Diez grados afuera puede ser solo fresco o un frío del carajo. Igual que 23 grados en junio nos pueden animar a un chapuzón playero … o disuadirnos y obligarnos incluso a ponernos una chaqueta. Porque una cosa es lo que marque el termómetro y otra el frío o el calor que sintamos. No siempre sucede que uno pasa frío porque es friolero y el otro al revés, o que uno está destemplado porque está incubando un catarro. A veces, lo que ocurre es que la sensación térmica poco tiene que ver con lo que marca el mercurio, ya que en esta influyen, además de la propia temperatura del ambiente, el viento y la humedad relativa, explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Española de Meteorología (AEMET).
Para cuantificarla, los meteorólogos recurren a dos índices: el factor ‘wind chill’ para la sensación térmica por frío y el ‘heat index’ para el calor. «Para una misma temperatura, aumenta la sensación de frío al aumentar la velocidad del viento y aumenta la sensación de calor al aumentar la humedad relativa». Ilustra el experto con unos datos reales: «Con una temperatura de cero grados y vientos de 80 kilómetros por hora, la sensación térmica puede ser de hasta diez bajo cero. Y en zonas polares, donde las temperaturas son extremas, con -50°C y esa misma velocidad del aire se alcanzan sensaciones térmicas de -81°C, es decir, más de treinta grados de diferencia».
Si hablamos de temperaturas más propias de nuestras latitudes… «Cuando el viento sopla, acelera la pérdida de calor por parte del cuerpo. De modo que, si no vamos convenientemente abrigados, podemos sentir mucho más frío a 10 o 12°C con viento que a 5 sin viento». Que es lo que sucede en estas fechas, que el termómetro, por decirlo de alguna manera, ‘engaña’.
Un otoño templado
Y lo mismo que el viento agudiza la sensación de frío, el mismo efecto hace la humedad con el calor, aunque eso a estas alturas del calendario nos quede todavía muy lejos. «A mayor humedad, menos eficaz es el sudor para refrigerar nuestro cuerpo. Por eso, con 30 grados y un 80% de humedad la sensación térmica es de 38 grados, esto es, ocho de diferencia».
Bien lo saben en los pueblos del Mediterráneo. «Como el mar está tan caliente, es una de las zonas del país donde más se experimenta una sensación térmica de calor intenso en verano, pues a las altas temperaturas se les une la elevada humedad relativa. Es la famosa sensación de bochorno que se siente, y que no se sufre en climas más secos, como el de la meseta», señala el portavoz de AEMET.
En todo caso, la sensación térmica en España no es muy extrema porque la temperatura ambiental tampoco lo es. La media en nuestro país ronda los 15 grados, con pocas variaciones anuales. De hecho, la temperatura del otoño ha sido 15,4°C, «un grado superior al promedio normal del período comprendido entre 1991 y 2020», señalan desde AEMET. Respecto a las lluvias, «ha sido una estación seca, con una precipitación media 166,3 mm, el 83% del valor normal en el periodo de referencia 1991-2020».
Así mantiene nuestro organismo los 37 grados
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Fuera puede haber 0 grados o 40, pero nuestro organismo trabajará siempre para mantener los 37 internos, una temperatura más o menos estable con algunas pequeñas variaciones al día que pueden oscilar entre los 36,5 grados de primera hora de la mañana y escalar hasta los 37,5 a última hora de la tarde. Todo lo que se salga de esos parámetros es una anomalía. «Cuando nuestro cuerpo está a 38 o 39 grados y tiene fiebre lo que está haciendo es defenderse de una infección», señala el ejemplo Dominic Royé, experto en bioclimatología y secretario de la Asociación Española de Climatología.
El experto explica cómo trabaja nuestro organismo para mantener en todo momento el balance energético cuando la temperatura exterior ‘amenaza’ con desequilibrarlo, ya sea por frío intenso o por todo lo contrario. «Cuando el ambiente es frío se produce la vasoconstricción. Se trata de un estrechamiento de las arterias y venas debido a la contracción de los músculos que reduce el flujo de sangre en las extremidades, de ahí que sintamos frío en manos y pies. De manera natural el organismo desvía la sangre hacia el torso, la zona donde se encuentran los órganos vitales». Y al revés sucede cuando fuera hace bochorno: «Con la vasodilatación los vasos sanguíneos, especialmente los cercanos a la piel, se expanden para disipar el calor corporal y enfriar el cuerpo».
A estos procesos naturales que regulan a través de la piel nuestra temperatura les ayuda vestir una ropa adecuada a la temperatura exterior, «con ropa que aísle del frío en invierno». «Con 35 grados nuestro cuerpo ya empieza a tener en problemas», advierte Royé, también científico de la MBG-CSIC.

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Enlace de origen : ¿Cómo es posible tener más frío con 12 grados que con 5? Así 'funciona' la sensación térmica