La más escandalosa y polémica inocentada de la historia de Murcia

Al contrario, según el propio escultor reconoció en sus últimas voluntades, acaso preso de la culpa, su producción artística fue realizada casi en su totalidad por Fulgencio Vallejo, hermano de su mujer, Juana, y a quien legaba una sustanciosa suma tras su muerte, además de pedirle perdón por haberlo explotado durante décadas.

Esta sorprendente noticia, sin duda, obliga a reinterpretar la historia de la escultura barroca murciana y, de entrada, a cambiar el nombre de numerosas calles, plazas, colegios y otras instituciones que hasta hoy honraban, de forma injusta, la memoria de Salzillo. Una auténtica vergüenza.

Si el buen lector ha descendido hasta aquí, sin duda desconcertado y boquiabierto, debe saber que cuanto ha leído es falso. Se trata, mire usted el calendario, de la tradicional inocentada que, como es costumbre cada 28 de diciembre, los periódicos de todas las épocas gastaban y gastan a sus suscriptores.

La última que protagonizó Salzillo no fue menos descabellada. E incluso causó un tremendo revuelo entre los murcianos, quienes acudieron en masa a la iglesia de Jesús para comprobar, pásmense, si era cierto que habían sido robados los célebres pasos que cuajan de historia, devoción y arte la mañana más hermosa del año.

Todo comenzó cuando el diario ‘El Liberal’ publicó en su portada que «han sido robadas las esculturas de San Juan, la Dolorosa, el Ángel de la Oración y el Cristo de la Caída». Tela. Como subtítulo, el periódico describía así el suceso: «Un robo audaz en la iglesia de Jesús».

Al parecer, según la versión del rotativo, en torno a las nueve de la noche comenzó a circular el rumor del asalto. «De inmediato, nos trasladamos hasta San Agustín, donde pudimos apercibirnos de la certeza del rumor», continuaba el redactor. Allí se encontraban el gobernador civil y el alcalde, el teniente coronel de la Guardia Civil y el juez, junto a varios miembros de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, entre otras autoridades.

Los ladrones habían arramblado con tan sagradas efigies, dejando las vestiduras de la Dolorosa y del Cristo de la Caída en el suelo. «El San Juan y el Ángel, que son tallados en madera, fueron desmontados en toda su integridad».

El asalto lo descubrió el conserje esa tarde, cuando regresó del cine de llevar a su nieto. Luego declaró que, unos días antes, tres desconocidos, «elegantemente vestidos y con porte distinguido», habían visitado la iglesia. Uno hablaba español; los otros parecían extranjeros.

Tras recorrer el templo, cuando se sospechó que aprovecharon para sacar moldes de las cerraduras, firmaron en el Libro de la Cofradía. La única firma legible era la de un tal Henri Kawski. Las autoridades esperaban poder arrestarlos ese mismo día.

Para conocer que la noticia era una inocentada había que leer la crónica hasta el final. Allí, el diario reconocía la broma, que había sido inspirada en otra similar escrita por el periodista Mariano de Cavia, quien, un 25 de noviembre de 1891, publicó una crónica contando que había ardido el Museo del Prado.

El escritor lo hizo para advertir de que ya habían producido dos incendios. Quería denunciar la vulnerabilidad de la pinacoteca. Similar intención tenía ‘El Liberal’ murciano: conseguir «la adopción de alguna medida» que paliara la falta de seguridad en la iglesia de Jesús.

El catálogo de inocentadas en la prensa murciana es abultado. Entre las recordadas destacan las que causaron alarma, como el derrumbe del edificio del Contraste en 1932 o noticias científicas tan sorprendentes como la inmortalidad de los astronautas.

Otras anunciaban la pesca de ballenas pescadas en Cabo Tiñoso o fichajes imposibles como el de Johan Cruyff por el Real Murcia, pasando por hallazgos arqueológicos ficticios (un esqueleto con 800.000 años) e incluso el nombramiento de la actriz porno como Hija Adoptiva de Murcia. Por nadie pase, que diría Lola García.