
Toda la presión recae sobre Maribel Vilaplana, la periodista que comió con Carlos Mazón el día de la dana. Aquel encuentro, en el que … supuestamente se le ofreció la dirección de À Punt, tuvo lugar en el restaurante el Ventorro, punto de encuentro habitual de políticos, empresarios e incluso reporteros. La agenda de Vilaplana tiene este lunes otro apunte que puede ser tan determinante como lo fue el del 29 de octubre de 2024: su cita con la jueza en Catarroja. No será un trago fácil ni siquiera para una experta en comunicación, capaz de expresarse con solvencia y milimétrica precisión. Las decenas de acusaciones preguntarán y repreguntarán. Le tienen ganas. Su testimonio puede ser la primera piedra de una eventual exposición motivada para que el TSJ investigue formalmente a Mazón. También la jueza, que es quien comienza los interrogatorios. La premisa consiste en no pisar ningún charco. La Audiencia ya delimitó el ámbito en el que se debe desarrollar el cuestionario, lo que pudo conocer de las conversaciones de Mazón o de sus comentarios y, en definitiva, «todo aquello que hubiera conocido a lo largo del tiempo que compartió con el president la tarde de la dana». Este último apartado puede ser interpretable.
La presión es máxima para Vilaplana. Este sábado se vio obligada a acudir al hospital por una indisposición
Además, la última decisión de la jueza parece haber dinamitado el marco temático de la Audiencia al reclamar el ticket del aparcamiento. Sin duda, un elemento crucial para determinar la hora en la que Mazón se dirigió supuestamente hacia el Palau. Pero también podría dar pie a que le preguntaran a la propia Vilaplana adónde se marchó el presidente. Se ignora si llevará el ticket. Todo hace pensar que no. ¿Quién guarda un año el ticket de un parking?
La jueza, hasta la fecha, ha sido permisiva en las declaraciones. Apenas ha cortado a los letrados pese a la repetición de preguntas. El lunes hay asuntos muy mediáticos –qué bebieron, por ejemplo– que parecen, no obstante, alejados del foco judicial. Veremos si de alguna forma o bajo un pretexto se introducen en el interrogatorio. Por ejemplo, en qué condiciones se encontraba el presidente de la Generalitat al terminar la reunión de trabajo.
La carta de la periodista, diez meses después de la dana, aportó un dato clave: la comida había terminado al menos una hora más tarde
Vilaplana no llega en buen momento. Este sábado tuvo que acudir a un centro hospitalario por un indisposición, motivada por las últimas informaciones sobre un vídeo de las inundaciones que supuestamente enseñó a Mazón y que ella niega tajantemente. El bajón anímico es importante. «Está rota», revela su entorno. El plano laboral también se ha visto afectado. La presentación de eventos se ha caído de su agenda. Las instituciones evitan vincularse con una profesional ahora señalada. Mantiene sus clases en la Universidad y sus colaboraciones con empresas. El golpe no resulta fácil de asimilar especialmente en la familia. Otro espacio que soporta una evidente presión desde la fatídica tarde. Además, algunas víctimas le achacan su falta de colaboración y cierta connivencia con Mazón. No sería extraña alguna protesta a la entrada.
La periodista observa también el lado positivo de la convocatoria judicial. «Es la posibilidad de cerrar una etapa». La imperiosa necesidad de pasar página y hacerlo con un relato veraz. Confía en que su comparecencia sirva para cerrar un episodio convulso y recuperar la deseada rutina previa al octubre de 2024. Al juzgado, el próximo lunes, acudirá acompañada de una amiga que ha ejercido como escudera y portavoz los últimos meses. Existe una enorme expectativa mediática y social sobre el testimonio. Pero el relato no se desviará, salvo sorpresa mayúscula, de la carta que publicó recientemente.
Aquella carta fue una sorpresa. Por un lado, por el tiempo transcurrido desde la polémica sobremesa. Diez meses en un perfil bajo de la periodista que se rompían con aquella carta. Se trata de un texto, escrito por la propia Vilaplana, en la que modifica su versión de los hechos en un dato crucial: la comida terminó nunca antes de las 18.30 horas. La versión anterior es que la cita del Ventorro se había cerrado a las 17.30 horas. Este no es un extremo menor en la declaración de Vilaplana.
Habrá una pregunta, sin duda, comprometida. La jueza se la ha formulado prácticamente a todos los testigos que han desfilado por la sala. Si quiere aportar algún mensaje o WhatsApp que cruzara con el presidente esa misma tarde una vez terminó la comida. Una negativa –está en su derecho– despertaría todas las sospechas. Una respuesta en sentido positivo desataría todas las especulaciones acerca de qué dijo Mazón aquella tarde cuando la principal preocupación debía ser la dana o incluso si ya era consciente de su error político cuando se desplazaba de manera urgente al Cecopi a eso de las 20 horas.
La relación de Mazón con Vilaplana se ha enfriado. No hablan ni mantienen contacto desde hace meses. Una tragedia como esta, sin duda, recluye a cada uno en su propia experiencia. Ha ocurrido algo similar con Salomé Pradas, la exconsellera de Justicia investigada por la gestión de la emergencia que ha afirmado que desconocía qué estaba haciendo el presidente aquella tarde. En una reciente aclaración en diferentes medios, entre ellos LAS PROVINCIAS, ha precisado que sí informó a Mazón del Es Alert. El presidente en la entrevista que concedió a El Español, negó tener conocimiento.
El mensaje, pero especialmente el momento en el que se produce, redobló la presión sobre el presidente. La comparecencia de Vilaplana puede aliviar esa válvula o, lo contrario, que todo vuele por los aires. Mazón vive sus horas más delicadas. Quizá sean las últimas. Y Vilaplana, con su testimonio a la jueza, puede precipitar los acontecimientos.

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