La arquitecta y diseñadora francesa Charlotte Perriand firmó con 90 años sus últimos proyectos. Vivió prácticamente todo el siglo XX. Había nacido en 1903 y … murió en 1999. Colaboró con Le Corbusier, Fernand Léger y Jean Prouvé. Pensaba que la extensión del arte de la vivienda es el arte de vivir, «vivir en armonía con los impulsos más profundos del hombre y con su ambiente adoptado o prefabricado». A Charlotte Perriand, influida por el minimalismo y el amor a lo artesanal de la cultura japonesa, dedicó esta semana su discurso de ingreso como académica de número en la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca de Murcia la arquitecta Patricia Reus (Murcia, 1975), profesora de Proyectos Arquitectónicos en la Escuela de Arquitectura de Cartagena, investigadora principal del Grupo I+D (Contemporary City And Architectural Design) de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) y divulgadora de la arquitectura en LA VERDAD en la sección dominical ‘Mesa para cinco’. Su estudio en Vistabella (Murcia), fundado junto a Jaume Blancafort, es un centro de producción de proyectos que tienen encaje en la «arquitectura de la amabilidad».
Patricia Reus es una persona «extremadamente ordenada» con el tiempo, y con el espacio también. «Pero con el tiempo más», reconoce. «Yo me pongo mala trabajando bajo presión. Y a este momento de leer el discurso de la Real Academia no quería llegar ni enferma ni exhausta. Me levanté con tortícolis, pero solo eso».
–¿En qué se parece la Patricia de hoy a la que empezó a estudiar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia en los 90?
«Me interesa mucho la revolución feminista, siento que participo de ella, y pienso que conquistar la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca y entrar suavemente ahí como académica de número es como tirar la puerta abajo. Siendo consciente de que otras mujeres la tiraron antes que yo»
–Creo que me parezco bastante, no solo a la que empezó a estudiar Arquitectura sino a la niña que fui. Me ha pasado últimamente en varias ocasiones que he tenido que echar la vista atrás, y dices: ¡Ostras! ¡Qué ordenada, qué curiosa, qué trabajadora! ¡Qué productiva! ¡Qué operativa! Siento que la mayor fortuna es llegar a este momento y pensar que ha habido cierta coherencia en mi vida. He tenido la fortuna de tomar, por un lado, las decisiones adecuadas y, por otro, que me pasaran por delante las oportunidades apropiadas. Ahora me siento bastante realizada, y veo que hay coherencia entre mis capacidades, mis expectativas y lo que hago, pese a lo duro que es.
–Un camino largo, con sus bifurcaciones, socavones y paisajes cambiantes, que ha transitado, con todo lo que supone deambular…
–Hay que transitarlo, sí, y la vida te pone muchas bifurcaciones, y cuando te das cuenta todo ha pasado ya. Hubo peligros también. Una vez me preguntaron qué le recomendaba yo a mi alumnado, y yo decía que agarraran el timón fuerte, porque la vida da tantos bandazos que hay que agarrarse.
–¿A qué se ha aferrado usted?
–El trabajo sin orientación no te lleva a ningún sitio. Yo me he agarrado a mi intuición. Me acuerdo de que cuando me quedé embarazada me fui a la librería Antaño y, en concreto, a la sección de libros sobre maternidad, y veía que unos decían una cosa y otros la contraria. De modo que al final decidí que me iba a fiar de mi intuición, el motor y el guía de mi vida. He procurado rodearme de gente buena, de gente que me hace bien, y huir o no prestarle demasiada energía, o atención, a las cosas que me hacen mal. Pero la intuición ha sido algo muy importante para mí.
Con admiración
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Un motivo para admirar a la arquitecta Charlotte Perriand, a la que dedica su discurso de académica.
Charlotte Perriand, que fue responsable de mobiliario e interiores en el estudio de Le Corbusier, dejó tras de sí un legado colosal de muebles y edificios. Fue, sobre todo, una mujer que quiso habitar el mundo plenamente: con compromiso, con respeto por la naturaleza y como solía repetirle a su hija Pernette, con una mirada en abanico, amplia, atenta y abierta. Convencida absolutamente de que, para crear con profundidad y relevancia, es necesario cultivar una atención plena y una sensibilidad que abarque tanto la escala de los detalles como la del conjunto.
–¿En el campo de la arquitectura siempre tuvo claras sus ideas?
–Pienso que he tenido la fortuna de coger caminos después de acabar mis estudios que me han ido ubicando en el lugar en que me encuentro ahora. A mí me han definido más mis síes que mis noes, porque no he tenido que decir muchos noes. He disfrutado oportunidades que me llegaron en este mundo de la arquitectura, y eso me ha enriquecido. Y como me fío mucho de mi intuición, a la mínima que me pasa por delante algo que pienso que será positivo para mí, lo cojo y me subo al carro. Repasando el discurso para la Academia recordé que un compañero y buen amigo, Pepe Parra, cuando estudiábamos en la carrera, me dijo, ¡y era y es muy solemne!, delante de un proyecto: ‘Patricia, tú eres una arquitecta amable’. Y 24 o 25 años después, lo cierto es que si me preguntan de qué hablar en un momento tan sublime y solemne como ser aceptada por la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca, lo cierto es que tenía que hablar de la amabilidad en la arquitectura.
–Siempre le interesó la amabilidad, y, en particular, esa arquitectura amable que propone Charlotte Perriand en sus proyectos.
–La amabilidad, el cariño, el cuidado y estas cosas… Pensar que una disciplina tan intensa como esta me ha permitido seguir habitando ese espacio intelectual que es el de la amabilidad, para mí es un lujazo. Charlotte Perriand es una mujer que me fascina. Es admirable la capacidad que tenía de entender la realidad sin prejuicios, atendiendo a todo; le daba tanta importancia al acto de planchar como al de diseñar una estantería que apareciera en un salón estupendo en la mejor revista de arquitectura del mundo. Esa capacidad de entender el diseño como una herramienta para vivir en plenitud, sin artificios, sin fijarse solo en lo más prestigioso o en lo más visible, me sobrecogió. Cuando me enfrenté por primera vez a su obra y empecé a vislumbrar todo el esfuerzo y el talento que había puesto en cosas tan poco importantes, y que luego resulta que son las más importantes, pues me dije que por fin estaba viendo lo que no conseguía ver porque no estaba en las portadas ni en los discursos. Mi obra y mi docencia la he enfocado a ese ámbito de los cuidados y del trabajo doméstico y me he encontrado muchos mensajes negativos, como si eso no fuera prioritario o como si eso no tuviera impacto. De modo que el hecho de que ella hiciera algo sublime con esos asuntos, a mí al menos me maravilló.
Patricia Reus durante la entrevista con LA VERDAD en Black Cat Café en Murcia.
Nacho García
–¿Cómo ha quedado la figura de Charlotte Perriand en la historia de la arquitectura del siglo XX?
–Se va sacando su historia. Grandes diseñadoras y arquitectas del siglo XX fueron muy importantes en su momento y tuvieron un gran impacto, y luego fueron borradas. También hay hombres que fueron relevantes y no hemos recogido su legado. Ahora está saliendo todo el legado de Charlotte Perriand en Francia, y hay mucha bibliografía, incluso cómics he encontrado. Su hija y su yerno se han dedicado a cuidar su archivo y a editar unos libros sobre su obra que son joyas.
–Vivió 97 años…
–Sí, y su última obra la realizó con 90 años, un pabellón en la cubierta de la sede de la Unesco. Y empezó a trabajar muy joven. Fue deportista de alto rendimiento, alpinista… Yo la he citado en algún artículo en LA VERDAD. Porque me interesa mucho lo que hicieron las mujeres a lo largo de la historia en mi disciplina, y lo que hicieron las del siglo XX en medio de tanto héroe. Pero Charlotte tiene una sensibilidad que me toca. Hay algo que me atrae a mí a Francia, puede que en alguna reencarnación anterior yo fuera francesa… esa cultura me atrapa. Los sabores y los olores…
–Y usted, ¿en qué se distingue?
–Mi arquitectura, por supuesto, no se parece a la de Charlotte Perriand porque ella fue una auténtica ‘genia’. Vivió en una época apasionante, cuando Europa tuvo que reconstruirse dos veces por las guerras mundiales. Ahora que me conozco un poco más a mí misma, puedo decir que lo que me define es la artesanía. He transitado y he participado en proyectos muy grandes en los que los procesos eran muy industrializados, y me han interesado poco. Me gusta entender el detalle y el proceso, ya he asumido que soy artesanal y que me gusta trabajar en equipo, pero siempre tengo que ser capaz de entender todo lo que ocurre y controlarlo. Tengo la empatía exacerbada y estoy aprendiendo a no sufrir las ansiedades de los demás. Pero cuando proyecto intento tener a los demás en la cabeza, porque lo que yo estoy trabajando es para otras personas. Si algo me caracteriza es hacer lo máximo que yo puedo por cumplir y superar las expectativas de quien va a vivir la arquitectura. Me pongo en el lugar del otro en cada proyecto.
«Espero seguir trabajando con la fortuna que he tenido hasta ahora de que caigan en mis manos oportunidades para transformar mis ideas en realidad muchas más veces. Para mí eso es la arquitectura. Es algo mágico»
–Uno de los proyectos de su estudio fue Chillida Lantoki, en Guipúzcoa: la rehabilitación de una antigua fábrica de papel de 1928 que albergó el sitio de trabajo del escultor Eduardo Chillida. Ahí se expone el proceso de producción desde la forja en taller hasta el moldeo final en grandes máquinas, con las imágenes en gran formato de Catalá Roca que ilustran cómo se hizo el ‘Peine del Viento’.
–Una vez Antonio Garrido [arquitecto técnico murciano, profesor universitario, exdecano y Premio Nacional de Edificación del Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE), además de cronista (no) oficial de Murcia] escribió una cosita sobre este museo de Chillida Lantoki y dijo que éramos un estudio de arquitectos que no teníamos estilo, y yo pensé: ¿Pero cómo vamos a tener estilo si nuestros clientes, la gente que nos encarga proyectos y los sitios donde trabajamos, no son homogéneos? La arquitectura no sólo responde a las personas sino que tiene mucha responsabilidad y mucho compromiso con el lugar donde se va a ubicar.
Patricia Reus, en primera fila, en el centro, junto al resto de miembros de la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia.
Upct
–El pasado ya quedó atrás.
–Sí, he tenido muchos momentos que he disfrutado. Pero hay algo que está ahí y que es muy enriquecedor para mí que es la docencia, enseñar lo que sé, intentar acompañar en un momento de la formación a los estudiantes, pese a que pueda ser también a veces áspero y frustrante. Espero seguir trabajando con la fortuna que he tenido hasta ahora de que caigan en mis manos oportunidades para transformar mis ideas en realidad muchas más veces. Para mí eso es la arquitectura. Es algo mágico: tú piensas una cosa, la elaboras, la trabajas, la diriges y, de repente, bueno con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, un día la realizas.
–Quién podía pensar que su porvenir, cuando empezaba, iba a llenarse de lugares y nombres de proyectos como ‘Casa para tres hermanas’, la Casa del Avión de Sierra Espuña, Chillida Lentoki, Vistabella [barrio donde vive y tiene su estudio y al que dedicó su tesis doctoral], Barcelona, La Azohía, Jaume, Julia, Manuel…
–¡Guau! Y yo de pequeña quería ser escritora, y me presenté a concursos de relatos. Hoy, con 50 años, ahí está la escritura, pues sentarme a construir mi pensamiento para los artículos de divulgación de la arquitectura en LA VERDAD ha sido algo terapéutico para mí.
–¿Por qué le ha hecho tanta ilusión ser académica de número [sucede a Pedro Pan da Torre, fallecido a los 96 años el verano pasado]?
–Me ha hecho mucha ilusión, es verdad, y me lo he preguntado. Yo sé que a mis padres, sobre todo, les ha gustado también. Me educaron en la libertad, los valores del humanismo y el cariño incondicional y respetuoso que he intentado emular cuando yo misma me he convertido en madre. Es un reconocimiento que da sentido a todo el trabajo que una hace. La Real Academia es una institución cultural a la que respeto y sigo desde hace años y a la que espera contribuir a su modernización y feminización con el objetivo de que calen nuevas formas de pensar. Además, a mi padre lo hicieron académico de honor el año pasado, y será como algo bonito que le acompañe en esta senda. Me interesa mucho la revolución feminista, siento que participo de ella, y pienso que conquistar espacios como este y entrar ahí suavemente para mí es como tirar la puerta abajo. Siendo consciente de que otras mujeres la tiraron antes que yo. Esto significa entrar en un lugar que ha tenido un marcado carácter masculino, y podemos continuar transmitiendo cosas.
–¿Qué es revolucionario hoy?
–Entrar a una clase y plantear ciertos temas y personas que hace 25 años no estaban en los discursos. Ahora me interesa mucho más la arquitectura que cuando yo estudiaba. La arquitectura no es más que una representación de la sociedad, pero quién hablaba antes en medicina de la menopausia o de la fisioterapia adaptada para mujeres deportistas. Todo esto va ocurriendo, y es algo maravilloso.

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