A pesar de que la mamografía es una de las pruebas más estudiadas y utilizadas para el diagnóstico del cáncer de mama, siguen encontrándose vídeos y mensajes en redes sociales con un tono de alerta sugiriendo de un posible peligro en las mismas. ¿Por qué se comparte este mensaje? ¿Hay algún motivo de preocupación respecto a las mamografías que se nos escape a los médicos? Cada vez que una paciente o una seguidora de mi cuenta de divulgación me pregunta acerca de este tema, mi respuesta es contundente.
Para entenderlo, la historia de Fuen Viudes –paciente oncológica de mama– es un ejemplo revelador: «¡No vieron mi cáncer de mama en la ecografía, pero sí en la mamografía!», exclamó Fuen al contar cómo su tumor pasó desapercibido en una ecografía pero apareció claramente en una mamografía.
Su caso ilustra por qué no debemos temer a la mamografía y cómo cada prueba de imagen tiene un papel importante en la detección precoz del cáncer de mama.
A continuación, explicaremos las diferencias entre mamografía y ecografía, desmontaremos los mitos sobre la radiación y las supuestas «alternativas» no validadas y repasaremos la evidencia científica: las mamografías salvan vidas.
Cuando la mamografía ve lo que la ecografía no (y viceversa)
Fuen se preguntaba cómo era posible que una prueba viera su cáncer y la otra no. La respuesta está en lo que cada tecnología puede (o no) visualizar. La mamografía es una radiografía de la mama, excelente para detectar microcalcificaciones (pequeños depósitos de calcio) que pueden ser el primer indicio de un tumor maligno. Estas microcalcificaciones pueden ser tan diminutas que no se vean en la ecografía. Es más, alrededor del 55% de los cánceres de mama no palpables, es decir, que la paciente no se lo nota, se diagnostican mediante la presencia de hallazgos en la mamografía que en la ecografía no se visualizan, especialmente en un cáncer en etapa temprana, cuando aún estamos a tiempo del tratamiento menos agresivo posible.
Por otro lado, la ecografía tiene sus propias virtudes. Las mamografías producen una imagen bidimensional donde el tejido glandular de la mama se ve blanco. El problema, es que los tumores ¡también se ven blancos en mamografía! Esta coincidencia entre el tejido glandular normal y los tumores puede ocultar lesiones en mamas muy densas. Así, en mujeres jóvenes o con senos densos, un pequeño cáncer puede «camuflarse» en la mamografía y pasar desapercibido. La ecografía nos ayuda al permitir ver a través de la densidad mamaria y distinguir lesiones ocultas en mamografía. Son un equipo: la mamografía y la ecografía se complementan y no se puede sustituir una por otra. De hecho, estudios muestran que, por cada 1000 mujeres examinadas, la mamografía de cribado detecta aproximadamente 4 a 6 cánceres, y si se añade una ecografía mamaria en mujeres de mama densa, se pueden encontrar 2 o 3 cánceres adicionales. Gracias a esta complementariedad, «no se nos escapa ningún cáncer», tal como señalaba Fuen en el vídeo: cada prueba ve aquello que la otra puede pasar por alto. Ambas técnicas se apoyan mutuamente para lograr la mejor detección del cáncer de mama.
Una mama predominantemente grasa (izquierda) frente a una mama muy densa (derecha). En la mama densa, el tejido glandular aparece blanco igual que un posible tumor, pudiendo ocultarlo y dificultar su detección. En estos casos la ecografía ayuda a ver el tumor que la mamografía podría no diagnosticar.
Una mama predominantemente grasa (izquierda) frente a una mama muy densa (derecha). En la mama densa, el tejido glandular aparece blanco igual que un posible tumor, pudiendo ocultarlo y dificultar su detección. En estos casos la ecografía ayuda a ver el tumor que la mamografía podría no diagnosticar.

Entonces, ¿por cuál comenzamos? La manera de empezar por una u otra depende de la edad de la paciente y de otros aspectos como si está embaraza o dando pecho y luego se realizará el estudio complementario con la otra dependiendo de lo que veamos y de la sintomatología. Incluso se podría ampliar el estudio con resonancia magnética en función de los hallazgos de mamo y eco y del tipo de paciente a la que nos encontremos. Tu radiólogo tomará esa decisión de manera acorde a lo que se indica en las guías de práctica clínica.
Miedo a la radiación: la realidad sobre la seguridad de las mamografías
Uno de los motivos de reticencia a la mamografía es el miedo a la radiación. Circulan en redes sociales videos alarmistas que afirman que «la mamografía provoca más cáncer del que cura» e instan a las mujeres a hacerse solo ecografías, resonancias ¡o incluso termografías! Estas aseveraciones son rotundos bulos. Para entender por qué, veamos las cifras: una mamografía típica bilateral expone aproximadamente a 0.4 mSv de radiación ionizante, lo que equivale a la radiación natural de fondo que recibimos en un viaje de unas 8 horas en avión. ¿Te negarías a ir a Nueva York desde Madrid? ¿Por qué negarte a una mamografía? En definitiva, es una cantidad muy baja de radiación. Para que estés aún más tranquila, los mamógrafos actuales utilizan cantidades minúsculas de radiación optimizando la calidad de imagen y, gracias a los avances, ¡cada vez menos!
¿Qué es molesta? ¡No lo niego! Pero es con motivo: la compresión de la mama durante la mamografía se realiza precisamente para usar menos radiación y obtener imágenes más nítidas.
¿Estás preocupada porque te realizan muchas? ¡Lo tenemos muy en cuenta! Si un seguimiento requiere vigilancia estrecha con pruebas frecuentes, el radiólogo puede alternar con ecografías para reducir la exposición acumulada. Pero en contextos de cribado normal (una mamografía cada 2 años a partir de 46 años) el riesgo radiológico acumulado es despreciable, en especial en comparación con los beneficios de detectar tumores a tiempo. Es muchísimo más peligroso tener un cáncer y que no se vea a tiempo, que hacerse una mamografía. De no hacerla, podríamos estar ante lo que llamamos en medicina «pérdida de oportunidad»: perder la oportunidad de tratar un cáncer cuando todavía no ha avanzado.
Termografía: aclarando las alternativas y los bulos
Otra consecuencia del miedo a la radiación es que algunas pacientes buscan pruebas alternativas creyendo que así evitan el «riesgo».
Así, ha cobrado notoriedad una supuesta técnica inocua llamada termografía. La termografía usa cámaras infrarrojas para medir la temperatura de la piel de la mama, con la premisa de que áreas más cálidas podrían indicar un tumor subyacente. Aunque suene atractiva por no irradiar, la realidad es que no existe evidencia científica que apoye su uso como herramienta de detección.
Aún peor, tiene serias limitaciones: tumores profundos o muy pequeños no provocan cambios de temperatura detectables en la superficie y pasarían desapercibidos, pudiendo dar una falsa y peligrosa sensación de seguridad ante un cáncer no detectado. La FDA estadounidense es contundente: «la termografía no debe reemplazar a la mamografía, la cual sigue siendo la herramienta más eficaz para detectar el cáncer de mama». No caigas en este bulo: la termografía no ha demostrado salvar vidas ni encontrar cánceres en fase inicial de forma fiable. Los videos virales que la promocionan (muchas veces acompañados de teorías conspirativas sobre la «industria» del cáncer) solo buscan sembrar miedo y confusión, probablemente para conseguir interacción, viralización del vídeo y un beneficio propio a costa de tu miedo.
La mamografía revela las estructuras internas de la mama y puede mostrar lesiones sospechosas –nótese la masa blanca brillante–, mientras que la termografía solo refleja patrones de calor en la superficie de la piel. La termografía no detecta microcalcificaciones ni tumores profundos, por lo que usarla como reemplazo a la mamografía puede provocar peligrosos falsos negativos.

Evidencia científica: el cribado con mamografías salva vidas
El cribado poblacional de cáncer de mama con mamografías periódicas está respaldado por décadas de investigación. Las principales organizaciones de salud coinciden en que la mamografía de detección temprana reduce significativamente la mortalidad por cáncer de mama.
El beneficio del cribado es mayor en ciertos rangos de edad y factores de riesgo. En la Región de Murcia se invita a las mujeres de 46 a 74 años a hacerse una mamografía cada 2 años. No obstante, si tienes antecedentes familiares importantes de cáncer de mama u otros factores de alto riesgo, debes comunicarlo a tu médico para personalizar la vigilancia según el riesgo individual, quizá decide realizarte las mamografías antes, como se decidió en el caso de Fuen, logrando cantidad y calidad de vida para ella.
En cualquier escenario, nunca dejes de acudir a tus revisiones por miedo. La mamografía es una prueba rápida, segura y con un riesgo prácticamente nulo frente al enorme beneficio de detectar un tumor cuando aún es curable. Gracias al cribado, la mayoría de los cánceres de mama hoy se detectan en fases iniciales, lo que permite tratamientos menos agresivos y tasas más altas de curación.
Si esta explicación te ha resultado útil, compártelo: estar bien informada puede salvar la vida de muchas mujeres. ¡La prevención y la detección precoz son nuestras grandes aliadas contra el cáncer de mama!
Las mamografías salvan vidas.

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : El doctor Felices responde: ¿debemos tener miedo a las mamografías? ¿Por qué no se usan pruebas sin radiación?