Un viaje de ida y vuelta. Eso es lo que han tenido las históricas fotografías que Paco Sola guarda celosamente en los cajones y armarios … de su casa. Ahora, este arquitecto caravaqueño, conocido por haber realizado algunos de los edificios civiles más conocidos de la ciudad -entre ellos la Escuela Oficial de Idiomas o la sede de Urbanismo en Abenarabi-, ha decidido que es el momento de difundir este patrimonio fotográfico para que la mecha de la curiosidad y el orgullo prenda en la ciudadanía murciana.
Parte de ese espíritu impregnaba uno de los proyectos arquitectónicos de los que Sola se siente más orgulloso, el de la recuperación del molino de pimentón Tonita en Espinardo, que hoy acoge el restaurante Taúlla. Esta iniciativa personal, que se hizo merecedora en 2020 del Premio Europa Nostra, permitió librar de la piqueta a la histórica instalación industrial, cuando ya se veía sepultada por un bloque de viviendas.
Pero Sola no ha querido quedarse ahí con esta pequeña gran contribución a la causa conservacionista y apuesta ahora por colocar una nueva piedra en el camino. Y lo hará de la mano del portal ‘online’ ‘Murcianensis’, cuyo lanzamiento ultima durante estos días. Integrará el contenido inicial de la web el material que el arquitecto ha ido recopilando a raíz del desarrollo de otro proyecto de recuperación -esta vez por encargo- en el que se encuentra inmerso el arquitecto, el de la rehabilitación del Palacio Almodóvar de la plaza de Santo Domingo, que el Grupo Fuertes reabrirá como espacio cultural y mercado gastronómico.
El arquitecto Paco Sola, en el molino Tonita, junto a ejemplares de las imágenes que ha ido adquiriendo en colecciones desperdigadas por Europa.
Guillermo Carrión / AGM
«Con la idea de ser lo más fiel posible a la historia y riqueza patrimonial del inmueble, inicié una investigación sobre sus orígenes y las vicisitudes que ha atravesado desde el siglo XVI», expone Sola. Esta circunstancia le llevó, entre otras cuestiones, a emprender hace un lustro una búsqueda de imágenes históricas de este edificio construido en su día con fines residenciales, pero que también tuvo uso docente e institucional como Tribunal de Comercio o sede del Gobierno Civil. «Así constaté, por ejemplo, que la portada del edificio, la de los Salvajes, había sido movida de sitio», apostilla. Lo que ocurre es que en este proceso de recopilación de material, Sola encontró oro en los yacimientos en los que se escondían las instantáneas del histórico Palacio. «Para encontrar fotos antiguas hay que saber dónde encontrarlas: en las colecciones que circulan por distintos puntos de Europa», explica el arquitecto. Ello le llevó a hacerse con series de decenas de fotos en Berlín o París, hasta sumar unas 150 instantáneas que vuelven ahora a Murcia y por las que desfilan espacios conocidos como la propia plaza de Santo Domingo, las calles Platería, Trapería y el Arenal, edificios emblemáticos y otros puntos de la urbe en los que se desarrollaban escenas costumbristas. «Una imagen de pequeño tamaño puede costar entre 30 o 40 euros; una de gran formato alcanzar los 1.500», comenta.
A cualquiera que no se encuentre versado en el asunto le puede sorprender que, para encontrar imágenes antiguas de la ciudad, sea necesario acudir a mercados centroeuropeos. Pero esta paradoja tiene una explicación sencilla. «Los fotógrafos franceses, que eran los que tenían el equipo necesario para esta actividad, venían a Murcia a finales del siglo XIX y principios del siglo XX a buscar imágenes con un doble objetivo: vendérselas a los burgueses del lugar, que no las podían conseguir de otra manera, pero también de distribuirlas por Europa, a personas adineradas, como un producto exótico», subraya Sola.
Un objeto «casi mágico»
Este carácter de objeto de colección -y «casi mágico»- se acentuaba con el hecho de que estas fotos se tomaban e imprimían en formato estereoscópico, lo que permitía percibir un efecto en tres dimensiones en las imágenes, mediante el uso de unas gafas especiales. Ello las convertía en un producto muy atractivo para su venta. Precisamente, y enlazando con esta cuestión, Sola ha decidido buscar ayuda para adaptar estos contenidos a lenguajes comunicativos actuales -«que yo no manejo», según reconoce- y que le permitan llamar la atención de la ciudadanía.
Por ello, se ha apoyado en su hija Carmen, graduada en Comunicación Visual y Telecomunicaciones y estudiante en estos momentos de Bellas Artes. Ella ha sido la responsable del desarrollo técnico de una página web con nombre de especie autóctona -‘murcianensis’-, pero también le ha ayudado a que estas imágenes, con sus protagonistas, cobren vida, gracias al uso de la IA.
Así se ha elaborado un primer vídeo de presentación genérico al que seguirán otros clips temáticos que mostrarán, por ejemplo, estampas de los mercados populares, imágenes de los medios de transporte de la época -pasando de los carros y carretas al antiguo tranvía- y fotografías de los grandes cafés que tuvo la urbe. «Es muy curioso y bonito encontrarse con los neones del Olimpia o el antiguo Café Moderno». Iniciativas ciudadanas para recordar que Murcia tiene historia.

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