
Conoció las mieles del éxito y disfrutó del poder que otorga el dinero. Su nombre, Francisca de Gracia, resonaba en todos los teatros españoles, que … solía llenar en entusiastas seguidores. Hasta que cierto día, mire usted por donde, llegó a Murcia y sintió una revelación que la convertiría en asceta.
Ella misma contaría cómo su conversión fue inmediata tras asistir a una misa celebrada en la Catedral. Inmediata y duradera: durante los siguientes 28 años, entre 1610 y 1638, vivió en una humilde cueva, que pronto todos conocieron como la Cueva de la Cómica.
Hay quien la confunde con otra santera apodada ‘La Baltasara’. Sin embargo, ésta última se recluyó en la cartagenera ermita de San Juan Bautista. Otros cuentan que pertenecía a la compañía del dramaturgo murciano Andrés de Claramonte.
Lo interesante de la historia de Francisca reside en que poco tiene de leyenda, la verdad. No cabe la menor duda de que existió y habitó su célebre cueva donde en 1946 colocó la Real Academia Alfonso X el Sabio una placa en su memoria.
De hecho, un acta capitular de 23 de febrero de 1610 concede a esta mujer y a su marido Juan Bautista Gómez permiso para vivir de forma permanente en la Fuensanta y le otorgó el título de santera con la obligación de ejercer el cargo.
Más tarde, en 1628, Gabriel Valcárcel, entonces canónigo de la Catedral y comisario del santuario de la Patrona, recogió en su testamento que el matrimonio le entregó todas sus posesiones. Lo que pudo acomodarse para el templo, se quedó; el resto fue vendido.
Contaba Valcárcel que Francisca «dio y acomodó todos sus vestidos a la imagen de Nuestra Señora, que eran muchos y muy buenos». Eso, sin contar los «muchos ducados» que la pareja invirtió en «la fábrica de dicha ermita». Por último, otras actas capitulares fechadas en 1638 dan fe de su fallecimiento. Ocurrió en el hospital de San Juan de Dios, recién fundado.
Cuentan que hasta allí llevó con ella un cuadro de la Virgen, que algunos señalan que fue la primera imagen de la Fuensanta que se veneró en el monte. La pintura quedó en el convento de los capuchinos, al que pertenecía el director espiritual de La Cómica. Al principio, los frailes lo colocaron en la enfermería, aunque más tarde lo expusieron al culto en la iglesia. Y creció la convicción de que era la auténtica Virgen de la Fuensanta. Muchos lo creían. Sobre todo, «los perezosos que no querían ir al monte». Hubo revuelvo y el mismísimo cardenal Belluga, allá por 1704, ordenó que retiraran el cuadro.
Hasta 28 años
Esta es la versión oficial del Cabildo catedralicio. Pero existe otra, la de los frailes, mucho más sabrosa. Ellos sostenían que el cuadro acompañó a Francisca en su cueva durante los 28 años que hizo penitencia. La Virgen, a cambio, le envió a la hora de la muerte un coro de ángeles para recoger su alma.
Un pastor escuchó un coro cantar en la cueva aquél día y avisó a los religiosos, quienes se dirigieron al monte y presenciaron cómo del cuadro salía un inmenso resplandor. Así que lo trasladaron al convento. Enterado el Cabildo, reclamó la pintura. Y los frailes se negaron, incluso ganando un pleito.
Resulta probable que ambas versiones encierren una parte de verdad. Lo innegable es que allí se conserva aún la cueva, inexplicablemente cerrada a cal y canto, como tantas cosas de interés por estos pagos. La gruta tenía dos habitaciones. En una de ellas había una hornacina. La otra, al fondo, componía el rústico dormitorio. En 1880, el periodista Martínez Tornel publicó en ‘El Diario de Murcia’ que un matrimonio murciano había restaurado el lugar «por capricho» y «van allí cuando les parece». Ese mismo año publicó el autor la historia de la santera en su obra ‘Romances populares murcianos’.
No sería el único. Luis G. Llorente publicaría en 1864 su obrita en verso ‘La cueva de la Cómica’. Poco después, Felipe Blanco de Ibáñez recogería también los hechos en su novela ‘El ángel del infortunio’. La curiosa historia de Francisca de Gracia ha sido recuperada por muchos autores en los últimos años. Pero ninguno ha logrado que su mítica cueva pueda ni siquiera visitarse.

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Enlace de origen : La misteriosa cueva de la cómica que se volvió santera