
Algunos dirán, ya me lo veo venir, que inaugurar un belén en el Parlamento Europeo parece un tanto provinciano. Como siempre, por ser más modernos … que nadie y denostar nuestras tradiciones. Aunque luego adoptemos las de otros, pongo por caso el panettone italiano frente a las autóctonas e inigualables tortas de recao o esos exquisitos dulces navideños que aúnan, desde la Edad Media, las culturas árabe, judía y cristiana. Es decir, las tortas de Pascua, los bilbaos lorquinos, las cartageneras tortas escaldadas, los cordiales de almendra y los suspiros, que son blancas nubes de azúcar condensadas.
-Pues sepa que en Murcia se hacen los mejores panettones de España.
-Y yo que me alegro. Puede usted comerse el que me toque.
En Murcia, por cierto, también se hacen los mejores belenes de España. Desde antiguo. Ya en el siglo XVIII era este reino un referente de artesanos belenistas. Descollaría el genial Salzillo, a quien le encargó Jesualdo Riquelme y Fontes en 1783 que realizara un belén compuesto por 556 personajes y 372 animales, además de algunas maquetas de edificios.
Esa rica tradición se mantendría hasta la actualidad, dando al oficio nombres que ya figuran en los libros de historia: Antonio Galán, Gregorio Molera, los hermanos Griñán, Manuel Nicolás Almansa…
Maestros belenistas que durante décadas exportaron miles de belenes a todo el mundo. Y entre los lugares donde han ido a parar se encuentra el Parlamento Europeo. Curiosamente, vista la manía que tienen en Bruselas de ocultar las raíces cristianas de nuestra Europa.
Así que, hace cuatro años, por vez primera en la historia del Parlamento se expuso un belen. Y, por cuarto año consecutivo, es murciano. Lo firma Jesús Griñán, quien ya cuenta con no pocos nacimientos repartidos por el planeta. Hasta el presidente López Miras acudió el otro día a la inauguración y se atrevió a tocar una pandereta.
Cierta valentía entrañaba la empresa si tenemos en cuenta que la música del acto corría a cargo de la fantástica cuadrilla de Aledo, con mi querido Javier Andreo como guion de aguilando. ¡Cuánto me acuerdo de su ‘abuelo’ el Tío Juan Rita!
Aguilando. No existe otra palabra que defina mejor la murciana Navidad. El aguilando es la banda sonora de estos días de nostalgia, recuerdos y reencuentros. Esta seña de identidad nuestra también rebosa historia: desde el zéjel árabe a las canciones de trovadores medievales.
Cómo será de espléndida esa música que Alan Lomax (1915-2002), uno de los más grandes folcloristas de todos los tiempos, vino a esta tierra en 1952 para grabar, nada más y nada menos, los aguilandos de la mítica cuadrilla de Sangonera la Verde.
Entre las 17.000 grabaciones que atesora la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos resuenan desde entonces aquellos aguilandos. Como los que han sonado, más o menos, en Bruselas.
Eso sí. Por poner un pero, como el que colocan en cierto trono ‘colorao’ para que nadie le ponga «un pero» a su adorno floral durante la procesión del Miércoles Santo. En el acto de Bruselas, en mi opinión, solo faltaba una olla. Una humeante y sabrosa olla de pelotas, con sanador caldo, su apio fino de Patiño, con todos sus avíos. ¿Puede haber algo más navideño?
Y allí, en el corazón de la Unión, donde más de un eurodiputado no ha comido caliente en su vida, se tendrían que haber repartido unas cuantas tacicas, con su indispensable trozo de limón del Cabezo. Deliciosas pelotas, ojo, picadas a cuchillo y maceradas el día antes. Como mandan los cánones huertanos. Además, sabido es que, si la carne se prepara con trituradora, luego saben a electricidad.

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Enlace de origen : «Al belén de Bruselas no le echaron pelotas»