
Pues no. Existe una cosa sobre el planeta que no es un invento murciano. ¡Vaya por Dios! Y miren que tenemos invenciones navideñas: pongo por … caso, los cordiales y suspiros o la costumbre de comernos las uvas que, según los académicos, comenzó a practicarse en el Sureste. Pero el árbol de Navidad, se pongan como se pongan, no es una invención murciana.
Murcia recibirá mañana la visita de Richard Gere, ese galán de Hollywood que hará lo impensable: pasar de la alfombra roja al encendido de un árbol de Navidad en la Redonda. Y se habla del acontecimiento como si Murcia hubiera sido, desde tiempos de Alfonso X, la capital mundial del abeto iluminado.
Pero no nos engañemos: aquí, tradición de árbol, lo que se dice tradición, la justa. De hecho, el primer árbol de Navidad público que se plantó en la ciudad, al menos con la suficiente trascendencia para convertirlo en noticia periodística, fue el que adornaba a finales del siglo XIX el Círculo Católico de Obreros.
Si en esta tierra hemos plantado algo por Navidad, no ha sido precisamente un pino nórdico, sino el belén. Y no cualquier belén: el salzillesco, el nuestro, que también es una invención de esta noble tierra.
Mientras en otros lugares celebran la Navidad al son de ‘jingles’ anglosajones, en Murcia la festividad tiene otros ecos y sabores: el caldo con pelotas del primer día de Pascua, que cura resfriados y causa melancolías; las cuadrillas y la alegre música del aguilando, que es nuestro villancico de proximidad, la banda sonora de estos jubilosos días. Y los dulces con sabor a infancia, a paciencia y a horno de leña: cordiales, tortas de Pascua, de naranja y de recao, mantecados, rollos de vino y, ¡ay!, esos suspiros o currucos que saben a gloria.
-¡Y luego no quiere usted estar gordo!
-Por no mencionar los roscones que prepara ‘El Rojo’ de Patiño.
Por estas cosas me resulta divertido ver cómo nos invade una fiebre por el árbol de Navidad que jamás fue nuestra bandera. Pero bienvenida sea, faltaría más. Si Richard Gere quiere darle al interruptor, Murcia lo recibirá encantada con una teta en la mano, como bien simboliza nuestra solidaridad la Matrona del Almudí.
Sin embargo, permítanme apuntar que lo verdaderamente importante del día no serán las luces, ni el árbol, ni el glamur importado. Lo esencial será lo que trae consigo el actor: la visibilidad para la Fundación Aladina, ese ejército silencioso e imprescindible que acompaña como nadie a los menores con cáncer y a sus familias.
Gere no solo encenderá un árbol: colocará la primera piedra del mayor gimnasio construido en este país para niños y niñas que luchan cada día con una fuerza que dejaría sin habla a cualquiera, incluso a un actor acostumbrado a los grandes finales.
Al final, el árbol se apagará, Gere se marchará y Murcia volverá a su apacible rutina. Pero quedará lo que de verdad importa: nuestro belén, nuestros dulces, nuestro aguilando y, sobre todo, ese proyecto inmenso que mejorará la vida de quienes más lo necesitan.
También podría quedar una fotografía graciosa. ¿No recordamos aquellas patas de cabrito a la murciana de las que buena cuenta daba Orson Welles en el Rincón de Pepe? Pues, pijo, que alguien le ofrezca a Gere un cordial, ese dulce andalusí que durante la Edad Media recaló en los conventos y luego en tantos hogares. Descubrirá lo que es historia pura en un solo y sabroso bocado.

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Enlace de origen : Un cordial para Richard Gere