La inmediatez con la que Donald Trump anunció el jueves que Estados Unidos reanudará los ensayos nucleares choca con una realidad: el tiempo. En caso … de hacerse efectiva su orden, el Departamento de Energía necesitará al menos dos años para preparar una detonación subterránea, desde su diseño hasta los aparatos para estudiarla, además de una inversión multimillonaria. En otras palabras, si todo fuera sobre ruedas y el Congreso no pusiera trabas a la financiación, el presidente tendría el tiempo justo para realizar pruebas antes del final de su mandato. De momento, la representante demócrata Dina Titus ya ha dado muestras de que su partido dará la batalla en la Cámara tras anunciar este viernes un proyecto de ley para evitar que se utilicen fondos federales en un test.
La orden provocó el rechazo de la ONU, Irán -que la calificó de «irresponsable»- y China, que instó a Washington a respetar «seriamente» la prohibición de estos ensayos y «preservar el sistema mundial de desarme y no proliferación nucleares». Sin embargo, el líder republicano se reafirmó en retomar este programa treinta y tres años después de la última prueba estadounidense, previa a la moratoria acordada por más de cien países en 1996.
Lo que no aclara Trump es si quiere testar nuevos misiles capaces de transportar las ojivas -como han presentado en las últimas semanas China, Rusia y Corea del Norte- o se trata de ensayos nucleares en su estricto sentido. Porque, en este caso, el proceso resulta mucho más complejo. El presidente tampoco ha precisado si estas pruebas se basarán en modelos informáticos, la fórmula más utilizada en la actualidad por economía y sus menores riesgos de generar recelos en el resto de superpotencias, o bien mediante las denominadas prueba subcríticas. Estos test siguen los mismos patrones de una explosión real, pero se detienen antes de la detonación.
Las agencias norteamericanas sospechan que rusos, chinos y norcoreanos han hecho este tipo de ensayos en los últimos lustros. Una prueba subcrítica puede organizarse en un plazo de uno a dos años. Una explosión real subterránea supone de dos a tres. Existe, en cualquier caso, una tercera variante: usar una bomba del arsenal, dejarla en su estado más básico y provocar una explosión controlada sin ningún propósito de estudio. Es posible organizarlo todo en menos de un año y le permitiría a Trump llamar la atención a las demás potencias.
Sin embargo, el problema no es tanto de plazos. Lo peor es todo lo que una decisión como la que ha tomado Trump -y, por extensión, sus homólogos Putin, Xi Jinping y Kim-Jong-un- puede llevarse por delante en el intermedio. El próximo mes de febrero expira el plazo del tratado Start III, que restringe el número de armas nucleares en las dos grandes superpotencias y representa el último freno a una carrera atómica sin límites entre EE UU y Rusia. El jefe del Kremlin, Vladímir Putin, manifestó en septiembre su voluntad de prorrogarlo un año más, pero su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha avisado ahora que, «por supuesto, se necesita una atmósfera totalmente diferente en las relaciones» entre Washington y Moscú.
Un test completo tarda hasta tres años en organizarse, pero una simulación de aviso puede hacerse en menos de uno
El Tratado de Reducción de Armas Estratégicas fue suscrito en 2010 por los entonces máximos mandatarios estadounidense, Barack Obama, y ruso, Dmitri Medvédev. En síntesis, restringe el arsenal estratégico de cada país a 1.550 cabezas atómicas y 700 sistemas balísticos. Son suficientes para desencadenar un invierno nuclear capaz de aniquilar a un tercio de la Humanidad. El Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge calcula que solo la explosión de 250 bombas de 100 kilotones mataría al instante a 125 millones de personas y otros 2.240 millones lo harían en los años siguientes.
La virtud del tratado reside fundamentalmente en evitar que ninguna potencia se entregue a la fabricación desenfrenada de ojivas y ratificar la voluntad de sus líderes de mantener la prudencia. Rusia suspendió su aplicación en 2023, encolerizada por la presión de Occidente debido a la invasión de Ucrania, lo que significa que ningún experto internacional ha podido inspeccionar sus arsenales. Sin embargo, al no haberlo rechazado, sigue vigente. Trump dijo recientemente que la prórroga le parece una «buena idea», a lo que Lavrov respondió con la siguiente frase: «Confiamos en que se traduzca en un anuncio oficial».
Otro motivo de preocupación es que todas estas exhibiciones de poderío atómico terminen con el Tratado de Prohibición Completa de Pruebas de 1996, que ningún país ha firmado pero que sirve como una moratoria factual. Desde la década de 1950 se han realizado 2.000 ensayos atómicos, de los cuales 928 los efectuó la Casa Blanca en sus instalaciones de Nevada. Muchos empleados veteranos ya no están en la Administración Nacional de Seguridad Nuclear.
EE UU, como el resto de potencias atómicas, está inmerso en un proceso de modernización de su armamento. Pero eso es una cosa y otra experimentar con explosiones reales. La Casa Blanca teme que si inicia los ensayos, Rusia, China, India, Pakistán, Corea del Norte, Israel, el Reino Unido y Francia vean la puerta abierta para hacer sus propias pruebas.

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Enlace de origen : Trump insiste en realizar ensayos atómicos que amenazan el pacto nuclear Start con Rusia
