Un centenar de pinturas, otros tantos documentos y unos 70 dibujos llegan al Museo Reina Sofía para mostrar las facetas de la artista más importante de la Generación del 27, Maruja Mallo (1902-1995). «Creó la imagen de la mujer moderna, a través de sus obras y a través de ella misma. Junto a otras compañeras, aparecía en revistas y se convirtió en el modelo de la mujer activa e independiente», describe Patricia Molins, comisaria de la exposición ‘Maruja Mallo: máscara y compás’. «Ella se preocupa de crear una cosmovisión propia, en un momento en el que era difícil para las mujeres entrar en el mundo de lo público».
El recorrido comienza con la reunión de las cinco ‘verbenas’, óleos que la dieron a conocer en 1928, cuando Ortega y Gasset organizó una exposición en los salones de Revista de Occidente. Esta reunión no había vuelto a ocurrir desde entonces, hace casi un siglo. En estos cuadros iniciáticos se perfila nítida la intención artística que la guiará hasta la madurez, aunque el aire de arte ingenuo quedara en el camino. Para Mallo, «lo popular era lo moderno», prosigue Molins. «Para ese mundo utilizaba el imaginario de lo popular a través de deportes o fiestas. Ella decía que le interesaba el Madrid confiado y alegre que existía en los años anteriores a la guerra. Es la primera vez que se presenta el mundo desde una mirada femenina».
El recorrido sigue por la sección ‘Estampas’ en la que se aprecia el contraste que también caracteriza su obra. Mujeres vigorosas y libres versus maniquíes. Mujeres como ella haciendo deporte. Nadando, montando bicicleta o a caballo. A su «potente» imaginario se suma su técnica, desarrollada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (hasta 1926) y en París, donde estudia escenografía teatral. Para entonces ya había establecido amistad y colaboraciones con escritores del 27, generación a la que Mallo pertenece. Dalí, Lorca, Buñuel, Margarita Manso, María Zambrano. Concha Méndez o Rafael Alberti, que fue su pareja.
Eran tiempos de cambio. «En España se está esperando la caída de la monarquía y la llegada de la República», resume Molins, en la presentación de la exhibición que puede verse hasta el 16 de marzo del próximo año. «Mallo empieza a trabajar cuando se quiere un arte renovador pero no vanguardista, como el surrealismo, que se considera que limita a los artistas. A ella le interesan los nuevos realismos. Los del 27 quieren establecer un nuevo orden a través del teatro, para recuperar la relación con el pueblo. Los intelectuales confían en ese proyecto de regeneración a través de la cultura. Se involucran en la educación, como Mallo, que será profesora». También incursionará en el decorado teatral, de lo que hay varios ejemplos en la exposición, realizada en colaboración con la Fundación Botín.
Exilio y sincretismo
Estalla la Guerra Civil y Mallo sale al exilio. Por allí prosigue la exposición, que respeta la cronología y, al mismo tiempo, las temáticas separadas, como fue el transcurso artístico de Mallo. En Argentina tiene una etapa ‘negra’, «por su preocupación por lo que pasaba en España», que la comisaria titula ‘Cloacas y campanarios’. También refleja su estado de ánimo, separada de Alberti, fuera de su país y sin trabajo. Se acerca al surrealismo, con aire macabro, y sostiene que este lenguaje sirve para denunciar «poderes caducos», como los eclesiásticos. Muchas de sus obras se pierden, destruidas o desaparecidas. En esta ambiciosa exhibición se reúne ingente documentación, incluso reproducciones, para mostrar al menos la sedimentación de aquel trabajo extraviado.
Conociendo mundo más allá de Europa se encuentra con el mestizaje americano y dedica tiempo a explorar los paisajes humanos de Brasil, una «nueva humanidad», define, que mezcla razas y también géneros con sus ‘Cabezas bidimensionales’ o sus ‘Arquitecturas humanas’. «Son heroínas. Retrata el sincretismo que encuentra al llegar a Suramérica», dice Molins. «El exilio fue un corte absoluto con su trabajo anterior».
Hay juegos recurrentes en su obra, y que la investigación del comisariado denota. La del zapato de baile y las alpargatas, por ejemplo. Está en una de las ‘Verbenas’, cuando dos mujeres disuelven la distancia social en la fiesta carnavalesca. Pero también reaparece en sus autorretratos, cuando al comienzo de una serie está a punto de perder el tacón y luego calza unas alpargatas. «Ella habla de desclasamiento», dice Molins.
Sobre la relevancia de esta artista que «controló absolutamente su imagen y su obra desde el principio», Molins sostiene que «se dice que fue borrada, porque en la memoria han quedado Buñuel, Dalí y otros que estaban en París. Pero ella es tanto o más conocida que otros compañeros de su generación y era la artista más importante del 36, con obra en museos parisinos». En las galerías del museo están también sus ‘Naturalezas vivas’, sus óleos de redes y pescadores y su fotografía, centrada en el autorretrato, donde está su icónica ‘Con manto de algas’.

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Enlace de origen : La rompedora mirada de Maruja Mallo sobre la mujer moderna llega al Reina Sofía