Sergio del Molino: «Es urgente tomar conciencia de la fragilidad de la democracia»

Sergio del Molino: «Es urgente tomar conciencia de la fragilidad de la democracia»

Miércoles, 22 de octubre 2025, 00:01

Sergio del Molino (Madrid, 1979) se hizo periodista sin vocación alguna, pero acabó perdidamente enamorado del oficio, camino inverso al que suele transitarse en esta profesión. Terminó de ganar predicamento en el ámbito literario en 2016 con su libro ‘La españa vacía’, que ayudó a poner encima de la mesa el abandono que sufre más de la mitad del territorio nacional. Pero antes ganó los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por ‘La hora violeta’, en el que Sergio del Molino narra un año de la vida de su hijo Pablo desde que fue diagnosticado de un grave tipo de leucemia hasta las primeras semanas después de su muerte, cuando estaba a punto de cumplir dos añitos. «Si en algún momento viera que he superado la muerte de mi hijo, me sentiría un miserable», dejó claro en una entrevista reciente.

Sergio del Molino, una de las plumas más destacadas de la literatura contemporánea nacional, visitará este próximo viernes, 24 de octubre, el Salón de Actos de la Casa de la Cultura de Caravaca de la Cruz para participar –a partir de las 20 horas– en una charla con motivo de la celebración del Día de las Bibliotecas. Moderado por la periodista, colaboradora de LA VERDAD y coordinadora cultural Lola Gracia, el acto –de entrada libre hasta completar aforo– se enmarca en el programa de actividades que la biblioteca desarrolla de forma anual para visibilizar el papel de estos espacios como lugares de conocimiento, diálogo y convivencia ciudadana

Sergio del Molino, galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2024 por su última obra, ‘Los alemanes’, viene a Caravaca de la Cruz dispuesto a hablar «de todo». Por supuesto, de la España vacía y las transformaciones del territorio, pero también del momento sociopolítico actual. Sobre todo, matiza, «del político». Porque, si algo preocupa especialmente al escritor en la actualidad, asegura, es «el deterioro de la democracia» y «las amenazas autoritarias que estamos viendo en todo el mundo occidental. Cómo la democracia peligra seriamente en muchísimos sitios, con las consecuencias terribles que eso tiene». Algo que, subraya, «ya estamos viendo en otros países y probablemente veremos pronto en España también».

«Hay mucha gente que cree que se puede imponer una opinión por encima de otras, acallar al disidente, y que eso es legítimo. Es terrible»

–¿Involución?

–No sé si es una involución o una revolución antidemocrática. Es un fenómeno global. España no es especial en eso, ni mucho menos. Esto ocurre en otras partes y aquí también está llegando. Hay un descrédito muy grande de la democracia, sobre todo por parte de las generaciones más jóvenes, que están propiciando este cambio junto a montón de gente que se considera excluida, que se considera maltratada por parte del sistema y que, tanto a derecha como a izquierda, están asaeteando los consensos democráticos en los que habíamos vivido los últimos 80 años, prácticamente desde el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa y, en España, desde la Transición.

Tal y como reflexiona Sergio del Molino, la urgencia del momento presente se centra, a su juicio, «más en lo político que en lo social». Lo urgente ahora mismo, indica, «es tomar conciencia de la fragilidad de la democracia, del espacio de convivencia común, de lo que supone que haya una conversación pública, que haya una pluralidad, que haya un espacio de libertad para poder tener una vida pública. Si no nos concienciamos de eso, sobre todo a los jóvenes que son los que menos aprecian ese estado, creo que vamos a ir a un sitio muy oscuro. Si no atajamos esto, todos los demás problemas sociales van a ser ridículos en comparación con lo que viene».

Según el escritor, «ahora hay mucha gente que cree que se puede imponer una opinión por encima de otras, que se puede acallar al disidente, que se tiene que castigar a quien no piensa como tú. Y están convencidos de que eso es legítimo». Algo que –define Sergio del Molino– «es terrible, y hace que la convivencia democrática sea imposible».

Soledad en la modernidad

De convivencia –o de la ausencia de ella, en cierto modo–, trata uno de los últimos artículos escritos por Del Molino en ‘El País’–, en cuyas páginas colabora de forma habitual–. ‘El ciudadano perfecto está muerto’, se titula la columna, que hace referencia al descubrimiento del cadáver de Antonio Famoso, un anciano sin relación con sus hijos que llevaba 15 años muerto, aunque en el barrio creían que seguía vivo porque todas sus facturas seguían pagándose de forma regular. «La burocracia es el único sitio donde la eternidad y el infinito no son conceptos abstractos», escribe Del Molino en su texto. «Se llamaba Antonio Famoso y no lo conocía nadie».

«Es una característica del mundo en el que vivimos, con menos lazos entre las familias y en las comunidades. Es un problema propio de la modernidad. Y es muy difícil plantear soluciones a este problema porque implicaría cambiar radicalmente nuestro modo de vida. Pero tampoco soy catastrofista en ese sentido».

–¿A qué se refiere?

–No estoy tan seguro de que, cuando encontramos un caso como el de este hombre de Valencia, estemos hablando de vidas fallidas. Es decir, una característica de la gente que está sola es que no manifiesta su soledad. No tiene posibilidad de compartir, de expresar, no sabemos si están bien o están mal. Es una cuestión muchísimo más sutil, mucho más compleja y creo que muchas veces nos quedamos en un titular muy banal, ¿no? En un lamento muy banal. Ya no sabemos los nombres de los vecinos, vivimos aislados en las ciudades… Creo que son unas reacciones muy sentimentales, muy superficiales, que realmente no pretenden nunca explicar ni abordar el problema, que yo creo que tiene mucha más enjundia es mucho más difícil de abordar de lo que parece.

–¿Más aislados que nunca en la sociedad más interconectada de la historia?

–Eso es lógico porque vivimos atomizados. Antes vivíamos en familias muy extensas y ahora vivimos solos o con una conexión muy escasa. Ya no tenemos casas donde vivan el bisabuelo, el abuelo, los nietos, la tía… Ya no existe ese modo de vida. Pero eso también nos ha dado mucha más autonomía y muchas más posibilidades de explorar nuestra identidad fuera de la familia, fuera de comunidades de lazos muy fuertes, muy opresivas. Piense en cómo han vivido los homosexuales en un pueblo, por ejemplo, en un mundo donde todo el mundo mete la narices en la vida de los demás. Ahora hemos ganado mucho en esa libertad, aunque tengamos que pagar un peaje en forma de soledad. A mí, por lo menos, me compensa pagarlo. Las ventajas son mayores que los inconvenientes.

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