
Siempre supo Jacobo Bergareche (Londres, 1976) que quería ser escritor. De pequeño no dejaba una sola página libre en sus diarios, repletos de las vivencias … y tribulaciones propias de un chiquillo. Después, en la adolescencia, domaba el talento incipiente «con muchas cartas de amor». Y con solo 15 años ingresó en una escuela de escritura donde empezó a construir una carrera brillante con la ayuda de autores de renombre de la talla de Juan José Millás, entre otros. También agradece tener un padre como Santiago Bergareche, que fue presidente de Vocento y consejero de LA VERDAD durante varios años y que le permitió «tener en casa 13 periódicos para desayunar», en los que leía a algunas de las mejores plumas de este país en los últimos años, de Manuel Vicent a Manuel Vázquez Montalbán.
Porque para ser escritor, recuerda, «hay que leer mucho». Pero también «escribir mucho». Por eso, Jacobo Bergareche lleva siempre encima un cuaderno de notas. Una libreta (de papel, claro) donde apuntar ideas, frases y anécdotas que le sirvan para su próximo proyecto. El autor del éxito editorial ‘Los días perdidos’, que ahora acaba de publicar ‘Amistad. Un ensayo compartido’ junto a Mariano Sigman, ejercerá este viernes –a partir de las 20 horas, en la Sala de Catas de Estrella de Levante– de maestro de ceremonias en la entrega del Premio Generación Estrella, el concurso de relato del Club Renacimiento, en el que ha participado como presidente del jurado. «Lo más difícil a la hora de escribir es tener una buena historia que contar», zanja. En su caso, una de esas historias se hundió de lleno en la tragedia. Fue la muerte de su hermano Roque, asesinado en Angola en 2012, la que motivó la publicación de su libro ‘Estaciones de regreso’. Y después de que su madre le pidiera, rota de dolor: «¡Escribe, escribe algo!».
–¿El escritor nace o se hace?
–Difícil pregunta. Las dos cosas. Uno puede tener un talento natural o una inclinación, una facilidad para escribir, pero si eso no lo trabajas, pues no sale nada. Para escribir hay que leer, y también hay que escribir mucho. Es como tocar el piano. Tienes que haber escuchado a Schumann y a Mozart, y luego tocar mucho el piano. Con la escritura pasa exactamente lo mismo. Además, la gente piensa que escribir es un don divino y que no se enseña. Que escribir es saber juntar las letras y poner la tilde y una coma. Y escribir es otra cosa. Es saber construir un punto de vista, estructurar, saber manejar los tiempos, saber elegir el narrador, caracterizar los diálogos y ese tipo de cosas que se enseñan y que se aprenden. Cualquiera puede aprender a escribir. Lo más difícil a la hora de escribir es tener una buena historia que contar. Eso no se puede enseñar.
CONSEJO PARA NOVATOS
«Que lean mucho, que lean a los clásicos; y escribir todos los días»
–Esas herramientas que comenta, más allá de las historias que cimentan los textos, se proporcionan en las clases del Club Renacimiento, que organiza el Premio Generación Estrella en el que ha participado como presidente del jurado. ¿Cómo valora el nivel de los escritores emergentes en la Región de Murcia?
–Bien. Nos ha llegado de todo, claro, pero había uno en concreto que ha ganado por unanimidad. Los tres miembros del jurado [junto a Bergareche, Araceli Muñoz y Basilio Pujante] hemos visto muy claro el ganador. Y luego había ideas muy interesantes, con voces muy trabajadas y puntos de vista singulares. Había nivel literario.
–En su caso, ¿cómo fue el proceso de querer escribir a convertirse en escritor?
–Yo quería escribir desde siempre. Desde pequeño empecé con mis diarios. Desde los 7 años ya escribía diarios. Y luego cartas de amor, muchas cartas de amor. Después, con 15 años, me metí en la Escuela de Letras, en Madrid, que fue la primera escuela de escritura que hubo en serio, y que llevaban Alejandro Gándara y Constantino Bértolo. Allí tuve profesores como Juan José Millás y Javier Montero. Y luego es que lo he mamado siempre. Gracias a mi padre, yo tenía la suerte de tener en casa, para desayunar, 13 periódicos todos los días. Y me iba directo a leer a los columnistas que más me gustaban.
–¿Qué libros y autores le sedujeron en sus inicios?
–Españoles pocos, la verdad. Más ingleses, americanos, franceses… Salinger, Flaubert, Stendhal, Céline, Maupassant… El primer libro que me impactó fue, seguramente, ‘El guardián entre el centeno’.
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
«Se llevará por delante esa escritura de frasecitas cortas y fórmula facilona»
–¿Qué consejo daría a los jóvenes escritores en ciernes?
–Que lean mucho. Y que lean a los clásicos, que se olviden de la actualidad. Es bueno tener un ojito en la actualidad, pero que vayan atrás, a donde empiezan las cosas. A la ‘Odisea’, al Quijote, a Shakespeare. Y que escriban todos los días. Hay que escribir todos los días, aunque sea una chorradita. Que escriban en un cuaderno, con la mano. Aunque sea por la noche, en un bar. Pero que vayan con un cuadernito. Yo siempre voy con un cuadernito y con un boli.
«Movimiento reactivo»
–Según las editoriales, ahora se venden y se leen más libros en papel que nunca, cuando hay más pantallas que nunca.
–Normal, es una reacción. El movimiento produce otro movimiento reactivo. Mis tres hijas, por ejemplo, quieren tener sus libros en papel, no en digital.
–El libro como refugio.
–Siempre. Es un tiempo con uno mismo, trabajando la imaginación. Lo que pasa es que cada vez se escriben chorradas más grandes. A ver, siempre se han escrito chorradas. Pero hay un estudio que se ha hecho hace poco que analiza la cantidad de palabras que había en una frase en los ‘best sellers’ de hace cien años y los de ahora. Y cada vez las frases son más cortas y más facilonas. Como que hay una pérdida de complejidad en la construcción gramática, y los escritores tienden mucho hacia la simplificación de la gramática, de las frases, hacia la frase rápida.
–¿Qué papel jugará la inteligencia artificial en la literatura?
–Bueno, ese tipo de literatura que le comentaba será pronto sustituida por la que produzca la inteligencia artificial. A ver, yo la utilizo, ¿eh? Pero no para que me dé una idea ni para que me termine el texto. Yo le dicto cosas, me devuelve algo limpito, y después lo trabajo. O a veces voy comentándole mis ideas y mis anotaciones y me lo pasa a limpio. O sea, es una herramienta de puta madre siempre y cuando no se utilice para que sea ella la que te termine un texto o te dé la idea para empezar. En fin, yo soy poco moralista sobre el uso de la IA. Pero qué duda cabe de que hay un tipo de escritura que la IA se acabará llevando por delante, que es esa escritura que le decía de frasecitas cortas y de fórmula facilona.

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