Te pasas un rato por los aledaños de la plaza de toros de Murcia esta semana, sin haber visto siquiera el albero, y comprendes en un instante por qué al gran Ernest Hemingway sólo le hizo falta una sola palabra para resumir su pasión por el mundo de los toros. La ‘Fiesta’ que describió Hemingway se desarrollaba en Pamplona, y su visita a la Feria de Murcia en 1959 se recuerda más por el robo de su cartera con 9.000 pesetas de la época en su interior. Poca broma. Pero esa fiesta sigue tan viva como entonces, y con la seguridad añadida que aportan los muchos agentes de policía desplegados en el entorno del coso, imponentes unidades equinas incluidas. Desde las alturas se controla mejor el barullo previo, ese otro ‘tercio’ de la corrida que muchas veces es casi una bendita obligación. Esas horas previas y posteriores al festejo propiamente dicho, con amigos y familia, y que no computan en el escalafón, pero que se llevan en la memoria para siempre.
Ese tercio que definió tan bien, por ejemplo, otro gran amante de este mundo como Andrés Calamaro en su canción ‘El tercio de los sueños’: «Algunas veces vengo a ver los toros muy tranquilamente / me siento en el tendido y no me falta un Farias entre los dientes», escribió el argentino. Y no le faltaba un Farias –o de la marca que fuera el puro– a muchos de los aficionados que este sábado se concitaron para ver la faena de Castella, De Justo y esa sensación que es Marco Pérez. Uno de los ‘incondicionales del puro’ es el fotógrafo Marcial Guillén, que disparaba su máquina otra corrida más sin soltar el cigarro con una habilidad que solo aporta la experiencia de los lustros. Otro amante del puro, sobre todo en tardes como esta, es el fisioterapeuta Fran Rubio, muy cercano a Carlos Alcaraz, que preguntaba en el quiosco más cercano a la plaza si «tenían cortapuros». A última hora, cerca de La Condomina, se puede conseguir casi de todo.
Bien lo saben en la pastelería Consuegra, donde Elena coloca con mimo en una bandeja una pila de pasteles de carne (tamaño mini, cuya vida no llega a los dos bocados) tras el mostrador. Casi dos horas antes de la corrida el local está vacío, pero todo está dispuesto para que los clientes que irán cayendo por aquí más tarde, reclamando su obligatoria merienda taurina, no pierdan ni un minuto más del necesario. «Hoy habrá algo más de ambiente que este sábado», vaticina Elena. La gerente del local, Lola, asegura que llevan elaborando el mismo hojaldre y la misma masa desde hace 45 años. Y así, claro, tiene una clientela fiel que no falla nunca estas tardes desde hace varias décadas. «Muchos De la Vega Baja», apunta.
«Cumplimos los cánones del buen aficionado, aunque no seamos expertos», señalaba el consejero Luis Alberto Marín junto a su hijo Luis
Adrián, Patricio y Raúl, tres colegas de Casillas, pasan por la puerta de Consuegra pero no entran, porque ya traen su propio cargamento de casa en una neverita de playa. Un continente que parece albergar poco espacio para el condumio que necesitarán tres bigardos como estos durante las horas de corrida. Y encima con la emoción que desprende Raúl, novato en estas lides y al que sus amigos, más duchos en la materia, van a bautizar a base de palomas, pases de pecho y olés. Al final de la noche espera la puerta grande, pero antes hay que lidiar con cuernos y cortar orejas y hasta rabo, si se tercia. Más hermosa parece la merienda portátil de «los tres javis», tres amigos que también llegan con tiempo a la plaza, y cuya nevera XXL no deja lugar a la duda de la importancia que le dedican a esta fiesta. «Mucha cerveza, y chorizo, y salchichón, y pasteles de carne…». Y lo que no es la merienda propiamente dicha. «Me han dicho que aquí se liga», confía uno de ellos, de Albacete, que ya viene ‘contento’. Quizá por eso lo de la confianza. Lo mismo se refería a ligar muletazos, pero no tenía pinta.
Muchas neveras, muchos cojines propios de casa para cuidar las posaderas pero ningún antitaurino se atisba en la calle antes de la corrida, salvo algún grito aislado por parte de transeúntes contrarios a la fiesta. En el interior del recinto Paco no grita, pero está enfadado con el desarrollo del primer toro de la tarde, el que le toca a Castella. «Mátalo ya, capullo». La muerte rápida para el morlaco, entendemos, no para el copazo que se aprieta su colega más cercano y al que le queda algo más de vida que al astado. Por el momento.
Para copazos, también, los que se endilgan mucho tiempo antes de empezar el festejo otros tres amigos en las mesas de la terraza del kebab de enfrente de la plaza. Ellos no son especialmente pejigueros para seleccionar el local donde pedir tres «digestivos» para ayudar a pasar las chuletas de cordero que, a modo de tradición, se comen todos los días de feria desde hace varios lustros estos colegas de Fortuna, por mucho ruido que haga el mundo. Afortunados ellos. Tampoco es pejiguero el dueño del kebab a la hora de vender alcohol, que la pela es la pela.
Raúl y Alba, peripuestos como pocos, son dos jóvenes de Totana y Torre Pacheco que podrían ser nietos de los señores de la terraza. Bajan notablemente la edad media de la fiesta y casi son ‘rara avis’. Quizá por ello sacan pecho y sonríen como pocos en los aledaños del coso. «Yo iba para torero, pero no pudo ser», revela el chaval. Cuerpo de diestro tiene, y su acompañante confirma con esa mirada que es el espejo del alma. Cerca de ellos pasan responsables de empresas como Grupo Sureste o Cash Europa, además de periodistas como María José Ortiz y Eva Abril, dando lustre a la Corrida de la Prensa. También el muy taurino Alberto Castillo, expresidente de la Asamblea Regional, que dedica unos momentos antes de acceder a la plaza a departir en un corrillo con Juan Antonio de Heras, presidente de honor del Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia y el diputado regional del PP y «amante de las tradiciones» Ramón Sánchez-Parra.
«Gente de orden»
En esa vorágine de minutos previos a las seis y media de la tarde, que este sábado echó más leña al fuego con el final de la primera parte del partido de Liga del Real Madrid, el hervidero de aficionados crece junto al quiosco de prensa de Ronda de Garay. Por allí también aparece el consejero de Hacienda de la Comunidad, Luis Alberto Marín, que un día más de Feria vuelve a cumplir con «la tradición» de comer con su hijo Luis y después ir juntos «y solos» a los toros. Luis, de 22 años y estudiante de Derecho y ADE, celebra que su padre pague estas comidas ‘institucionalizadas’ entre ambos, y que esta semana les han llevado ya al Salzillo y al Hispano. Este sábado tocó La bodeguita de Javi –de donde también traen la merienda–. Ni una puntada sin hilo. «Cumplimos los cánones del buen aficionado taurino, aunque no seamos grandes expertos. Pero sí somos gente de orden», sonríe el consejero.
Entre el gentío también destaca el cuerpo de torero del director del Museo Ramón Gaya, Rafael Fuster, que llega a la corrida con su esposa, la periodista Trinidad Abellán, y la asesora laboral Lorena Ramos. El tío de Trinidad, Antonio Murcia, célebre capitán del no menos célebre restaurante El Alias, luce en el tendido un polo rosa chicle que bien podría ser ‘rosa chuletón’. Y también un quinto de cerveza que acompaña con unas almendras marconas. Salud. Cuerpo de torero también gasta Pedro Caballero, presidente de los dentistas murcianos, otro amante del puro y los toros a quien acompaña en esta ocasión el publicista Mic Rocamora. Estos amigos son algo más finos que los señores del kebab, y la ‘previa’ la han celebrado en ese rincón exquisito de Murcia que es el Parlamento. ¿Y la merienda? No vemos bolsas. «Yo soy el bocadillo», bromea Rocamora. Para el hambre vale cualquier fiambre.
No son de la misma opinión las hermanas Sánchez Bover, que discutían poco antes de la corrida sobre algunos temas sin importancia, cuidada bolsa de saladitos en ristre. Qué importancia va a tener cualquier cosa cuando tres hermanas siguen manteniendo, muchos años después, la tradición de ir juntas a los toros. Eso sí que es una fiesta en el tercio de los sueños. Que se lo pregunten, si no, a Sandro Benavides, trabajador boliviano de la empresa de construcción Azuche 88, que este sábado cumplió su sueño, con 67 años y gracias a su encargado, de ver una corrida de toros. «Me encanta esta fiesta», asegura pertrechado con su lata de cerveza y una bandeja enorme de pasteles de carne. Pues como a Hemingway.
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Enlace de origen : La fiesta del tercio de los sueños