«Para celebrar la patrona, tuvimos que traernos a un cura desde Santander»

«Para celebrar la patrona, tuvimos que traernos a un cura desde Santander»

‘Pazman’ fue un póster que lanzó la izquierda radical vasca en 1989. Bajo el lema ‘Pazman, el pacificador’ aparecía la figura de un Batman con tricornio a modo de parodia de la película del superhéroe. Aquel cartel burlón, uno de los muchos del entorno de ETA contra la Guardia Civil, ha inspirado al coronel José Ángel, Coque, Astillero (Guinea Ecuatorial, 55 años) para escribir ‘Pazman’ (Roca Editorial), un relato entre la realidad y la ficción basado en su experiencia como un joven teniente de la Benemérita en el País Vasco de principios de los 90, cuando les llamaban despectivamente ‘txakurras’ (perros en euskera).

Astillero, que ha dedicado buena parte de su carrera a la lucha antiterrorista, la inteligencia y la cooperación policial internacional, es actualmente jefe del Departamento de Costas y Fronteras del Cuartel General de la Guardia Civil. En ‘Pazman’ reivindica el papel de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en la derrota final de ETA. Es su primer libro y lo presentó este pasado lunes en Madrid.

-En ‘Pazman’ cuenta la historia de Manel Queralt un joven teniente de la Guardia Civil en el País Vasco de los años 90, trasunto de usted mismo. ¿Qué vivió en la Euskadi de aquellos años? 

-Ciertamente, es un trasunto de mí, pero con matices. ‘Pazman’ parte de una realidad, la llegada al País Vasco de un joven teniente de la Guardia Civil, que soy yo. A partir de ahí el material autobiográfico se impregna de ficción. Si tuviera que mojarme, diría que ‘Pazman’ arranca con un 90% de realidad y un 10% de ficción y al acabar esos porcentajes se han invertido. Lo que viví en aquellos años no puede resumirse en unas líneas, ni siquiera en un libro. Pero le diré que viví tiempos duros y conocí personas extraordinarias. Y me quedo con eso, con las personas.

-Muchos de los 210 guardias civiles asesinados por ETA lo fueron en el País Vasco. ¿Vivía con miedo?

-Los guardias civiles, los policías, los militares, los que simplemente no pensaban como ETA, éramos todos objetivos de la banda. Cada uno reaccionaba de un modo distinto. Había quien vivía con miedo, dicen que el miedo es libre, ¿no? Y había quien no. Lo que sí constituía un denominador común eran las precauciones, las cautelas diarias. Mirar los bajos del coche, cubrirse las espaldas en los locales públicos, llevar siempre la pistola encima… Psicológicamente, llegaba a quemar, resultaba estresante.

-Dice en el libro que estaba en un grupo operativo al que pertenecían un «indomable puñado de jóvenes guardias civiles que no estaban acostumbrados a obedecer, solo a hacer lo que deben». ¿Desobedeció alguna orden? 

-Jamás se desobedecieron órdenes. En la Guardia Civil todos estamos porque queremos, y todos conocemos las reglas del juego: las órdenes hay que cumplirlas; aunque uno a veces no las comparta, se interiorizan y se cumplen como si fueran propias.

«Mientras no se pida perdón a las víctimas y queden crímenes sin esclarecer, no habremos pasado página»

-En los 70 y 80, los funerales de los guardias civiles asesinados en el País Vasco se hacían en el más puro hermetismo, casi a escondidas, antes de que los trasladaran a sus pueblos de Extremadura, Castilla o Andalucía. En los 90 se les empezó a arropar algo más pero no sé si de forma suficiente… ¿sentían el apoyo o el cariño de la sociedad vasca? 

-Yo asistí a varios funerales de compañeros y no me atrevería a decir que recibiésemos mucho cariño de la sociedad, pero era comprensible; acudir al funeral de un ‘txakurra’ significaba quedar marcado, los informadores de ETA estaban por todas partes. Sin embargo, los compañeros que llevaban más años allí me decían que las cosas estaban cambiando a mejor, que los vascos empezaban a arroparnos; ciertamente, ellos tenían peores referencias de cuando a los guardias y a los policías no se les hacía ni un funeral… A modo de triste anécdota, le contaré que una vez, para celebrar la patrona de la Guardia Civil, tuvimos que traernos a un cura desde Santander. Ningún sacerdote de la comarca había tenido a bien celebrar la misa en nuestro cuartel.

-La justicia acabó demostrando la práctica de torturas a sospechosos de pertenecer a ETA en los cuarteles de la Guardia Civil en el País Vasco, sobre todo en la década de los 80… ¿cree que aquella losa ha pesado en la imagen de la Benemérita empañando todo lo que se dejó en el camino en su lucha contra el terrorismo?

-Aun siendo una ficción, ‘Pazman’ no rehúye ese espinoso tema. ETA había puesto en marcha una maquinaria perfectamente diseñada para denunciar malos tratos de forma sistemática, existen documentos y sentencias que así lo avalan. Y eso hizo mella, qué duda cabe, porque te denunciaban sí o sí, era impepinable, yo mismo pasé por esa situación. Estar bajo esa constante sospecha social y mediática no resultaba agradable, pero uno lo terminaba asumiendo como parte de su trabajo. ¿Que aquello fue una losa para la institución? La justicia hizo su trabajo y en muy contados casos se constataron esas prácticas delictivas. Y los responsables pagaron por ello. Lo cual, en nada debe empañar el compromiso por la libertad y el respeto a la ley que demostramos la inmensa mayoría de los guardias civiles.

«He vuelto al País Vasco y todo transpira más libertad»

-¿Por qué había piques con la Policía Nacional? ¿Rivalizaban en las operaciones antiterroristas?

-No hablaría de piques, tampoco de encontronazos, era más una competencia legítima entre dos Cuerpos rivalizando por atrapar a una banda de criminales que llegó a tener en jaque a la democracia. Perseguíamos, por tanto, un mismo fin, defender la ley y nuestro marco de derechos y libertades. No reprocharía nada de lo que hicimos unos y otros en aquel afán por detener comandos, señalaría más bien a la inoperancia de los mecanismos de coordinación y a las injerencias políticas. En cualquier caso, cerrábamos filas ante el enemigo, que era ETA, y llorábamos los muertos del otro Cuerpo como si fueran propios.

-¿Podría haber escrito ‘Pazman’ con ETA asesinando?

-‘Pazman’ no tendría sentido con ETA asesinando aún. No habría sido capaz de escribir sobre el dolor reciente de personas que perdieron tan brutalmente a sus seres queridos. Desde el más profundo respeto a las víctimas, solo cuando ha pasado ya un tiempo para que las heridas empiecen a cicatrizar, ha sido cuando he creído oportuno escribir ‘Pazman’. Pero que no se me malinterprete. No estoy sugiriendo que se haya pasado página. Mientras no se pida perdón a las víctimas y queden crímenes sin esclarecer, no habremos pasado página. Sin perdón y sin justicia, ¿de veras pretendemos que las viudas, los huérfanos o los padres sin hijos superen sus traumas? Habrá quienes tengan el pellejo muy duro y pasen interesadamente página, los demás no lo haremos hasta la reparación sincera del dolor de las víctimas.

El hijo «no deseado» de ‘Patria’

-¿Qué le ha animado a escribir este libro?

-Le confesaré algo que quizá no sea socialmente correcto, pero entre mis defectos está el de practicar la sinceridad. Cuando en 2016 se publicó ‘Patria’, recuerdo cómo todo el mundo hablaba de esa novela; y por los comentarios que escuchaba aquí y allá, me parecía entender que trataba sobre el sufrimiento que ETA infligió al pueblo vasco. Un día le pregunté a un compañero que la había leído: ¿Nosotros no salimos entonces? ‘No, solo va de los vascos’, me contestó. Entonces me dije que no era posible que nosotros, los que habíamos puesto tantos muertos, no figurásemos en aquellas seiscientas y pico páginas. Y decidí escribir una obra que nos reivindicase. En absoluto estoy criticando la magnífica novela de Fernando Aramburu, él escribió el libro que quería escribir. Yo escribí el mío. Así que, si buscaba usted un titular, ya lo encontró: ‘Pazman’ es el hijo no deseado de ‘Patria’.

-¿A ETA la derrotó la policía, la política, la sociedad… todos un poco? ¿Por qué se tardó tanto en conseguir que dejaran de matar y se disolvieran?

-Fue sin duda un cúmulo de factores. La sociedad cambió, como cambió también la clase política, ese fue un paso fundamental. Pero, tácticamente, a ETA la derrotaron las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Entre todos, conseguimos su parálisis estratégica. Lo vaticinó a mediados de los ochenta Txomin Iturbe Abasalo: ‘Caerán los comandos, caerán los zulos, caerá la dirección y ya no tendremos nada que negociar’. Eso fue exactamente lo que sucedió.

-¿Qué recuerdos guarda del País Vasco y de sus gentes? ¿Ha vuelto?

-He vuelto recientemente y me he encontrado un País Vasco muy diferente. Se respira más libertad, se palpa en las calles, en los bares, en los restaurantes. Y los buenos amigos de entonces siguen ahí; no quiero emitir juicios a la ligera, desconozco cómo es su día a día, pero, de entrada, insisto en que todo transpira más libertad. Esa es una buena noticia.

-La Guardia Civil lleva años como una de las instituciones más valoradas por los españoles, según el CIS. ¿Por qué cree que es así?

-Eso deberían responderlo los españoles, pero diría que, básicamente, es porque se puede confiar en nosotros.

 -Y si ETA volviera a las armas, ¿qué?

-Ojalá no suceda nunca. Pero, de suceder, volveríamos a cumplir con nuestro deber.

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