Llovió sobre terreno inundado en la costa del Mar Menor. Vecinos y comerciantes, que ya tienen una larga memoria de la cara brutal del agua, vivieron en los municipios de San Javier y San Pedro del Pinatar una noche en vilo.
Algunos tuvieron que tomar la decisión más extrema de su vida. Como las tres jóvenes se subieron al tejado de su casa para salvar la vida, cuando la ola marrón entró con fuerza en su casa de la avenida Ramón y Cajal, del municipio de San Javier. De allí fueron rescatadas por los bomberos y trasladadas a una de las cabañas del polideportivo municipal, donde 36 personas fueron alojadas por el alto riesgo de sus viviendas en zonas inundables, como Los Pozuelos (Santiago de la Ribera), El Mirador y Roda. Varios vecinos agricultores movilizaron sus tractores para rescatar a las familias atrapadas por el agua.
Una pareja de El Mirador, ante la crecida virulenta provocada por el desbordamiento del canal del Trasvase Tajo-Segura, cogió unas jaulas con sus pollos, pájaros y hurones, y saltaron a la autopista AP-7, donde fueron rescatados por operarios del Servicio de Protección Civil de San Javier. Recorrer la pedanía agrícola más rica del Campo de Cartagena era este sábado pisar uno de los afluentes del barro. También continuar el hilo de la riada. La mayoría de los vecinos y comerciantes se ocupaban de sacar lodo a mansalva de bajos, tiendas y cocheras. Cuadrillas vecinales con fregonas y escobas, que recuerdan inundaciones vividas. Los franceses lo llaman ‘déjà vu’, pero en el Mar Menor es pura hartura. Un cansancio del miedo y del imperativo a volver a empezar, que tiene el color pardo del barro.
Hubo quien siguió el camino del agua a la inversa para encontrar explicaciones al fenómeno que hizo desbordarse el canal del Trasvase Tajo-Segura hacia las 22.30 horas del viernes, a pesar de que el día antes estaba casi vacío. Según fuentes municipales, que no quitaron ojo a los cauces en cuanto se activó la alerta naranja para el pasado jueves, y después la roja para el viernes, el canal pasó de casi cero a un tercio de su capacidad en muy pocas horas. Fue tragando los caudales de las dos ramblas que lo atraviesa por el entorno de El Mirador, hasta que rebasó su nivel y descargó en la localidad agrícola.
Después, bajó hacia San Javier y Santiago de la Ribera. Las toneladas de barro que circularon por calles y avenidas con dirección hacia el Mar Menor llevaban remite de tierra adentro. En la pedanía, un empresario local señala el arrastre de kilogramos de cañas y restos plásticos que bloquearon las bocas del paso de la rambla bajo el canal, lo que provocó que el agua rebosara en la infraestructura y después en las calles.
Personal técnico de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) alivió partes del canal en El Mirador, San Cayetano y río Seco. El organismo de cuenca había retirado recientemente 438 toneladas de residuos de cauces y áreas de su competencia, la mayoría restos urbanos, vegetales y animales, pero el cauce de Cobatillas trasladó una montaña de ramas hasta el canal. «El pueblo no se inundaba así antes. Solo ha pasado en dos ocasiones. Algo ha cambiado», comenta un agricultor.
Este sábado al mediodía, los canalillos que conducen hacia el mar, aún circulaban cargados de agua turbia. Los acumulados diarios superaron los 170 litros en San Javier, los 95 en Pilar de la Horadada (Alicante) y los 80 litros en Cartagena, con picos significativos en las ramblas vertientes. En algunos puntos del Campo de Cartagena, las lluvias torrenciales dejaron hasta 200 litros acumulados. El pluviómetro de la Confederación Hidrográfica del Segura en San Javier registró el récord de 182,1 litros por metro cuadrado. La estación del canal del postrasvase arrojó 117,9 litros por metro cuadrado, mientras que la desembocadura de la Rambla del Albujón, algo más de 100 litros por metro cuadrado.
En Santiago de la Ribera, la última estación de paso del agua, la misión del día era de zafarrancho. Familias sacando agua sucia de los bajos de sus viviendas, chuponas vaciando garajes subterráneos y vecinos intentando salvar sus vehículos del paso del barro. Gari y Graciela quitaban barro de los asientos de su utilitario estacionado en el nuevo aparcamiento de la calle Coronel López Peña, una vía de paso habitual de las riadas. En el cercano edificio Huelva, Víctor observaba inquieto cómo una bomba de achique despejaba el garaje donde guardaba sus bicicletas. «Cuando las cosas se hacen mal…», se lamentaba. En el restaurante Atiphico, empleados y amigos plantaron cara al lodo de la peor dana vivida en la zona desde septiembre de 2019. A su propietaria, la chef Henar Martínez, se le empañaban los ojos tras una noche de nervios al ver el agua entrando en su casa y acechando su negocio.
Recibieron también el golpe de las inundaciones los locales del paseo marítimo, como la panadería José Antonio. Enfrente, las playas desbaratadas enmarcan la peor imagen del Mar Menor turbio de color café con leche. El presidente de la Comunidad Autónoma, Fernando López Miras, paseó este sábado por el frente marítimo de Santiago de la Ribera para comprobar los daños en los locales y playas. El alcalde de San Javier, José Miguel Luengo, anunció que solicitará la declaración de zona catastrófica para el municipio, donde se produjeron el pasado viernes 370 llamadas de emergencia, un tercio de todas las recibidas en el teléfono de emergencias 112.
Vicente Obrero marca con el dedo hasta dónde llegó el agua en 2019, y hasta dónde llegó en la noche del viernes al sábado, cuando la zona cero de Los Alcázares volvió a quedar parcialmente inundada por el desbordamiento de la rambla de la Maraña, informa Alberto Sánchez. «Este año parece que las cañerías han funcionado algo», comenta entre risas, mientras Manuel Torres, su vecino de enfrente, le ayuda a limpiar el patio exterior de la vivienda tras saltar un poco de barro.
Todas las calles residenciales entre la avenida Muñoz Zambudio y el polideportivo municipal eran una pista de barro que los vecinos y los servicios de limpieza trataban de limpiar lo antes posible. Esta vez no ha sido tanto, pero anoche lo pareció. La rambla de la Maraña recogió buena parte de las intensas precipitaciones que dejó la dana ‘Alice’, y eso derivó en su desbordamiento en varios puntos y el colapso del canal perimetral D-7 de Los Alcázares, que esta mañana seguía echando agua por campos agrícolas aledaños ante la falta de capacidad.
«No hemos dormido, estábamos preocupados; yo ya llevo cuatro inundaciones», subrayaba Benito Pérez, que ayuda a limpiar junto a otros vecinos una calle salón privada a donde dan las puertas de entrada de varias viviendas. «En mi casa tuve que acoger a dos familias porque en sus casas no tenían planta alta», añade. La solidaridad entre vecinos marcó, otra vez, la jornada posterior a los efectos de una dana en el pueblo marmenorense. «Nos estamos echando una mano entre todos porque esto hay que quitarlo rápido», incide Alfonso mientras señalaba de arriba a abajo la avenida Gran Vía, «esto es inaguantable».
En San Pedro del Pinatar, por su parte, se atendieron unas 60 llamadas de auxilio tras la descarga de 80 litros en menos de 12 horas. Cerca de la medianoche, las lluvias más intensas se unieron a las recibidas por las ramblas de Los Alarcones y de Siete Higueras, lo que provocó una vez más cortes de calles anegadas.
La peor parte se la llevaron de nuevo los vecinos de El Mojón, donde horas antes se habían colocado barricadas para frentar el impulso el agua. Hileras de enormes sacos de tierra, aportados por los ayuntamientos de San Pedro del Pinatar y de Pilar de la Horadada (Alicante), que comparten la mitad de la pedanía, frenaron en parte las olas de fango que se estancan durante días en las calles y dificultan la vida de los vecinos, sobre todo los mayores, que han visto ya demasiadas inundaciones.

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Enlace de origen : La cara más brutal del agua se muestra otra vez a los vecinos de San Javier y Los Alcázares