrías con las palabras, ni el mundo giraba del modo absurdo, enloquecido y ensordecedor con el que ejecuta su desafiante rutina en la actualidad. Aunque sobre este último punto, la verdad, podríamos discutir. Veinte años son mucho más que nada. Y son también canciones, discos, conciertos y festivales. Cabe mucha música en dos décadas de ruta. Y queda espacio para aumentar la colección de postales melódicas, de brindis bajo el escenario, de alumbramientos sobre las tablas. Cabe tanta historia en dos décadas que abruma. Precisamente por eso, siempre está plenamente justificada su celebración. Y eso es lo que ha hecho, en este 2025 que anda apagando las luces del verano con tacto sereno y brisa cómplice, el B-Side Festival de Molina de Segura.
Tras los festejos previos, el recinto Remo, el cual presentó el aspecto de excitación general correspondiente a un evento para el cual se agotaron las entradas con semanas de antelación, abrió sus puertas el pasado sábado con los vitalistas Besmaya, dúo que cumplió con nota la responsabilidad de inaugurar un escenario que encontró horas después, en la actuación de Viva Suecia, su tesoro más preciado y valioso.
La liga sueca
La música es apasionante, entre muchas otras cosas, por lo sencilla, que no simple, que parece en algunas ocasiones. En el caso que nos ocupa, el de una formación instalada en la inspiración, la libertad que aporta abrirse en canal, la intuición y el ejemplar arrojo, su impacto se podría argumentar prácticamente al completo sobre los hombros de un repertorio sobresaliente y un directo que lo eleva, desde la entrega y la química entre sus responsables, a otro nivel: aquel en el que habita el goce más puro. Por eso, acudir a una cita con Viva Suecia es jugar sobre seguro, saber que merecerá la pena, rendirte, encantado, a la feliz evidencia de su grandeza. En lo que respecta a su paso por el B-Side, la banda apareció sobre las tablas y, en un abrir y cerrar de ojos, ya había derribado el lugar con el huracán compuesto por’ Bien por ti’, ‘Los años’ y ‘La orilla’. Trío implacable. A partir de ahí, fortalecidos por Carmen Alarcón, Esdras Boyajian y Rodrigo Cominero, el conjunto trazó un vibrante recorrido por su fantástica trayectoria, alcanzando instantes especialmente gloriosos con ‘El rey desnudo’, ‘A dónde ir’, las recientes ‘Dolor y gloria’ y ‘Deja encendida una luz’, han llegado para quedarse, o la excelsa ‘La voz del presidente’.
Hubo músculo. Hubo magnetismo. Hubo gargantas unidas, corazones al descubierto, manos entrelazadas, cautivadora intensidad. Viva Suecia y sus canciones juegan en otra liga, pero nunca los verás fardar de medallas, podios ni trofeos. La épica más bella tiene la sana costumbre de brotar de la humildad menos artificial.
Otro concierto para enmarcar de los suecos del Segura en un terreno que había sido previamente arrasado por Dani Fernández y Pignoise, propuestas que, aupadas por un buen puñado de canciones capaces de agitar a la multitud desde la primera nota, dejaron sin turno de palabra a la duda. De los prejuicios, claro, ya ni hablar. En el caso del joven manchego, el momento por el que pasa su carrera se asemeja bastante al de un sueño cumplido. Éxito, éxito y más éxito. Pero el oro, por suerte, no le ha nublado esa mirada de chaval que se deja el alma en cada tema, que no firma el empate, que no compra los seductores cantos de sirena del expediente cumplido y a casa. La manera en la que se entregó en piezas de pop/rock tan notables como ‘Clima tropical’, ‘Plan fatal’, ‘Bailemos’ o la sentida ‘Solo tienes que avisar’ resultó admirable. Y convincente. Y emocionante. Un concierto notable, con empaque, sudor y entrañas.
Por su parte, la veterana banda liderada por el carismático Álvaro Benito apostó por sacar de la chistera los temas más populares de su catálogo. Y no son pocos. De ‘Nada podrá salvarte’ a ‘Te entiendo’, pasando por ‘Cama vacía’ o ‘Nada que perder’, Pignoise nos administró un simpático chute de guitarras nostálgicas y el recuerdo de que la memoria adolescente, para muchos, sigue siendo un rincón feliz.
Motivo para seguir
Ríos de colores, aromas primaverales, fórmulas de armonías tropicales, letras de andar por casa (en chanclas), melodías como silbidos, collares de piedras marinas y melenas al sol. Curioso que la actuación de Carlos Sadness estuviese ubicada en plena madrugada cuando sus canciones parecen diseñadas para ser acompañadas por el tibio sol del atardecer. En cualquier caso, poco o nada importó: el público no se dejó un estribillo por tararear y nadie pareció prestar atención al reloj. Misión cumplida. De chill.
Por último, bailar, bailar y bailar. Una despedida electrónica y sudorosa como los dedos de un árbol en el desierto construida por Elyella y Delaporte como cierre de la jornada en la que el B-Side demostró que veinte años son, además de una excusa perfecta para evidenciar estupendos estados de forma, un motivo para seguir.

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Enlace de origen : Viva Suecia engrandece el veinte aniversario del B-Side