
Parecía obligado que esta última conversación del año 2025 la protagonice uno de los más fervorosos vigilantes de la cultura regional: Antonio Garrido (Tetuán, Marruecos, … 75 años), autor de seis libritos de filosofía ingenua, abuelo de cuento y ciudadano atento a todo lo que se mueve. En sus artículos en LA VERDAD este arquitecto técnico jubilado, con mil entretenimientos –se cuida bien de no parecer un rabo de lagartija a ojos de su entrenador en las canchas de pádel, Fares Pisonero–, igual se pregunta para cuándo se tratará debidamente «ese nido de ratas que es la parcela residual de la Fábrica de la Pólvora», en el corazón de Murcia, que muestra pasmo «ante la ciudadanía absorta mirando estúpidos episodios en TikTok». Antonio Garrido comenta en esta entrevista este año 2025 imposible de olvidar.
–La filosofía le agarró pronto.
–Sí, yo estudié Filosofía en dos periodos. Empecé cuando tenía 28 años, hice el primer ciclo, del 78 al 81, y el trabajo me sacó de aquello; y ya no volví hasta 2006, y acabé en 2008, cuando tenía más de 60. Nadie ha tardado más, pero fue por esa razón evidente. Lo que te da la Filosofía es lo que ha pensado todo el mundo durante los últimos dos mil años, y a partir de ahí tú te organizas.
–¿Qué agradece?
–El otro día, el filólogo Juan Cano, me preguntaba si la filosofía me había servido para algo. Habría sido un fracaso vital extraordinario que la filosofía no me hubiese servido. Yo no estudié para quedarme en la universidad ni para seguir una carrera académica. Estudié para tener una perspectiva más compleja.
–¿Qué trabajos ha tenido?
–Lo que me saca de la filosofía en aquella época es el trabajo, como digo. Yo era entonces director de un laboratorio de ensayo de materiales, luego fui director técnico de una organización nacional y aquello me sacó de Murcia. [Garrido estudió Arquitectura Técnica en Burgos, Ingeniería de Edificación en la Politécnica de Valencia y Filosofía en la Universidad de Murcia, institución en la que cursó el Máster en Pensamiento Contemporáneo y se doctoró en Didáctica de las Ciencias Experimentales, como contó Gema Escobar en un detallado perfil. Fue Premio Nacional de Edificación en 2019, dirigió la Escuela Técnica Superior de Arquitectura y Edificación de la UPCT y presidente del Colegio Oficial de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de Edificación de la Región].
–¿Cómo ha sido 2025?
–Ha sido un año especialmente fructífero. Yo no sé los demás, pero para mí Facebook es una herramienta fantástica pero usada debidamente. Es un enorme placer conocer gente físicamente que se ha relacionado contigo a través de Facebook. He dado las gracias este año a ciento y pico personas, gente a la que conozco en Murcia, el ámbito donde me muevo. Por ejemplo, voy a la presentación de un libro de Javier Moreno y escribo una crónica, lo busco en Facebook y lo etiqueto, y él reacciona y empieza una relación que tiene virtudes.
«Yo me he pasado la vida enseñando, pero en el plano vital es difícil tener interlocutores. Jarauta sí ha sido un maestro»
–Tiene alma de periodista.
–¡Yo hago lo que me pide el cuerpo! Si resulta que eso es vocación frustrada de periodista, pues será así. En broma le decía el otro día a un amigo que he inventado un género: usar Facebook para practicar una especie de periodismo amateur. Pero hecho desde esa perspectiva que da la filosofía. Pero yo no soy experto en arte, ni en literatura, ni en periodismo. Desde mi posición filosófica interpreto una exposición en Arquitectura de Barrio o en Las Claras, y no lo hago como lo haría Miguel Ángel Hernández como catedrático de Historia del Arte, ni Carmen Pujante como catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.
–En eso se parece quizás más a la filosofía cercana a la gente que pone en práctica Javier Gomá.
–Sí, me siento muy a gusto leyéndolo y escuchándolo. Su filosofía tiene un punto utópico, la esperanza en que alguna vez las mayorías sean selectas, algo que parece una contradicción. Es un hombre respetuoso con cada persona.
–¿Dónde no le veríamos nunca?
–En una discoteca a las tres de la mañana. Yo he llegado a dormirme en una discoteca, de modo que ahí no me van a ver. Solo he ido a discotecas en el periodo de enamoramiento de mi chica, porque eso lo exigía, y las canciones eran para bailar juntos, no para dar saltos en medio de la noche.
–¿Por qué no escribió de ‘Sirât’, la película de Oliver Laxe precandidata a los Oscar en 5 categorías?
–Debía haber acabado en el momento en que el niño se cae en la furgoneta con el padre lanzándose al abismo. ¿A quién se le ocurre dejar a un niño sin el freno de mano? Yo desde luego me habría tirado detrás de la furgoneta. Yo creo que la Academia ha seleccionado ‘Sirât’ en lugar de ‘Sorda’ (de la realizadora murciana Eva Libertad ) porque es un ‘wéstern’, y en Estados Unidos ese es el género favorito aunque lleve corbata y sombrero. ‘Sorda’, en mi opinión, maravillosa película, con la murciana Miriam Garlo de protagonista, debería haber ido a los Oscar.
–Recurrimos a usted para todo, como si fuera Gustavo Bueno, quien tenía una opinión de todo.
–¡Vaya desafío es aprender! Yo me he pasado la vida enseñando, pero en el plano vital es difícil tener interlocutores, de modo que si os apuntáis yo estoy encantado.
–Jarauta siempre está ahí.
–Siempre ha estado disponible para mí. Yo tengo un trato directo con Jarauta, y ha sido mi profesor, de jovencito cuando hice el primer ciclo él daba Historia de la Filosofía, y luego en los cursos de doctorado me lo encontré hablándonos de Kafka. Nos hizo leer los diarios de Kafka, y nos introdujo en el núcleo del pensamiento de Kafka. Para mí Jarauta es un maestro.
–¿Piensa en el futuro?
–Nuestra vida siempre ha tenido un horizonte abierto, mi generación quiero decir, por eso leo especialmente a dos tipos de autores: a las mujeres, pues ahora que han decidido expresarse estoy muy interesado en conocer su interior, y a los jóvenes, por eso he apostado como mi libro más emocionante del año por el publicado por un joven como Rubén Bleda, autor de ‘Iba yo a ninguna parte’ (Sloper). Leyendo ese libro he visto una ventana abierta a la conciencia de los jóvenes, y he encontrado melancolía, desesperanza, arte, belleza al escribir, pero esa melancolía… Encuentro cierta relación con ‘Signos herméticos de una nueva melancolía’ y con ‘La nueva subjetividad’ (Ediciones Franz), de Alfonso García-Villalba. Yo con 75 años veo más esperanza que la que hay en esos libros. Veo cierta rendición, aunque los dos escriben maravillosamente.
–¿Qué percibe como distinto en las nuevas generaciones?
–Veo, por ejemplo, que muchos chavales no tienen proyectos familiares. Yo no veo que vayan buscando una relación. El amor es un oficio, y ellos no tienen las claves.
–Las mujeres ya escribían hace tiempo. ¿Por qué dice eso de que han decidido ahora expresarse?
–Las mujeres contemporáneas, desde Jane Austen, Mary Shelley, las hermanas Brontë, George Eliot, Louisa May Alcott…, claro que escribían, pero a mí me interesa la mujer contemporánea, la mujer que ha descubierto su capacidad de emancipación. Yo cuando leo a mi amiga Marisa López Soria en ‘En consideración te escribo’ y a Cristina Morano en ‘La insolencia’ yo ahí veo cosas que Jane Austen ni la misma Virginia Woolf exigiendo su habitación propia podían contarme. Eran otros los problemas.
–Lola López Mondéjar, reconocida escritora murciana, autora de ensayos, novelas y también de piezas teatrales, está siempre muy cerca en su mesilla de noche.
–Su novela ‘Cada noche, cada noche’, en tres planos, muy cervantina, me interesó muchísimo porque una de las cuestiones cruciales es que todavía los hombres no hemos resuelto el modo de llevarnos civilizadamente con las mujeres. Ahora mismo estoy muy indignado con Juan Soto Ivars y su último libro [‘Esto no existe: Las denuncias falsas en violencia de género’ (Debate)] sobre el problema de las denuncias falsas, que generarán desgracia seguramente en los hombres que se puedan ver afectados porque alguien aproveche la ley para sacar ventaja. Pero ese no es el problema: él aprovecha el libro para diluir el feminicidio en medio de los crímenes de los narcos, o los homicidios dolosos que se producen en España. Incluso llega a mencionar, y me parece inaudito, los accidentes de carretera, y viene a decir que en España de cada seis hombres muere una mujer a manos de su compañero. Me ha parecido horroroso. Estas cuestiones, difícilmente se iban a encontrar en las autoras de hace cien años, que no podían firmar ni con su nombre y apellidos. Ahora el problema fundamental es la igualdad, que no acaba de llegar, y la resolución de la relación con los hombres.
–Prefiere leer a Javier Marías…
–Es que Juan Soto Ivars solo me produce indignación. Yo no quiero trabajar con datos distintos, pero su interpretación es indignante. Y Javier Marías, en cambio, es una gozada, y lo digo cada vez que voy al club de lectura de Antonio Candeloro en la Biblioteca Regional. Cada club de lectura tiene su función, ya no te digo el de Paco Paños en Libros Traperos. Yo he conocido a Natalia García Freire gracias a Paco, y algunos aspectos de ‘Los enamoramientos’ de Javier Marías los he conocido por Candeloro. Yo voy a esos sitios a aprender, y todo eso lo incorporo a mi perspectiva y estructura mental. Yo es que disfruto mucho escuchando a gente inteligente, apelando a esa ejemplaridad pública a la que Javier Gomá se refiere.
–¿Cómo se organiza el tiempo?
–Yo a la cama le doy media hora. Si en media hora no me vuelvo a dormir, me levanto. Y me pongo a trabajar en mis cosas. Asuntos fijos: los domingo por la tarde escribo la crónica del programa en Onda Regional de mis amigos del ‘Ateneo’, con César Oliva, Juan Cano, Miguel Ángel Díaz y Alfonso Rodríguez. Si me caigo de la cama me voy a escribir o a leer. Tengo un problema con los gatos: tengo una gata que se pone en mi sillón de escritura, y un gato que se pone en mi sillón de lectura. Llevan ya 20 años con nosotros. ‘Lisa’ vino con nosotros de bebé, hija de otra gata preciosa con ojos verdes que se llamaba ‘Sara’. Y ‘Leo’ se lo buscó él mismo, era un buscavidas en la calle, en el Parque del Salitre, y una noche cenando en el Club Taurino empezó a hacer monadas por allí, y le echamos alguna cosita, y cuando nos fuimos a casa se vino detrás. Era un recién nacido, y se quedó.
–Todo lo que ha aprendido de los gatos podría ser un libro que le editara Javier Castro Flórez, que regenta Newcastle Ediciones junto a su gata, ‘Misha’, en Corvera.
–Lo que yo he aprendido de los gatos es la discreción. Esa mirada inescrutable de los gatos, esa serenidad, la elegancia de su postura, los gatos son muy ejemplares.
–Nada de exotismos.
–Yo prefiero los gatos, por eso me llevo bien con Cristina Morano.
–¿Ha leído ‘Fosca’, de la escritora lorquina Inma Pelegrín?
–Sí, sí, ella ha construido la novela desde el lenguaje. Yo se lo dije a ella, yo lo único que he echado de menos en ‘Fosca’, ganadora del Premio Lumen de novela, es que hable de pesadumbre en vez de pesambre, que para mí es más grave, es como caer más abajo aún.
–75 años y juega al pádel.
–Sí, juego al pádel y conduzco, estoy como si estuviera en los 30.
–Y se ve viajando a Egipto…
–No, porque no me han atraído los países exóticos. Nos gusta ir a París, a Londres, a Roma, a Berlín, a Salzburgo… En mayo estuve en Tetuán, donde nací, y donde hay un estupendo escritor con el que coincidí, Ahmed Mohamed Mgara. Yo llevaba unos 20 años sin ir, y la encontré magnífica: es una ciudad tan grande como Murcia. Y políticamente importante porque el rey tiene palacio allí, y son levantiscos, como todo el norte de Marruecos. Tetuán son plataformas: una es la medina, la segunda es el ensanche y la tercera es la nueva Tetuán, con edificios contemporáneos. Yo estuve viviendo allí hasta los 16 años, con un ínterin de tres años, que los pasé en Murcia, de los 9 a los 11, con mi abuela y mi hermano mellizo, Ángel. Mis padres son de Murcia, de la calle San Nicolás y La Purísima, la carretera de Alcantarilla.
–Le debe pellizcar el corazón pasar por la carretera de Alcantarilla y advertir semejante caos.
–Cuando paso a la altura de la casa de mi abuela aflojo el coche, allí está su recuerdo, al lado del carril de Cascales que conduce a los molinos de pimentón del Segura.
–¿Recuerda la palabra del año?
–No. Excepto posverdad no me ha interesado ninguna palabra del año.
–¡Arancel!
–Para mí, con la llegada de Trump en enero, mi palabra del año es desesperanza, y está en marcha esa destrucción de Europa desde dentro, y si se destruye Europa lo que vendrá después son guerras entre naciones. Luego hay países que tienen mala suerte (Palestina, Haití).
–¿Qué opina del Libro Murciano del Año 2024 para Leonardo Cano?
–Pienso que ‘Este es el núcleo’ (Galaxia Gutenberg) está mal diagnosticado, porque es un libro sobre el miedo y la estupefacción de un humano ante el umbral de tener que volcar toda su vida en una máquina. No va de inteligencia artificial. En el centro de cualquier obra literaria tiene que estar el ser humano, y somos un algoritmo complejo.
–Navegando por el mar de la cultura regional, ¿qué ha encontrado: tiburones o peces globo?
–Yo debo exhalar algún tipo de hormona que impide que se me acerquen los tiburones. He encontrado talento, gente buena, y he percibido algún conflicto, pero no he metido ahí la cabeza. No veo graves conflictos ahí. La experiencia del Tren de la Cultura de LA VERDAD y Renfe fue maravillosa, al igual que ‘Querido Antonio’, el homenaje de los amigos a Antonio Ballester en el Palacio Almudí. He conocido a gente estupenda, incluso me hicieron participar en una visita guiada sobre la obra de Carlos Pardo, un lino crudo con caballos del Cáucaso pintados del natural. Y ya no digo nada de los encuentros filosóficos de Victoria Clemente Legaz en el Teatro Circo.

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Enlace de origen : Antonio Garrido Hernández: «Disfruto mucho escuchando a gente inteligente, apelando a esa ejemplaridad pública de la que habla Javier Gomá»