Uno de los objetivos de todo autor es la verosimilitud; es decir, lograr que la historia que se narra se mueva siempre dentro de lo … lógico dentro del género que se encuadra, sea este el realismo o lo fantástico. Sin embargo, muchos narradores optan en los diálogos de sus personajes por emplear un lenguaje culto incluso cuando se trata de personas con pocos estudios o analfabetos. Inma Pelegrín, sin embargo, no ha tenido miedo a que los protagonistas de su novela ‘Fosca’ hablen como lo que son: unos campesinos de mediados del siglo XX. Este es solo uno de los aciertos de una novela sobresaliente, con el que la poeta lorquina, con una sólida y larga trayectoria en la lírica, debuta en la narrativa con un libro que la ha hecho acreedora del Premio Lumen de novela.
El lenguaje de ‘Fosca’ posee una enorme riqueza léxica y su mayor logro está en recuperar palabras del dialecto murciano a través de sus personajes. Así, encontramos vocablos autóctonos de nuestra Región como «bajocas», «lebrillo», «poyete», «cansera», «calistros», «leja», «regomello» o «zagales». Además, los protagonistas se expresan con coloquialismos o vulgarismos y en los diálogos se imita la pronunciación murciana: «pasás», «entresudao», «entodavía», «naide», etc. Este lenguaje y el paisaje donde se desarrolla la acción, una casa en mitad del campo lorquino, con sus ramblas y su fosca acuciante en el verano, enmarcan el libro en ese resurgimiento de la literatura rural que se ha producido en los últimos años.
Gabi, el narrador, debe descubrir cuál de sus hermanos ha sido el culpable de un ataque (indirecto) contra él. Aunque el chico ha estado presente, su incapacidad para identificar las caras de las personas le impide descubrir quién es
Similitudes
Si bien ha habido otros libros que se han centrado en estos últimos años en los pueblos murcianos, ‘La noche de arena’ (2024) de Trifón Abad o ‘Ropasuelta’ (2024) de Santos Martínez, en las pedanías de la capital, ‘El dolor de los demás’ (2018) de Miguel Ángel Hernandez, e incluso en la sierra entre Águilas y Lorca, ‘Almenara’ (2024) de Miguel Ángel Ruiz, la más cercana geográficamente al libro de Pelegrín, todos lo hacían desde el presente. Por ello, veo más concomitancias con otros libros que se desarrollaban en otras partes de España pero en la misma época que ‘Fosca’. En este sentido podemos recordar el clásico ‘Los santos inocentes’ (1981) de Miguel Delibes y el más reciente ‘Intemperie’ (2013) de Jesús Carrasco, con el que encuentro bastantes similitudes.
‘Fosca’, de Inma Pelegrín

En este duro contexto, el campo lorquino hacia la mitad del siglo XX, es donde viven la familia formada por el Padre, la Madre y sus cuatro hijos adolescentes. Si los tres mayores se rigen por la brutalidad, el desinterés por la escuela y el sometimiento al Padre, el pequeño, Gabi, es, por el contrario, el más sensible y el preferido de la Madre. Esto no le evita que tenga que ayudar en las tareas agrícolas a las que se dedica la familia y lo convierten en el blanco de las burlas y los abusos de sus tres hermanos: el violento Miguel, el taciturno Rafa y el epiléptico Serafín. Un papel importante en la trama también juegan la vecina Marcela, que vive sola en la casa más cercana a la familia, y la perra Sombra, la mejor amiga y confidente de Gabi.
El eje de la trama de la novela es una investigación: la que debe hacer Gabi, el narrador, para descubrir cuál de sus hermanos ha sido el culpable de un ataque (indirecto) contra él. Aunque el chico ha estado presente, su incapacidad para identificar las caras de las personas le impide descubrir cuál de sus tres hermanos ha sido el autor del hecho. Por ello debe comenzar a investigar si el «Hermano alimaña», como él lo define, es Serafín, Miguel o Rafa. Este misterio, ya de por sí intrigante, consigue enganchar enormemente al lector gracias a dos mecanismos narrativos que considero de una gran inteligencia por parte de la autora: el uso del narrador en primera persona y el relato en presente. Ambos consiguen que acompañemos a Gabi en su desasosiego y en su venganza y nos impliquemos mucho más con sus sentimientos.
El lenguaje de ‘Fosca’ posee una enorme riqueza léxica y su mayor logro está en recuperar palabras del dialecto murciano a través de sus personajes: «Bajocas», «lebrillo», «poyete», «cansera», «calistros», «leja», «regomello»…
Noche de autos
Durante esta investigación el narrador se centra en tres aspectos que van estructurando la parte central del libro: en primer lugar, en tratar de acordarse, ya que no puede hacerlo del rostro del ejecutor, de todos los detalles de la noche de autos. En segundo lugar, realiza una retrospectiva de su relación con cada uno de sus hermanos para hallar posibles motivos que pudieran haber llevado a uno de ellos a atacarlo de aquella manera. En estas analepsis también recuerda algunos buenos momentos (un baño en la playa, la defensa frente a un matón en el colegio, las risas tras una tarde de trabajo) pero tiene que espigarlos entre un catálogo de iniquidades sufridas a manos de los tres mayores. Mientras tanto, Gabi debe aparentar que no fue testigo del acto para que el «Hermano alimaña» no sospeche que está intentando descubrirlo y así deje alguna pista que ayude al protagonista a desvelar el rostro del culpable y su identidad.
Otro aspecto que destaca en la novela de Inma Pelegrín tiene que ver con el retrato de la época. Además de mediante el léxico, que llama la atención por su verosimilitud como ya he indicado, la autora reconstruye con precisión el ambiente de la Lorca rural de hace tres cuartos de siglo con la reproducción en el texto de muchas de sus costumbres. En las recetas que prepara la Madre, en los remedios caseros que conoce Marcela para casi todas las enfermedades, como para las verrugas que llenan las manos de Gabi, en los castigos corporales en el colegio o en los rituales del cortejo y de la muerte hallamos un mundo no tan lejano que parece haber desaparecido para siempre.
Logra con ‘Fosca’ Inma Pelegrín un debut extraordinario en la novela. Nos ofrece una historia dura e intensa sobre la violencia, la amistad y la venganza. Además, logra captar perfectamente un ambiente concreto, el del campo lorquino de mitad del siglo XX, pero que representa a toda una época en nuestro país.

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