El viaje a la prosperidad de Nicolás Salzillo

El viaje a la prosperidad de Nicolás Salzillo

Zacarías Cerezo

Texto y acuarelas

Viernes, 26 de septiembre 2025, 01:16

Aún no termina de rasgarse el velo que ensombrece la obra de Nicolás Salzillo, personaje clave de la escultura murciana. El extraordinario fulgor de la obra de su hijo Francisco eclipsó el aprecio que sí tuvo en vida, pero también han pesado los juicios poco generosos que se han vertido sobre su obra, que, si bien tenían sentido respecto a sus primeros trabajos en Murcia, no son nada justos cuando se aplican al conjunto.

Murcia recibió en 1698 a un Nicolás que aún tenía mucho por aprender a pesar de haber estado 8 años en el taller napolitano de Aniello y Michel Perrone, del que salió como maestro escultor. Los dos hermanos eran escultores de prestigio que exportaban belenes e imágenes al Levante español y que formaron a otros excelentes escultores. Nos preguntamos si durante aquellos 8 años Nicolás aprovechó las enseñanzas de sus dos maestros, o, acaso le sedujo la gran ciudad del Vesubio y dedicó más tiempo al «dolce far niente», la gran afición napolitana, que al competitivo trabajo de la talla. Y es que tenemos dudas de su verdadero interés en el arte de la imaginería. Venía de trabajar en la carpintería de su tío Claudio en su ciudad natal, Santa Maria Capua Vetere (según Giovanni Laurenza, 1950-2024), y entró como aprendiz de los Perrone a la tardía edad de 18 años (solían entrar los aprendices con 12 o 13) y especificando en el contrato que «si cambiase de pensar, su maestro no le pondría impedimento para marcharse y cambiar de oficio». Sabemos, por Isabella Di Lido (Universidad de Bari), que los hermanos Perrone tenían parentesco con los padres de Nicolás, lo cual explica que el joven ingresara en este taller; quizás el padre, Francesco Antonio Salzillo, buscaba un oficio para su hijo y… ¿lo endosó a sus parientes?

No obstante, Nicolás completó su aprendizaje y fue inscrito en el Gremio como maestro escultor, pero al poco se cerró el taller por la muerte de sus dos maestros, y quedó en la calle y sin clientela propia. La cuestión es que, ante la precariedad de su situación y con el arrojo, que sin duda tuvo, se subió a uno de los barcos que partían de Nápoles rumbo a Cartagena decidido a llegar a Murcia. No lo hubiera hecho de haber sido un buen escultor, porque los talleres eran abundantes en torno a San Gregorio Armeno y podría haberse acogido a uno de ellos hasta tener uno propio.


Imagen de San Mateo. Pertenece a ‘La Cena’, hoy en Lorca, en el Paso Morado. Es la primera obra de Nicolás Salzillo al llegar a Murcia para la Cofradía de Jesús. Ganó el concurso en 1700 y en 1701 estaba terminado.

Imagen - Imagen de San Mateo. Pertenece a 'La Cena', hoy en Lorca, en el Paso Morado. Es la primera obra de Nicolás Salzillo al llegar a Murcia para la Cofradía de Jesús. Ganó el concurso en 1700 y en 1701 estaba terminado.

Nicolás sabía perfectamente a dónde se dirigía, desde niño estuvo recibiendo información de España y de Murcia. En su pueblo natal hubo una comunidad de franciscanos alcantarinos españoles (posiblemente procedentes del convento de S. Diego de Murcia, hoy desaparecido) llevados por el marqués de los Vélez, que hizo vida social en la ciudad durante el tiempo en que fue virrey de Nápoles. Los padres de Nicolás tuvieron contacto frecuente con los frailes, porque tres de sus hijas hicieron vida semi religiosa en torno al monasterio: vestían hábito franciscano, estaban en la iglesia durante el día y a la noche se iban a casa. Además de la presencia de los frailes en Santa María, también era normal la de funcionarios y militares españoles y, por tanto, debió ser normal que se hablara español y, también, que circularan noticias sobre España y, por qué no, sobre Murcia, siendo el marqués de linaje murciano.

El marqués de los Vélez fue cliente del taller en el que se formó Nicolás, el de los Perrone, a los que les compró una Soledad

Por otra parte, también sabemos que el marqués de los Vélez fue cliente del taller napolitano en el que se formó Nicolás Salzillo, el de los Perrone, a los que les compró una Virgen de la Soledad. Es obvio que nuestro Nicolás era conocedor de la circulación de imaginería con destino a España y, por supuesto, sabía de la prosperidad de Murcia gracias a la industria de la seda, y de su demanda de artistas para equipar los templos que se levantaban.

Nápoles era en el siglo XVII una ciudad empobrecida por los frecuentes terremotos, erupciones del Vesubio y epidemias de peste. Nuestro escultor miró a poniente y sintió la llamada de la próspera Murcia. Qué suerte, para nosotros, que estuviera atento a dicha llamada.

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