
María Jesús Garrido lidió durante años con la difícil infancia y adolescencia de sus tres hijos adoptados, sin saber por qué tenían problemas para mantener … el ritmo en la escuela, para hacer amigos o simplemente para comportarse como otros compañeros de su edad. La mayor, que ahora tiene ya 26 años, era una niña «muy simpática y dicharachera» a la que en su momento le diagnosticaron hiperactividad y déficit de atención, porque «no paraba». Al empezar Primaria, los problemas fueron a más. Tenía dificultades de aprendizaje y parecía incapaz de retener lo que estudiaba. A sus dos hermanos pequeños les ocurrió lo mismo.
«Les costaba toda la tarde hacer los deberes, y si tenían un examen parecía que no habían estudiado, cuando en realidad habíamos estudiado todos juntos», cuenta María Jesús. Sus hijos se iban quedando atrás, y también perdían sus amigos. «Su edad mental era menor que la física, no coincidía, y eso afectaba a sus relaciones sociales. Había una diferencia con los otros niños». La peor parte se la llevó la hermana mayor. Sufrió bullying en varios centros por los que pasó. «Se reían de ella, le empujaban por la escalera, le hacían quedar en ridículo. Llegaron a pegarle». Sus padres, ambos maestros, estuvieron muy encima, hablando con los profesores, los orientadores, los psicólogos.
«A base de mucho esfuerzo», la hija mayor terminó la ESO e hizo un grado de Formación Profesional. Sus hermanos siguieron también este camino. Pero las dificultades continúan ahora, cuando los tres están ya en edad de incorporarse al mercado laboral. La discapacidad intelectual es un obstáculo que puede ser insalvable, porque «se necesita una tutela en el trabajo, y las empresas prefieren a personas con discapacidad física». Con todo, uno de ellos ha conseguido un empleo de albañil.
Pese a todas estas dificultades, María Jesús las afronta ahora sabiendo al menos cuál es el origen de todos estos problemas. En 2019, y tras haber leído información sobre los trastornos del síndrome alcohólico fetal (TEAF), acudió a una charla organizada en el Hospital Reina Sofía por la asociación Zero Saf, que agrupa a las familias afectadas por este síndrome. Se dio cuenta de que todo lo que se contaba allí lo había vivido ella con sus tres hijos, que para entonces tenían ya entre 18 y 22 años.
Las claves
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El síndrome:
Los trastornos del espectro alcohólico fetal (TEAF) tienen su origen en el consumo de alcohol durante el embarazo. Estos niños nacen en ocasiones, pero no siempre, con algunos rasgos faciales característicos, como microcefalia o puente nasal hundido. Sufren un daño cerebral que se manifiesta en dificultades de aprendizaje, problemas de memoria, déficit de atención o hiperactividad. -
La prevención:
Ningún consumo de alcohol es seguro durante el embarazo. El alcohol llega al torrente sanguíneo del feto, provocando daños cerebrales. -
Para saber más:
La Asociación de Padres con hijos afectados del Trastorno del Espectro alcohólico fetal (Zero Saf) agrupa a unas cien familias en la Región (zerosaf.es)
Juan Antonio Ortega, jefe de la Unidad de Salud Medioambiental de La Arrixaca y uno de los mayores expertos en España en TEAF, confirmó el diagnóstico. El consumo de alcohol durante el embarazo produce efectos devastadores a todos los niveles en el feto, pero en muchos casos a los niños afectados «se les diagnostican los síntomas, como un trastorno de hiperactividad, pero no la causa». Esto impide un abordaje integral. La Unidad de Salud Medioambiental de La Arrixaca puso en marcha un ambicioso programa de valoración y seguimiento de niños en riesgo de desarrollar TEAF. Por aquí pasaban muchos padres de niños adoptados procedentes de entornos desestructurados, en los que había sospecha de posible consumo de alcohol u otros tóxicos durante el embarazo. Pero la falta de personal en la Unidad mantiene este programa prácticamente paralizado, denuncia la asociación Zero Saf, de la que María Jesús Garrido es ahora vicepresidenta.
Más prevención
Además de este abordaje integral también falla la prevención, lamenta. El síndrome alcohólico fetal no solo afecta a niños procedentes de entornos marginales. «No hay un consumo seguro de alcohol durante el embarazo, pero esto es algo que mucha gente no sabe. La copa que una madre se toma un día como una excepción porque se ha ido a una boda puede tener consecuencias», alerta María Jesús.
En uno de cada diez embarazos, el feto ha estado expuesto al alcohol, con criterios de «alto riesgo», según recoge Juan Antonio Ortega en su libro ‘Órbita TEAF’. Beber o tomar drogas durante la gestación pone en riesgo cada año a casi 2.000 bebés en la Región de Murcia. Las familias lanzaron este martes un llamamiento a la concienciación y la prevención con la lectura de un manifiesto en el Jardín del Malecón, en Murcia, con motivo del Día Internacional de los trastornos del espectro alcohólico fetal.

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Enlace de origen : Síndrome alcohólico fetal: «Entendí lo que les pasaba a mi hijos cuando llegó el diagnóstico»