Samuel López, un técnico para Carlos Alcaraz con 30 años de experiencia y muy cercano a Juan Carlos Ferrero

Dejó de competir con 23 años, pero jamás colgó la raqueta. A Samu no le gustaba estudiar y su sueño era ir algún día a Roland Garros y Wimbledon. Así, cogió otro camino para llegar a la élite: el de entrenador de tenis. Su siguiente paso llegó de un modo muy natural: Antonio Martínez Cascales, que había sido su entrenador, le propuso entrar como socio en la modesta academia que iba a inaugurar en Villena (Alicante). Consiguieron unos terrenos a la salida de la localidad y él puso un dinero para ayudar a dar forma a ese proyecto de Cascales. Sus tres primeros jugadores fueron Pedro Rico, José Ezequiel Lledó y Santiago Ventura. Este último fue quien más lejos llegó, al convertirse en campeón del satélite Costa Naranja.

Pero lo que realmente cambió la vida de Samu y de Cascales fue la irrupción de Juan Carlos Ferrero, un niño de la cercana Onteniente (a 40 minutos de Villena) que a los 13 años se proclamó campeón de España alevín y del prestigioso torneo de Les Petits As (Tarbes), considerado por todos como un Mundial sub-13. Samu compatibilizó su trabajo en la academia Equelite (ahora llamada Ferrero Tennis Academy) con los entrenamientos vespertinos de aquel niño que tan alto apuntaba. Cascales entrenaba al chico y López le ayudaba. Cuando Ferrero llegó al circuito, Cascales focalizó toda su tarea en él y a Samu le llegó su primera gran oportunidad como ‘head coach’. Fue con el albaceteño Guillermo García López.

Nacido en La Roda, García López fue otro alumno aventajado de la academia Equelite. Con Samuel López dio el salto al circuito y se hizo un nombre cuando eliminó a Carlos Moyá en el Open de Australia de 2005, llegando desde la fase previa. García López llegó a ser el 23 del mundo y conquistó cinco torneos de la ATP: Kitzbuhel, Bangkok, Casablanca, Zagreb y Bucarest, todos de categoría 250.

Su siguiente pupilo fue el murciano Nico Almagro, un jugador de enorme talento y que cuando llegó a sus manos ya había pasado por el Top 10 mundial. Almagro venía de trabajar con Josep Perlas, uno de los entrenadores más reputados en los noventa y la primera década del siglo XXI. Perlas había dirigido a Albert Costa y Carlos Moyá, además de haber sido capitán del equipo español de Copa Davis. A Almagro lo llevó hasta el número 9 de la ATP, pero el carácter indómito y volcánico del jugador murciano se convirtió en un problema. Además, cuando nacieron sus sobrinos, Almagro quiso dejar Barcelona y volver a Murcia.

Lo hizo y encontró muy cerca de casa (a una hora de carretera) a un técnico pausado y experto como Samu López, que le dio a Almagro ese poso de calma que tanto necesitaba un tenista capaz de lo mejor y de lo peor. 13 títulos acabó cosechando un Almagro que en nada se parecía a Pablo Carreño, quien fue el siguiente pupilo del técnico alicantino. Al gijonés empezó a entrenarlo Samu López tras recuperarse de una grave lesión de espalda que a punto estuvo de retirarlo del tenis. Carreño, que había sido una gran promesa, tuvo que partir de cero y ganarse un hueco en el circuito conquistando challengers. Y a su lado siempre estuvo Samu López. Acabó ganando siete torneos, fue el 10 de la ATP, alcanzó dos semifinales del US Open y logró una increíble medalla de bronce en los Juegos de Tokio 2021, imponiéndose en el partido por el tercer puesto a Novak Djokovic.

Hace justo un año, Samu López tuvo que tomar una decisión «muy dolorosa». Dejó a Carreño para convertirse en el segundo entrenador de Alcaraz, puesto que Ferrero ya había dejado claro que no iría a todos los torneos con Carlitos y que deseaba compatibilizar su labor de entrenador con pasar más tiempo con su mujer y sus tres hijos. Samu López fue clave la temporada pasada en la mejora del saque de Alcaraz y, aunque es un soldado más de Ferrero en su academia de Villena, ahora tendrá que coger todos los galones y dedicarse prácticamente en exclusiva a trabajar con el número uno del mundo.