Relevo generacional en una escuela transformada

Relevo generacional en una escuela transformada

Lunes, 15 de septiembre 2025, 01:10

La primera clase de José María Gómez en septiembre de 1992 la recibieron apretados en el aula más de 40 alumnos que requerían la mitad de atención que los 25 del IES Los Albares de Cieza de los que se despedirá el 30 de septiembre. El profesor de Matemáticas se jubila, tras más de treinta décadas dedicadas a la docencia, satisfecho de su esfuerzo por llevar al tope de sus capacidades a sus alumnos, pero también azorado y agotado por los cambios en el aula que ha ido encajando los últimos años. Con toda la ilusión y el vigor de los 25 años, este miércoles se incorpora a la plantilla del instituto Mª Carmen García Ortega, quien aprobó la oposición de profesora de Secundaria el pasado julio.

Tres décadas, y una escuela transformada, separan a los dos docentes. Les une el anhelo por encender la motivación por aprender de sus alumnos, por lograr que salgan de sus clases lo más preparados posible para encarar la vida.

La apariencia de las aulas que conoció José María Gómez después de aprobar a la primera, como Mª Carmen García, la oposición, son casi idénticas, salvo por la cartelería y algo de mobiliario, a las de hace tres décadas. Los alumnos que las ocupan no son ni la sombra. «Hay un salto generacional tremendo, en muy pocos años el cambio ha sido radical. El alumnado de hoy es muy diverso, hay más alumnos disruptivos que no tienen interés, y otra realidad social que es un hándicap». Esa complicación ha hecho de el profesor de Matemáticas haya optado por la jubilación a los 60 años que se permite en la enseñanza en determinadas circunstancias. Casi coetánea de los alumnos a quienes dará clase, Mª Carmen García entrará el miércoles por primera vez en un aula para enseñar la asignatura de Matemáticas Financieras, con respeto, y con mucha confianza en sus capacidades y vocación. «Todos hemos tenido profesores que levantan pasiones, que nos despertaron la ilusión y las ganas de aprender, y a mí me gustaría lograr eso con mis alumnos», reflexiona Mª Carmen, que se siente cerca de las nuevas generaciones. «No encuentro ese salto; cuando yo estudiaba Bachillerato, hace no tanto, incluso llevábamos el móvil a clase», recuerda la profesora, que fue además alumna del instituto, Los Albares de Cieza, al que se le ha destinado para su primer año de funcionaria en prácticas.

Las conquistas laborales de los docentes en las tres últimas décadas han sido abundantes. En su primer día en el instituto ciezano, Carmen fue consciente al comprobar que cuestiones como la conciliación familiar son tenidas en cuenta a la hora de asignar el horario.

Las tres últimas décadas han supuesto, en la Región y en España, un período acelerado de convergencia con los sistemas europeos, de los que el país se había despegado hasta bien entrados los noventa. Los avances en años medios de escolarización, las tasas de acceso a los niveles educativos obligatorios, la inclusión educativa de perfiles de estudiantes con necesidades educativas especiales que hace treinta años quedaban pronto fuera del sistema, y la reducción de las elevadísimas tasas de fracaso, han sido progresivas.

Los cambios en el alumnado medio también han sido inmensos. Si las clases del antiguo Bachillerato las componían 40 alumnos, el grueso eran también estudiantes que seguían después de la EGB obligatoria por voluntad propia y cierta motivación. El total de los estudiantes hablaban español como lengua materna, y los alumnos con necesidades educativas especiales ya habían quedado fuera. «Los últimos años he tenido de todo; alumnos desmotivados que no quieren estudiar y siguen en el instituto viendo pasar los días, otros que no saben prácticamente nada de español… Es muchísimo más complejo, y tienes que ir a una media; al final, claro, el nivel medio baja», admite Gómez Aroca, quien comparte la idea de que el sistema ha sacrificado calidad por equidad en materia educativa, y considera que el cambio más profundo llegó con la escolarización obligatoria hasta los 16 años en los noventa. Un avance en líneas generales, pero que ha propiciado que estudiantes desmotivados sigan en las aulas a su pesar.

Esfuerzo recompensado

Los nombres de exalumnos que aún hoy le agradecen, cuando se los tropieza por la calle, su esfuerzo por enseñarles Matemáticas, se acumulan también en la mochila que el profesor de Matemáticas se llevará del instituto Los Albares el próximo martes 30 de septiembre, su último día de clase. «He disfrutado mucho dando clases. Recuerdo a un chaval marroquí que no sabía una palabra de español, completó una FP y hoy tiene un buen empleo; otro estudiante con el que mantengo buena relación que estudió Matemáticas inspirado por mí, otro que anda con la tesis doctoral…», cuenta con un pellizco de orgullo. Carmen, que estudió ADE y siempre ha sentido vocación por la enseñanza, le escucha ilusionada. «Eso es lo que me motiva, y lo que me hace tener muchas ganas de empezar con mis clases el miércoles».

Los cambios sociales, en los roles familiares, la crianza, llevan años mostrando su cara menos amable en las aulas. «Al final lo que tenemos en el aula es un reflejo de la sociedad, y la sociedad es hoy más compleja y diversa», resume. A la nueva docente se le escapan esas reflexiones. Su motor, además de la pasión por la asignatura que enseñará, es la confianza en que podrá «establecer una conexión con los alumnos que me permita motivarles».

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