Pasan los días y el altavoz es cada vez mayor. El polvorín de las protestas propalestinas en La Vuelta ha vuelto a causar otro final … de etapa deshonroso para la carrera. Una manifestación multitudinaria en el puerto final, ubicada a tres kilómetros de meta, ha sido incontrolable para la Policía, por mucho que se redoblara el dispositivo tras le jornada de Bilbao. La organización ha tenido que volver a actuar con celeridad e improvisar una línea de meta. Sería en el pueblo de Mos y no en Castro de Herville, ocho kilómetros más arriba. Antes, ya se ha visto obligada a retirar un árbol cruzado en la carretera y talado adrede, antes del inicio del Alto de Prado. Los ciclistas siguieron su curso sin parón, pero no pudieron hacerlo hasta el final.
Los escapados rodaban cuesta abajo a 14 kilómetros para la meta cuando se les comunicaba que todo acababa a falta de 8. Las protestas se habían desbordado y nada parecía garantizar su seguridad de seguir así. Con lo que todo acabaría sin fuegos artificiales. Dos etapas ya modificadas sobre la marcha, aunque esta vez sí con ganador. Por ello luchaba Landa, más cerca que nunca, pero no pudo ser. El caldo de cultivo toma ya una dimensión con la que parece complicado seguir así hasta Madrid. Se admite la preocupación y ya se especula hasta que punto es conveniente disputar las dos últimas etapas, sábado y domingo, en la Bola del Mundo y en Madrid, caundo no paran de surgir convocatorias para protestar.
Pero antes del fin de semana quedan días. El pelotón debería atravesar León, Valladolid (contrarreloj) y Salamanca, dónde nada parece indicar que la situación vaya a ser más controlable que en Galicia, Asturias o País Vasco, cuando el movimiento comenzó a ser arrollador para La Vuelta.
El clima de tensión que se vive a nivel social alrededor de la carrera empezó a ser palpable desde que los ciclistas puso un pie en España. Hasta entonces, al igual que en el Giro y el Tour, la protestas habían sido pacíficas o disueltas, sin afectar al desarrollo de la prueba. Todo cambió en la quinta etapa, una contrarreloj por equipos en Figueras, en la que un grupo cortó la carretera al paso del equipo del Israel. Si bien los siguientes días se desarrollaron con relativa normalidad, la intensidad de las protestas se intensificaron con la llegada al País Vasco.
En Lumbier, Navarra, tres manifestantes irrumpieron en el recorrido y el pelotón tuvo que frenar y algunos cambiar de trayectoria, con lo que Simone Petilli (Intermarché) terminó en el suelo. «Por favor, solo somos ciclistas y estamos haciendo nuestro trabajo, pero si continúa así nuestra seguridad ya no está garantizada y nos sentimos en peligro», pidió el italiano. No sirvió efecto. Los pocos que se manifiestan son víctimas de la polarización social de la que también son parte los políticos. Así que la mayoría se aboca al silencio.
Al día siguiente, en Bilbao, la tensión se multiplicó. Interrupciones en Enekuri y en el Vivero, y gresca en la Gran Vía. Los ciclistas debían pasar dos veces por allí, pero se quedó en solo una. Sin ganador de etapa ni podio. «El País Vasco una región conocida como bastión de activistas de extrema izquierda y separatistas a los que les gusta protestar», resolvió entonces el propietario del equipo que promueve el nombre de Israel, Sylvan Adams, multimillonario canadiense, sionista y amigo del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
El movimiento antiisraelí entraba en pleno apogeo y ya no se iba a rebajar. A los pies del Angliru, los escapados tuvieron que poner pie a tierra durante medio minuto debido a otra injerencia. Además, se comenzó a hackear la emisión de Radio Vuelta, la frecuencia en la que los equipos y la organización están al tanto de todo lo que ocurre. Lo mismo escuchan que el ataque de un corredor que un ‘Palestina, libertad’ o ‘Boikot a Israel’.
De nada serviría que el equipo se borrara el nombre de Israel del maillo como ya hiciera del autobús y de los coches, que sus ciclistas no pasen por el control de firmas ni la presentación de equipos, ni que se resguarden entre el pelotón durantes las salidas neutralizadas, si Adams y Netanyahu hacen gala de su cercanía con elogios públicos. «¡Gran trabajo, Sylvan y el equipo ciclista de Israel por no ceder ante el odio y la intimidación! ¡Israel se siente orgulloso de vosotros!», le escribió el jueves. El domingo, un manifestante provocó la caída de Javi Romo, que hoy ha abandonado, y el final de etapa volvió a estar en ascuas durante unos minutos debido a la tensión y las detenciones que se produjeron en la línea de meta de Monforte de Lemos.
La carrera redobló la semana pasada el número de policías que velarían por la seguridad. Poco más podían hacer. No tienen potestad para expulsar al equipo de Israel, que se ganó participar por méritos deportivos. Solo invitarles a abandonar la carrera, como han hecho en varias ocasiones. También lo ha hecho ASO, organizadora del Tour y colaboradora con La Vuelta. Mientras la UCI, el único órgano rector competente para exluirles, descarta esa posibilidad bajo el amparo de la postura del Comité Olímpico InternacionaI, que no ha apartado a Israel de ninguna competición como sí hiciera en su momento con Rusia.
Un final cuesta abajo
El equipo tampoco atiende a razones para marcharse, ya que sentaría un precedente por el que entienden que apenas podrían competir en el futuro. «No podemos retirarnos aquí porque entonces ocurriría lo mismo en todas las competiciones. ¿Sería para ellos mejor que no estemos aquí? Seguramente sí, pero me gustaría también que se pusieran en nuestro lugar», expuso Óscar Guerrero, director deportivo del equipo israelí. Asi que la patata caliente la tiene La Vuelta, que ya este miércoles iba a ser partícipe de una reunión de seguridad para abordar los puntos más calientes de las etapas madrileñas. Aunque en la caravana llevan días con la sensación de estar jugando con fuego.
Al igual que en Bilbao, Mikel Landa estaba siendo uno de los protagonistas del día hasta que lo deportivo fuera eclipsado. El alavés estaba en cabeza de carrera junto a Egan Bernal. Dos ciclistas perseguidos por el infortunio en los últimos tiempos. Con ganas de desquitarse. De golpe, se les cambiaba el plan. No se jugarían el triunfo cuesta arriba, como les hubiera gustado. Sería cuesta abajo. En un sprint descafeinado en el que se impuso el colombiano.
El del Ineos fue el primero en cruzar una línea más propia de una carrera amateur. Con un juez, carpeta en mano, tomando los tiempos en la cuneta. A diferencia del día de Bilbao, si hubo ganador oficial. Aunque Bernal no lo siente así. Hace cuatro años se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Colombia. Entrenando, se estampó contra un autobús. Pudo quedarse tetrapléjico. La carrera del ganador de un ganador del Tour quedaba en jaque. A base de mucho empeño y tesón, volvió a andar, a coger una bici y a competir. Este 2025 ha sido cuando más cerca ha estado de su mejor nivel. Primero en el Giro y ahora en La Vuelta.
Landa seguía el mismo calendario. Las caídas le han masacrado desde su eclosión allá por 2015. Dos etapas y podio en el Giro y otra victoria en La Vuelta. Una década después, sus piernas siguen con fuerza. Es protagonista de episodios emocionantes, pero siempre sin recompensa. Se fracturó una vértebra en la primera etapa del Giro, y tras una dura rehabilitación, con la espalda aún mermada, fue capaz de seleccionar una fuga numerosa a 60 kilómetros de meta.
Solo le quedaba Bernal y confiaba en poder dejarle atrás en la dura subida final. Pero el cambio de planes impidió volver a ver un ataque suyo. Agarrado abajo. Solo le quedaba la baza del sprint, la peor. Al alavés le pasa como a otros ídolos anteriores. Como a Vicente Trueba o a Marino Lejarreta. Si llegaban en un grupo de siete ciclistas, quedaban séptimos. Si llegaban diez, décimo. Si son dos, segundo. Aunque daba igual. A Bernal sí le quedó buen sabor de boca. Es tal el calvario que ha pasado estos años que para él será «un buen día para recordar». Culmina así un palmarés en el que tiene victoria parcial en las tres grandes. Además, en todas ellas, un triunfo en una etapa recortada. Por razones climáticas en el Tour de 2019 y en el Giro de 2021. Ahora por la matanza de 63.000 personas en la Franja de Gaza. «Tenía muchas ganas de ganar con la camiseta nacional, lo cual significa mucho para mí», culmina.

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Enlace de origen : Otra protesta propalestina pone en jaque a La Vuelta y revienta la etapa