
«La medicina es como una lenta obra de albañilería. Somos afortunados si en el plazo de una vida podemos poner un solo ladrillo. Y si podemos explicar la enfermedad, alguien que aún no ha nacido estará en condiciones de conseguir su curación». Esta sencilla pero a la vez profunda metáfora pertenece a Rob J. Cole, el protagonista de la novela del americano Noah Gordon ‘El médico’, que narra la historia de un joven en la Inglaterra del siglo XI que queda huérfano al morir su madre víctima de una extraña patología, circunstancia que lo anima a viajar a Persia para estudiar bajo la tutela del sabio doctor Ibn Sina, después de descubrir que posee un don extraordinario: con solo tocar a una persona puede predecir si está o no cerca de la muerte. El libro, llevado al cine en 2013 por el director Philipp Stölzl con los populares actores Tom Payne y Ben Kingsley, refleja una de las máximas del conocimiento científico, la búsqueda de remedios eficaces contra las dolencias que acechan al ser humano y condicionan su esperanza de vida.
Desde la Edad Media -época en la que está ambientada la obra de Gordon- hasta nuestros días, la medicina ha ido evolucionando desde aquel humanismo sin más medios que las pociones de hierbas hasta la aplicación de la estadística y los protocolos terapéuticos internacionales como base de progreso. La ciencia y la investigación médica han dado alas a la longevidad hasta el punto de hacer soñar a algunos visionarios con la inmortalidad o al menos con la prolongación del ciclo vital más allá de los cien años para la gran mayoría de la población. Pero en paralelo a la lucha contra el envejecimiento, el principal reto de la medicina reside, además de en la sanación de las enfermedades, en evitar la aparición de las mismas. En la era de la prevención y la medicina personalizada, es clave la capacidad de pronosticar con mucho tiempo de antelación, incluso décadas, la posibilidad de que una enfermedad aparezca, con el fin de atajar los procesos que la producirían mucho antes de que haya empezado a hacer estragos. Y eso, según un revolucionario estudio publicado esta semana en la revista ‘Nature’, es lo que parece que se puede lograr gracias a la inteligencia artificial, empleada con éxito ya en el campo de la cirugía robótica, utilizando redes neuronales convolucionales para acelerar el aprendizaje y mejorar la práctica quirúrgica, así como en el diseño de fármacos y soluciones terapéuticas a nivel molecular.
La novedad ahora es que un modelo de IA permite predecir las enfermedades que una persona padecerá en los próximos 20 años. Un grupo de investigadores del Instituto Europeo de Bioinformática, el DKFZ (Centro Alemán de Investigación del Cáncer), y varias instituciones danesas proponen aplicar la misma tecnología que da vida a los grandes modelos de lenguaje -como ChatGPT- para aprender y vaticinar la historia natural de más de mil dolencias al mismo tiempo. El prototipo resultante, bautizado como Delphi-2M, es capaz de identificar patrones de enfermedad a partir de historiales médicos, factores de estilo de vida y condiciones previas de salud. El algoritmo, según publica ‘Nature’, ha sido entrenado con datos de 400.000 ciudadanos del Reino Unido y validado con registros de casi 2 millones de pacientes en Dinamarca, y permite proyectar trayectorias de salud, tanto a nivel poblacional como individual, de hasta dos décadas. Lo que hace apenas unos años se hubiera visto simplemente como una utopía, la inteligencia artificial lo habría terminado consiguiendo. Conviene puntualizar, no obstante, que hasta que veamos aplicar herramientas como Delphi en la atención médica rutinaria falta al menos un decenio y que, como sucede con las predicciones meteorológicas, este modelo no ofrece certezas, sino probabilidades. Que no es poco.
Que la IA ha llegado para, en teoría, mejorar nuestra calidad de vida y facilitarnos el trabajo constituye una creencia generalizada sobre la que además hay consenso científico. Y en el caso de la medicina, «la inteligencia artificial generativa está provocando una transformación profunda, comparable a revoluciones históricas como la industrial o la invención de la imprenta», asevera uno de los mayores especialistas de España en el impacto de la IA en la ciencia de la salud, Julio Mayol, catedrático de Cirugía de la Universidad Complutense de Madrid y jefe de sección del Hospital Clínico San Carlos de la capital.
El avance sin precedentes que supone el modelo Delphi-2M en la prevención de enfermedades debería servir para que las autoridades sanitarias europeas y, por supuesto, las españolas se sumen a este proyecto sin demora y desarrollen el marco legal necesario no solo para poner a disposición de la IA los millones y millones de historias clínicas de los pacientes, sino también para velar por evitar la proliferación de intereses oscuros que conviertan este adelanto científico en una condena. ¿Se imaginan qué consecuencias tendría que aseguradoras o bancos llegaran a tener acceso a estas predicciones de enfermedades de personas concretas? ¿Rechazarían seguros de vida en función del riesgo futuro a enfermar? ¿Concederían hipotecas a 30 o 40 años a potenciales pacientes oncológicos o propensos al infarto?
El desafío de la inteligencia artificial aplicada a la medicina exige nuevas medidas de protección. Y para ello habrá que actuar con celeridad, antes de que sea demasiado tarde.

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Enlace de origen : La consulta del 'doctor Delphi'