Los últimos resistentes de Ucrania

«¿Qué se puede hacer sino aguantar?». En Pokrovsk, los militares no hablan de la decisión de la UE de emitir eurobonos para prestar 90.000 millones de euros a Ucrania. También se han abandonado paulatinamente las conversaciones sobre la negociación de la paz a medida que el proceso se alarga durante semanas sin ningún tipo de asidero real. La idea de ceder el suelo donde ahora sufren el terror y ven morir a sus compañeros les descompone. Solo los políticos, los medios y las familias de los soldados siguen atentos a reuniones como la de este fin de semana, que de manera extraordinaria ha convocado en Miami a delegaciones de Ucrania, Rusia, EE UU, Alemania, Francia y el Reino Unido para revisar el plan de paz.

El cónclave se desarrolla a nivel de enviados especiales y previsiblemente ni rusos ni ucranianos van a tener un contacto directo. Los estadounidenses Steve Witkoff y Jared Kushner encabezan las conversaciones en las que participan hasta la tarde del domingo Rustem Umerov por el lado ucraniano y el negociador del Kremlin Kiril Dmitriev.

«No podemos obligar a Ucrania a llegar a un acuerdo. No podemos obligar a Rusia a llegar a un acuerdo. Ellos tienen que querer llegar a un acuerdo», resolvió el sábado el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, sobre la filosofía de una reunión de la que se esperan «algunos avances», pero no decisiones de peso. No, desde luego, la de fijar un encuentro entre los presidentes Donald Trump, Vladímir Putin y Volodímir Zelenski a corto plazo.

Una semana en Pokrovsk, una de las últimas ciudades del frente en caer en manos de los rusos, es toda una vida. Por eso no se habla demasiado de negociaciones ni de esperanzas. «No podemos avanzar y nuestra obligación es no retroceder. Así que toca resistir», relata Bodham, un soldado que lleva dos meses en este antiguo enclave industrial donde solo aguantan mil vecinos.

El Instituto de Estudios sobre la Guerra, con sede en Washington, afirma que Putin utiliza el anuncio de conquistas de este tipo de localidades medianas y pequeñas, de escaso valor como para determinar el curso de la invasión, con el fin de afianzar el discurso de que Moscú avanza con relativa facilidad en el Donbás debido al empuje de su ejército, que él ve aún muy poderoso pese a sus numerosas bajas. Más que ese factor contribuyen el agotamiento de las brigadas ucranianas, el debilitamiento de su logística o la falta de armas y munición, que Zelenski confía en subsanar con parte de los fondos europeos.

Los alardes de Putin

Esa narrativa de poder le puede permitir al Kremlin -o eso se cree en sus despachos- una posición de mayor fuerza en una eventual mesa de negociaciones ante Estados Unidos y Ucrania. Aun con todo, el centro de análisis de Washington sostiene que no ha encontrado evidencias de todos los logros sobre el terreno de los que alardea el presidente ruso, como hizo sin ir más lejos en su ‘macrorrueda’ de prensa del viernes en Moscú. Putin dijo que el ejército ha conseguido conquistas en Pokrovsk, Siversk, Vovchansk, gran parte de Lyman, Kupiansk y Hulyaipole en las últimas semanas, pero los expertos estadounidenses rebajan esas ocupaciones y añaden que en varias de esas ciudades los ucranianos aún combaten con fiereza.

La impresión del instituto contrasta, sin embargo, con la de DeepState, una organización donde trabajan estrategas militares ucranianos que muestran su pesimismo y los desarrollos del invasor. Su boletín del sábado señalaba que el «enemigo» ha avanzado cerca de Dronivka (región de Donetsk), además de Vyshneve (Dnipropetrovsk) y Zaporiyia. En tres provincias al mismo tiempo. DeepState calcula que el territorio capturado ascendió a 505 kilómetros cuadrados en noviembre, frente a los 267 del mes anterior. Rusia no ha llegado al punto de desestabilizar el frente -al menos hasta febrero si no surte efecto la inyección de la UE-, pero sí ha precipitado que los ucranianos retrocedan con una facilidad nunca vista desde el inicio de la invasión.

En Pokrovsk quedan unos cientos de defensores. Viven en los sótanos. Las salidas al exterior son mínimas. Rusia ha llenado los cielos con drones de ataque. Sus compañeros también infiltran aviones no tripulados, pero en su caso dejan caer paquetes de comida, agua, ropa y botas. «Sin estos envíos, sería imposible subsistir en medio del frío y de la nada. Todo alrededor son ruinas. Dependemos de lo que llega de nuestras brigadas», afirma uno de los combatientes. De vez en cuando se confortan con noticias, como la de que los médicos militares rusos están alarmados al otro lado de las trincheras por el número de soldados que prefieren autoinfligirse una herida o volarse un dedo del pie antes que ir al combate.

Los militares se protegen en pequeños grupos dispersos sometidos a escaramuzas constantes. Este viernes pasado hubo más de 160 enfrentamientos en los suburbios de la ciudad y el ejército ruso les echó encima algo más de un millar de pequeños drones kamikaze. El otro día, dos hombres salieron a la superficie para recoger la comida y se encontraron a tres soldados rusos en la calle, a solo 15 metros de distancia. A dos los mataron a tiros. El tercero se hizo fuerte detrás de una esquina. Los ucranianos guiaron un dron hasta su posición y dejaron caer una granada.

El regreso a casa

Para mucha unidades, ese es el programa diario. El equipo de Pokrovsk lleva más de dos meses en ese agujero. Sus diálogos versan sobre comida, cómo seguir vivos y la manera en que atacará el enemigo. Hacen cábalas sobre el momento en que alguien les relevará y podrán irse a casa con sus familias. Recuerdan al médico de la 30ª Brigada que se pasó 471 días seguidos en el frente.

Los relevos no son sencillos. Los alistamientos han caído, Las peleas con los reclutadores callejeros proliferan y a algunos les vuelcan los vehículos para que no puedan llevarse a los civiles. El Gobierno espera el cuantioso préstamo de la UE para mejorar las condiciones salariales de la tropa e incentivar los alistamientos, y el retorno de miles de desplazados en edad de tomar las armas. Los soldados cobran bien, pero la inflación ha reducido su poder adquisitivo. Tampoco nadie puede disfrutar del dinero si vuelve a casa en un ataúd. Apenas ingresan soldados para reemplazar a los que caen muertos o heridos.

Los rusos, en ese sentido, mantienen una ventaja. Sus fuerzas armadas han aumentado este año a razón de 8.000 y 9.000 nuevos efectivos mensuales, pese a las enormes bajas en el campo de batalla. El Ministerio de Defensa dispone de 710.000 militares y una reserva de 50.000. Se calcula que en el último asalto a Pokrovsk perdió a 25.000 soldados.