Buscan en una balsa de Ribadesella a Maritrini y a su bebé, desaparecidas en 1987

Buscan en una balsa de Ribadesella a Maritrini y a su bebé, desaparecidas en 1987

Olaya Suárez

Gijón

Martes, 28 de octubre 2025, 07:36

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La jueza de Instrucción número 4 de Gijón ha reabierto, a petición de la Policía Nacional, la investigación por la desaparición de Maritrini Suárdíaz Suero y su hija, Beatriz, de trece meses y a las que se les perdió la pista en 1987 en la localidad leonesa de Matadeón de los Oteros. Fue allí donde la mujer, originaria de Villaviciosa y criada en Gijón, llegó a pedir auxilio lanzando una nota por la ventana asegurando que su marido, Antonio María de Silva, conocido como ‘el Portugués’, la tenía secuestrada. La Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (Udev) las busca ahora en la balsa de una bocamina de una explotación de espatoflúor en Berbes (Ribadesella) en la que el principal sospechoso de la inquietante desaparición, la pareja de Maritrini, habría arrojado dos vehículos. Creen que los dos cadáveres pueden estar en su interior.

Los trabajos realizados en las últimas semanas por los agentes de la Comisaría de Gijón, con la ayuda de los efectivos del Grupo Operativo de Actividades Subacuáticas de la Policía Nacional, habrían permitido constatar que en el fondo de la laguna hay dos coches. Sin embargo, el estado en el que se encuentra la balsa, repleta de lodo, tierra y basura, ha imposibilitado hasta el momento revisar su interior. Sería necesaria la intervención de la Unidad Militar de Emergencias (UME) o de una empresa especializada en el drenaje de medios acuáticos. Todos los ojos están puestos allí después de que la investigación, reabierta varias veces a lo largo de los últimos años, llevase hasta ese lugar una y otra vez.

En 2018 la vivienda de la pareja en Berbes fue revisada a fondo por la Policía y personal de obras que llegaron a descubrir un zulo en el suelo de una de las estancias. Dos años antes, hicieron lo mismo en la casa de Matadeón de los Oteros, con la ayuda en esa ocasión de la UME. El operativo se centró en buscar a las dos desaparecidas ocultas bajo tierra. Para ello, levantaron el suelo de un cobertizo anexo a la que fue la casa principal después de que los vecinos manifestasen que al ‘Portugués’ lo vieron fabricando cemento a las puertas de casa cuando de Maritrini y Beatriz ya no había ni rastro desde hacía meses. El resultado de aquella inspección no fue positivo, tampoco el de la casa de Ribadesella, pero en esa ocasión, los testimonios de los vecinos de Berbes sirvieron a los investigadores para poner los ojos en la bolsa de la bocamina. En 2018 los trabajos no pudieron seguir, no se autorizaron las inspecciones subacuáticas, pero ahora, siete años después, con el impulso de nuevo de la UDEV de Gijón (la única que sigue buscando a la madre y a la hija, que no tienen ya familiares directos) el caso vuelve al estar activo. Una vez constatada la presencia de los dos vehículos en el fondo de la balsa, el siguiente paso sería la intervención de efectivos y maquinaria capaces de llegar hasta esos turismos y constatar si, como se sospecha, los restos mortales de la madre y la hija se encuentran dentro.

El sospechoso del crimen (porque la investigación siempre se ha tratado como tal) vive en Portugal y en 2018, antes de archivarse de nuevo el caso, fue detenido y puesto a disposición de la jueza de Instrucción número 4 de Gijón, Ana López Pandiella, quien también durante estos últimos años no ha cesado en el empeño de saber dónde está Maritrini y su hija. Quedó en libertad por falta de pruebas. El paso del tiempo y el hecho de que no aún no hayan sido localizados los cadáveres hicieron que la acusación no se pudiera sustentar. Ahora, los trabajos avanzan y podrían estar más cerca de resolverse.

Se trata de la bocamina de una explotación de espatoflúor, ubicada a escasos metros de un pronunciado acantilado y a la que, según varios testimonios recogidos entre los vecinos de la localidad, el conocido como ‘el Portugués’, habría arrojado dos vehículos.

Maritrini tenía 23 años, una hija de meses y un pasado desafortunado que la acabó convirtiendo en la víctima perfecta para hacerla desaparecer. A ella y a su bebé. Nadie las buscó durante años. Nadie las echó en falta. Lo extraño del caso de la desaparición en 1987 de la gijonesa Mari Trini Suardíaz Suero y de su bebé Beatriz no es que la Policía Nacional las busque ahora con ahínco y no haya dudado ni escatimado medios para excavar en solares y viviendas para localizar sus cadáveres. Lo más revelador para lograr desentrañar la complicada vida de esta mujer es que su familia, su único hermano, no interpuso la denuncia por su desaparición hasta quince años después de dejar de saber de ella y de su sobrina. Mari Trini y su hija no tienen ya a nadie que las llore. Su hermano, su única familia directa, falleció hace años. Pero madre e hija sí tienen quien las busque. Sobre la mesa de Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría de Gijón sigue como ‘asunto pendiente’ la desaparición de la mujer, que a día de hoy tendría 67 años y de su hija, que rondaría los 45 años.

Maritrini, con pocos recursos económicos fue criada por su abuela en Rozadas, Villaviciosa. Sus padres, con una vida desordenada, abandonaron a sus dos hijos, que crecieron con el cariño de su abuela y la de sus tíos. Dejó los estudios a muy corta edad y en 1985 su vida se encontró con otra curva sinuosa que acabaría por convertirse en su desgracia: conoció en Gijón a quien es el principal sospechoso de su desaparición. Antonio María da Silva, el ‘portugués’, natural de Covilha, un hombre 18 años mayor que ella, violento, con antecedentes por lesiones y malos tratos y dedicado al contrabando. Empezó traficando con tabaco en a ‘raia’, la frontera entre España y Portugal y acabó transportando mercancía ilegal a Suiza: armas, tabaco y todo lo que le supusiese una alta rentabilidad para mantener su nivel de vida. Con esos beneficios se compró una casa en Berbes (Ribadesella) y otra en Matadeón de los Oteros (León). Se casaron en una íntima ceremonia. Para el ‘portugués’ era su segunda boda. Su primera mujer lo había abandonado poco tiempo antes, con tres hijos y el cuarto en camino, cansada de palizas.

«Me tiene secuestrada»

Al poco tiempo de que Maritrini se quedase embarazada empezaron los problemas. Durante una de sus estancias en Matadeón lanzó una nota manuscrita por la ventana de la casa en la que pedía ayuda: «Ayudarme, me tiene secuestrada». Intervino la Benemérita, la joven volvió a Gijón y el marido fue detenido y puesto en libertad. Maritrini no se presentó al juicio. Retomaron la relación y se fueron a vivir a Berbes (Ribadesella). Su niña, Beatriz, nació en el Hospital de Cabueñes en 1986. Ambas fueron acogidas por las monjas de la casita de La Guía. Recaló en la institución después de que su marido la sometiese a otra agresión y ella le volviese a abandonar. Siempre regresaba. Él la buscaba donde hubiese buscado refugio (en casa de su abuela o con las monjas) y se la volvía a llevar con él. Pero en una de esas partidas, a Maritrini y Beatriz no se las volvió a ver.

La última fecha en la que se las puede situar vivas es en verano de 1987. A partir de ahí, ni rastro. La Policía Nacional realizó unas primeras averiguaciones sobre su paradero en 2002 a raíz de recibir la denuncia de su hermano. Se trataba de un hombre que vivía de la caridad en los centros asistenciales de Gijón y que ya los años previos a la desaparición de su hermana había mantenido con ella poco contacto. De aquella la Policía no obtuvo avances significativos y el caso quedó como una desaparición voluntaria de una mujer de un entorno cuestionable.

Hubo que esperar a que en 2015, los mandos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Comisaría de Gijón, muy sensibilizados con los casos de desaparecidos, iniciasen los trabajos de investigación tras revisar los temas pendientes y que este en concreto les llamase la atención por ese olfato policial. Había algo que no cuadraba. Al intentar recomponer las piezas del puzzle saltaron las alarmas. ¿Dónde estaba la mujer y su hija? ¿Y dónde estaba el que era su marido? A él lo ubicaron en Portugal, pero de ellas, ni rastro. Al entrevistarse con Antonio María da Silva, la hipótesis de que detrás de la desaparición había un acto criminal cobró fuerza. Aportaba argumentos vagos e imprecisos, aseguraba que los tres habían viajado a Portugal pero que Maritrini lo abandonó en una carretera, en el Algarve, llevándose con ella a su hija.

En marzo de 2016 la Policía Nacional consiguió la autorización del juzgado de Instrucción número 2 de Gijón para excavar en Matadeón de los Oteros, en el solar en la que se había levantado la casa de ‘el Portugués’. El inmueble ya había sido derruido, pero no así la bodega del sótano de la parcela. Buscaron allí también pero no hallaron ningún dato revelador y meses después, en 2017, ante la falta de avances, la jueza archivó provisionalmente el procedimiento. El empeño de los investigadores, para los que este complejo caso supone todo un reto, les llevó a poner sus ojos en una casa de la localidad de Berbes, en el concejo asturiano de Ribadesella.

En 2017 la jueza reabrió el caso y dio orden de que se buscase en esa vivienda. Hallaron un zulo del tamaño de un cuerpo de persona. Pero estaba vacío. Fue también esa fecha aproximada cuando localizaron al principal sospechoso de la desaparición en Portugal. El hombre, que vive en centros asistenciales, fue detenido treinta años después de la última pista de su esposa y su hija. Su versión se mantuvo ante la jueza: no las había matado y tampoco sabía nada de ellas. Reiteró que Maritrini lo abandonó en el Algarve y se llevó con ella a su hija. La jueza lo puso en libertad al no haber cargos de peso contra él. Sin embargo, su declaración permitió a los investigadores obtener nuevas pistas.

Ahora la vista de la Policía se posa en una profunda balsa de agua de una fábrica de espato flúor en Ribadesella, muy próxima a la casa que ya fue levantada en busca de pistas. Los vecinos del pueblo manifestaron que Antonio María da Silva había arrojado dos coches al fondo. ¿Podrían estar allí Maritrini y Beatriz? La movilización de más medios supondría un alto coste para dos mujeres víctimas de la violencia machista a las que ya no espera nadie. Solo la UDEV y la jueza. La principal virtud de estos investigadores es la paciencia. Porque saben que aunque pase el tiempo (en el caso de la madre e hija, mucho) los rastros criminales siempre están ahí.

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