«Yo no me bebo un café en vaso de cartón», le contestó ayer una clienta a Adrián Palazón, dueño de la cafetería Atelier, en … plena avenida Sandoval de Santiago de la Ribera. «En cuanto vio el vaso, se levantó y se fue», cuenta el hostelero, que ha visto desde el pasado domingo –primer día con agua no potable en la comarca del Mar Menor– multiplicarse la clientela y el estrés. La crisis del grifo, con dos días de corte de suministro incluidos, ha llevado a numerosos comerciantes a echar el cierre hasta que el agua se aclare. Tras una nueva ola de barro, no a todos les han quedado ganas de asumir las nuevas complicaciones. Se quejan de la falta de un protocolo de actuación ante la crisis. Se han visto solos ante el nuevo riesgo de salud pública.
En el restaurante La Lonja, de La Ribera, la chef Pepa García cerró «para evitar riesgos», pero hoy «volvemos a la batalla con un depósito de agua y los serpentines de cerveza clausurados hasta nueva orden. «Solo botellines», avisa. Los que han plantado cara a la nueva distopía del agua contaminada viven desde el domingo las dificultades de no disponer de agua corriente. «Trabajamos estresados», cuenta Celia Menárguez, de la peluquería Oliver, en Los Alcázares.
Adrián Palazón, en la Cafetería Atelier, en Santiago de la Ribera.
José María Rodríguez/ AGM

El depósito de 700 litros que tienen en el salón les dura un suspiro, así que tienen que rellenarlo constantemente para lavar cabezas, eliminar tintes y lavar superficies. «Usamos el agua con mucha cabeza», explica la peluquera. La clientela sigue reservando hora con toda confianza en el trabajo escrupuloso de uno de los establecimientos más conocidos de la zona costera, así que el trabajo no ha flaqueado. La estilista asegura que tienen «clientela fija de muchos años y, además, estamos recibiendo a otros clientes que vienen de alrededor porque otras peluquerías han cerrado».
«Volvemos a la batalla con un depósito de agua y con los serpentines de cerveza clausurados», dice Pepa García, chef de La Lonja
Después de varias danas a la espalda, en el restaurante La Tropical de Los Alcázares no se amilanan con nada. «Nos llegó otra cuba de agua anoche y somos felices», comenta el gerente, Juan Carlos Méndez. Sabe que para sostener un negocio en una zona amenazada por las riadas «hay que saber sufrir y valorar lo bueno de la vida». Más al norte, en el restaurante El Rubio 360º, en Lo Pagán, a la gerente, María José Hernández, le faltaban ceros para calcular los litros de agua que lleva gastados. «Solo en los aseos, más de 2.000 litros, y me quedo corta», afirma. El mayor gasto se le va en el lavavajillas. Un balance a la inversa del número de reservas. «Ha bajado a la mitad, porque la gente aún no se fía», asegura.
Traslado a Pilar de la Horadada
Para el dueño del restaurante Bellavista de Santiago de la Ribera, Román Rodríguez, «el trabajo ahora se hace penoso. Mucho gasto extra, todo es más lento y con mucho estrés». «Estamos haciendo los arroces con agua mineral, más ricos que nunca», bromea.
A pocos metros, en la cafetería José Antonio, el problema del agua supone «un gasto extra, una bajada de clientes y mal humor», explica la gerente, Patricia Pérez. Ha trasladado a su local de Pilar de la Horadada (Alicante) el trabajo de amasado de pan y bollería, pero su cafetería de La Ribera ha sufrido de pleno el impacto de la dana y de la falta de agua. «Lo tenemos todo en contra, y luego miras al mar y lo ves color chocolate», lamenta.

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