¿Qué ha convertido a ‘Melissa’ en un huracán tan destructor?

¿Qué ha convertido a ‘Melissa’ en un huracán tan destructor?

Jueves, 30 de octubre 2025, 00:31

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Lo que en España llamamos rachas huracanadas son ráfagas intermitentes de viento de 120 kilómetros por hora; ‘Melissa’ ha alcanzado los 295 a su paso este martes por Jamaica, una intensidad desconocida hasta ahora en el Caribe. Vientos sostenidos, sin descanso. Un huracán de categoría 5… de 5, el más letal de la temporada y uno de los más intensos de la historia. Por el momento hay contabilizados cerca de 50 muertos en Haití pero serán muchos más cuando hagan el recuento de las víctimas de Jamaica. El miércoles, a su paso por Cuba (ya rebajado a categoría 3), obligó a evacuar a 735.000 personas. A falta de evaluar el impacto de los destrozos, a ‘Melissa’ ya le van poniendo apellidos. Se dice que es «la mayor tormenta del siglo».

Anatomía de un huracán del hemisferio norte

Ojo del huracán

La parte superior gira en sentido horario

Aire caliente que sube

La parte inferior gira en sentido antihorario

Aire frío que baja

Bandas lluviosas

Ojo del huracán

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Aire frío que baja

La parte inferior gira en sentido antihorario

Los huracanes se registran normalmente entre el 1 de junio y el 30 de noviembre en el Atlántico. Y son exactamente el mismo fenómeno que los tifones del Pacífico y los ciclones del Índico: la diferencia radica en el origen. Los huracanes surgen en un área cercana a la costa africana en medio del Atlántico y se desplazan hacia el oeste. En su avance van ganando energía, robusteciéndose por así decirlo. Normalmente, tocan tierra por primera vez en el Caribe -lo hacen de manera violenta-, antes de seguir su desplazamiento hacia el norte e ir diluyéndose.

Huracanes (1945-2006)

AMÉRICA

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«Los huracanes se forman, sobre todo, por la humedad y por el calor del mar, que en el Caribe supera los 26 o 27 grados, diez grados más que los que tenemos en el Cantábrico, por ejemplo», explica Santiago Gaztelumendi, director de estrategia y coordinación de Euskalmet. El experto explica que es la evaporación de esas aguas cálidas lo que alimenta al «monstruo», que solo tiene «dos formas de morir: o atraviesa una masa de tierra y al hacerlo pierde automáticamente intensidad y desaparece o lo hace al ascender y hallarse sobre aguas más frías».

Una dinámica que explica por qué, normalmente, los huracanes suelen ser tan devastadores con las islas caribeñas. «Aunque al tocar tierra bajan en intensidad, enseguida encuentran agua cálida de nuevo que les sirve de energía». De ahí que, tras arrasar Jamaica, a ‘Melissa’ le queden todavía suficientes ‘fuerzas’ para causar serios destrozos en Cuba. Destrozos que son mayores por lo lento que avanza. «La lentitud hace que pase más tiempo sobre cada zona y pueda descargar más cantidad de lluvia. Cuando el avance es más rápido, la inundación es menor».

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El ojo de Melissa, sobre Jamaica

ESTADOS UNIDOS

PUERTO

RICO

Ojo del huracán Melissa

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Ojo del huracán Melissa

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CROOKED

ISLAND

Ojo del huracán Melissa

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Ojo del huracán Melissa

Aunque la categoría de los huracanes -hay cinco- la determina la velocidad del viento, no es solo el viento lo que condiciona su letalidad. «La magnitud está definida por tres cuestiones: velocidad del viento, oleaje y marea ciclónica», explica el portavoz de Euskalmet. Y en ‘Melissa’ se han dado todas las condiciones que favorecen la intensidad.

En primer lugar, y lo más llamativo a los ojos de cualquiera que no sea meteorólogo, el viento. «La categoría 5 implica vientos de más de 250 kilómetros por hora. Basta imaginarnos a esa velocidad a bordo de un coche para hacernos una idea del impacto que supone para todo lo que va pillando a su paso. El viento en sí no mata, pero sí lo hacen los objetos que arrastra. Esa velocidad sería capaz también de desplazar a un niño», advierte Gaztelumendi.

En el caso del huracán ‘Melissa’ no es solo que haya alcanzado cotas inusuales para un fenómeno de sus características -295 kilómetros por hora se registraron a su paso por Jamaica-, sino que ha habido ausencia de cizalladura, esto es, vientos tranquilos en altura que han robustecido a ‘Melissa’. «Cuando hay grandes cambios de velocidad o dirección del viento, el huracán se debilita, pero cuando el ambiente es más homogéneo, como ha sucedido en este caso, contribuye a hacer el fenómeno más intenso».

Los huracanes más mortíferos

Al margen del viento, el oleaje también influye a la hora de medir el impacto de un huracán: «El viento genera un oleaje que impacta en las costas». Y, asociado a esto, la marea ciclónica, un inundación costera asociada con un sistema atmosférico de baja presión, que eso es un huracán. «El efecto es como si, en lugar de ’empujar’ el agua del mar hacia abajo, un huracán hiciera lo contrario, la ‘succionara’, elevando el nivel del mar que, con olas de siete o diez metros, provoca una gran inundación. Torrentes de agua descontrolada que pueden precipitar los deslizamientos de laderas».

Escala Saffir-Simpson

A falta de conocer la evolución de ‘Melissa’, Santiago Gaztelumendi cree que, lejos de ir ganando en intensidad, «la irá perdiendo». En España, de hecho, no notaremos ninguna consecuencia. «Las lluvias anunciadas en Euskadi para este sábado no tienen nada que ver con el huracán», aseguran desde Euskalmet. «Aquí no pueden llegar los huracanes porque el mar está más frío. En todo caso, llegaría lo que se llama el ‘ex huracán’, una borrasca más o menos profunda». Lo más parecido a un huracán que tenemos en estas latitudes -explica Gaztelumendi- «son fenómenos asociados a ciclogénesis explosivas como la que tuvimos en Euskadi en enero 2009 (Klaus) o ‘Cinthia’ al año siguiente».

El ojo del huracán, esos 20 o 40 kilómetros con cielos incluso despejados

Si viajásemos en barco y nos atrapara un huracán poco podríamos hacer. «El único lugar seguro es, en realidad, el ojo del huracán, una extensión de entre 20 y 40 kilómetros donde no hay viento y se pueden ver, incluso, cielos despejados», explica Santiago Gaztelumendi, portavoz de Euskalmet. El «follón», dice, es todo lo de alrededor, una superficie extensísima cuyo diámetro puede abarcar entre 500 y 1.000 kilómetros. «Aunque la intensidad del fenómeno es mayor en las áreas más cercanas al ojo, en realidad toda su extensión es peligrosa».

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