
Los genes determinan buena parte de lo que somos, pero no todo. Lo que comemos, nuestro estilo de vida o nuestra educación tienen un gran … peso. Lo subraya la bióloga María Berdasco (Luarca, Asturias, 1978), directora del grupo de Terapias Epigenéticas en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras de Barcelona. La autora de ‘Epigenética, más allá del genoma’ (Ed. Guadalmazán) participa este viernes en la XIV Jornada de Cardiogenética de La Arrixaca, organizada por la Unidad de Cardiopatías Familiares.
– Escuchamos habitualmente frases muy socorridas, como ‘todo está en los genes’ o ‘los genes explican lo que somos’. Pero lo que usted nos dice es que no es exactamente así.
– Efectivamente. El papel de la genética en algunos aspectos es innegable. Hay ciertos rasgos que están condicionados por nuestra secuencia del ADN. Por ejemplo: la capacidad que tenemos para enrollar la lengua, o los grupos sanguíneos. También hay ciertas patologías, como la anemia falciforme, que se deben a mutaciones en genes. Lo mismo ocurre con el cáncer: hay mutaciones en ciertos genes que disparan el desarrollo del cáncer. Pero no podemos reducir todo lo que somos, y mucho menos el comportamiento o la aparición de enfermedades complejas, al papel exclusivo de los genes. Pongamos el ejemplo de la violencia. En Finlandia se realizó un estudio en las cárceles, y se dividió a los presos en dos grupos: los que habían cometido delitos violentos y los que estaban condenados por otras causas. Luego compararon la secuencia de ADN e identificaron que en uno de estos grupos había ciertas variantes en un gen. Así que dijeron: aquí tenemos el gen de la agresividad, de la violencia. Esto es un reduccionismo tremendo. Hay muchísimos genes que pueden estar implicados en el comportamiento, y también está el ambiente. Si te crías en un ambiente donde reina la violencia, serás más propenso a la agresividad.
– Habla también de la importancia de los estilos de vida.
– No todo lo que somos está predeterminado por la secuencia genética, siempre tenemos un cierto margen que viene configurado por los estilos de vida. Es decir, si bebemos, fumamos, lo que comemos, el estrés, el sedentarismo y las exposiciones ambientales a agentes físicos como la luz solar, a agentes químicos o biológicos. Incluso a bacterias o virus. Esto condiciona cómo se expresan los genes, que es precisamente de lo que hablamos cuando nos referimos a la epigenética. Hablamos de la configuración de las células de nuestro cuerpo. Las células de un mismo individuo tienen la misma genética, pero una célula del corazón expresa unos genes, unas proteínas, que hacen que lata, mientras que en una célula de la retina esos genes están silenciados, pero la expresión de otros genes/ proteínas permite el proceso de la visión. Hay, además, cambios epigenéticos a lo largo de la vida. Mi genética es la misma cuando nazco que cuando voy haciéndome adulta, pero voy experimentando cambios. En parte, están condicionados por factores epigenéticos.
– ¿Cuál es el papel de la alimentación?
-Digamos que el lenguaje epigenético son principalmente grupos químicos, muy sencillitos, que se añaden sobre nuestro material genético, bien sobre el ADN o sobre unas proteínas que también configuran la cromatina en los cromosomas, y que se llaman histonas. Estos grupos químicos han de venir de algún sitio. Por ejemplo, de la alimentación. Sabemos que muchas frutas, verduras y hortalizas contienen grupos químicos implicados en las reacciones de metilación, que son una reacción epigenética. Tenemos otros ejemplos, como el resveratrol del vino, el butirato en la mantequilla, o componentes del té verde. Pero aquí hay que hacer una aclaración importante. Sabemos que los componentes de la dieta modifican nuestra epigenética, pero lo que no podemos hacer a día de hoy es dirigirlos a genes específicos. Esto lo quiero resaltar para contrarrestar las falsas promesas en torno a muchas ‘dietas epigenéticas’. No podemos, a través del consumo de un alimento, dirigir la epigénetica a mejorar un gen en concreto, o unos genes en concreto, implicados en un cáncer. Lo que ocurre es que muchos de estos reguladores epigenéticos presentes en nuestra dieta, en alimentos como frutas o verduras, son en general antioxidantes, beneficiosos para nuestra salud, pues evitan deterioros de las células, procesos inflamatorios o respuestas de estrés oxidativo. Pero hablamos de un efecto inespecífico.
– ¿Y la contaminación?
– Es una pregunta difícil de contestar. Cada ser humano tiene un componente genético, un estilo de vida diferente y está expuesto a muchos factores. Achacar una enfermedad a un determinado factor es complicado, porque no podemos excluir el resto. En un laboratorio sí podemos exponer a las células a un factor contaminante en concreto, con el resto de variables controladas, y observar la respuesta. Pero en poblaciones humanas esto es muy difícil de determinar. También hay que recalcar que las conclusiones a las que hemos podido llegar en relación al efecto de determinados contaminantes químicos sobre la epigenética se refieren siempre a casos extremos. Por ejemplo, trabajadores de la industria metalúrgica o exposiciones muy elevadas a plomo o cadmio. Así que pediría precaución con con este tipo de de estudios.
– Pero, ¿qué hay del tabaco?
– El tabaco contiene muchísimos contaminantes, entre ellos muchos que están catalogados como carcinógenos. Son sustancias cuyo consumo excesivo aumenta el riesgo de padecer cáncer, y estamos hablando de un hábito continuo durante muchos años. Hay que resaltar la exposición a estos tóxicos no solo de quien fuma, sino también del fumador pasivo. El tabaco es un factor que se ha asociado con cambios epigenéticos que afectan a la aparición de determinadas enfermedades, entre ellas el cáncer no solo de pulmón, sino en todos aquellos tejidos que están en contacto con los productos del tabaco: boca, lengua, laringe o tracto urinario. También sabemos que el hábito del tabaquismo aumenta mucho el riesgo de aparición de enfermedades cardiovasculares. Se ha podido asociar, en este caso, el tabaquismo con cambios epigenéticos concretos en genes que están asociados con estas enfermedades. Tenemos pocos ejemplos tan claros de hábitos que afectan directamente al riesgo de cáncer. Uno es el tabaquismo y el otro es la exposición prolongada a luz solar ultravioleta sin protección.
– Todos estos avances en el conocimiento de la epigenética tienen muchas implicaciones. En ocasiones, observamos la historia desde una perspectiva casi de determinismo genético. Por ejemplo, la violencia entre seres humanos, el conflicto, parecen algo inevitable. ¿Esto nos enseña que no estamos condenados a ciertos comportamientos?
– Ese es el mejor mensaje que podemos dar: tenemos cierto margen para controlar nuestras vidas. Ojo, porque esto aumenta nuestra responsabilidad. Siempre es más fácil decir que yo engordo porque he heredado los genes de mis padres que admitir que tengo un estilo de vida muy perjudicial para mi salud. Tenemos margen para muchas de las variables de nuestras vidas, principalmente las relacionadas con los comportamientos y las enfermedades complejas. Una alimentación saludable, ejercicio físico, evitar el tabaco y moderar mucho el consumo de alcohol son la mejor terapia que tenemos para prevenir las enfermedades.

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Enlace de origen : María Berdasco: «La epigenética nos enseña que tenemos margen para controlar nuestras vidas»