
Cierra los ojos y piensa en la última vez que tomaste una decisión importante. ¿Analizaste todas las variables, escribiste una lista de pros y contras … y te decidiste, o seguiste una corazonada? Si fue lo segundo, no es una rareza: la mayoría de las 35.000 decisiones que tomamos cada día –sí, alguien se ha molestado en estimar cuántas son– nacen de un proceso invisible y veloz, muy alejado del pensamiento lógico y racional que nos enseñan a valorar en colegios, universidades y empresas. Ese territorio es el de la intuición, y según el neurocientífico Mikel Alonso, resulta que merece mucho más crédito del que solemos concederle.
De hecho va más allá, porque reivindica la intuición como facultad mental decisiva y la sitúa en el centro de la inteligencia práctica y cotidiana. En ‘El valor de la intuición’ (editorial Ariel), Alonso parte de la pregunta que escépticos y amantes de la ciencia repiten en consultas y estudios: ¿es fiable la intuición? ¿Por qué deberíamos tenerla en cuenta?
La intuición ha estado relegada a lo anecdótico, asociada a punzadas místeriosas o a impulsos irracionales. Históricamente, los estudiosos del funcionamiento del cerebro «se centraron en el componente racional de la toma de decisiones», escribe Alonso. Según este enfoque, las personas, a la hora de valorar distintas opciones, «realizan un análisis y acaban eligiendo aquella opción cuya utilidad o valor final es superior a las demás». Las emociones eran vistas como un elemento ajeno a este sistema. «Es una ilusión esperar algo de la intuición», aseguró Freud, que era neurólogo.
Pero, como explica Alonso, ahora «se considera que las emociones son elementos clave para elegir las mejores opciones, ya sea en el ámbito familiar, en los temas personales, en la construcción de la identidad y las relaciones sociales, en el sector de la banca y las finanzas, en el ‘trading’ bursátil, en las decisiones que se producen en el juego o en el comportamiento de compra».
Así, la neurociencia actual explica cómo funciona el sistema de la intuición en nuestro cerebro, que «almacena una ingente cantidad de información, la etiqueta y la une a procesos que previamente ha categorizado, añadiéndoles un peso emocional, es decir, relaciona el estímulo o el evento con una emoción positiva o negativa, y liga ambos conceptos». La conclusión de este proceso inconsciente es la corazonada, que no es una revelación ‘mágica’. Se nutre de información que nuestro pensamiento consciente ignora: Si usáramos solo «la información obtenida mediante procesos cognitivos y analíticos, perderíamos una cantidad de datos enorme que se recopila continuamente de forma inconsciente.» Dentro de la intuición está todo el conocimiento implícito y explícito de una persona.
Más aciertos
Así que lejos de ser un proceso azaroso, la intuición permite a nuestro organismo procesar cantidades ingentes de información sensorial y experiencial en fracciones de segundo. El método intuitivo tiene, en muchos contextos, un grado superior de acierto que el análisis exhaustivo, porque integra emociones, experiencias previas y conocimiento inconsciente, a menudo ignorado por la mente racional. Para muchas elecciones ordinarias o complejas, es más eficiente que el razonamiento consciente.
¿Es posible fortalecer la intuición? Lejos de pensar en ella como un proceso automático, Alonso propone técnicas prácticas para entrenarla y aprovecharla en el día a día. La primera recomendación es abrirse al aprendizaje constante. Es importante tener en cuenta que «el proceso se enriquece por la experiencia y el conocimiento que se tenga sobre la situación». Si alguien no los tiene sobre alguna cuestión, no debería hacer mucho caso de lo que la intuición le pueda decir sobre el asunto. Observar conscientemente entornos, personas y situaciones, y reflexionar sobre los resultados ayuda a detectar patrones útiles de los que se nutrirá la corazonada.
También es esencial adoptar una actitud optimista y abierta. «Diversos estudios han puesto de manifiesto que el optimismo y las emociones positivas potencian el comportamiento intuitivo y mejoran sus resultados», añade Alonso, que recomienda trabajar la gestión emocional y dedica parte de su libro a detallar ejercicios que se pueden realizar para facilitar la conexión entre mente racional e intuitiva.
Por último, Alonso invita a registrar y analizar las propias corazonadas. Apuntar las intuiciones más fuertes y valorarlas a posteriori permite distinguir cuándo fueron acertadas y por qué, favoreciendo la autoevaluación crítica. Así, el entrenamiento intuitivo no solo mejora la toma de decisiones, sino que ayuda a confiar en uno mismo y a reducir el miedo a equivocarse.

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